Opinión

En la era de la ineptocracia…

Mucho se habla de los errores del actual gobierno, tales como: el mal manejo de la pandemia, la inexistencia de una estrategia de seguridad y las carencias del sector salud, mismas que han costado decenas de miles de vidas; los ataques a los medios de comunicación, a los diversos partidos políticos y a los movimientos opositores, mismos que minan a la democracia; la desaparición de los fideicomisos, con lo que se merma la transparencia y el financiamiento de diversas necesidades y causas loables; entre otros, pero de lo que poco se habla es de la principal crisis que sufre el Estado mexicano: la crisis administrativa e institucional. Crisis que origina las demás crisis que vivimos en este país.

En una decisión avalada por un antropólogo, que más había fungido como arqueólogo, se acabó con el Seguro Popular y se dio vida al INSABI, lo que generó carencia de medicamentos y un descuido brutal de las determinantes de la salud. Por consecuencia, y entendiendo que respecto al Covid-19 más que vivir una pandemia vivimos una sindemia, como asegura Richard Horton (editor en jefe de The Lancet, en su estudio: Carga Global de la Enfermedad), podemos asegurar que este enorme descuido generó que la enfermedad fuera mal manejada, dando como resultado casi 86 mil muertos (según cifras oficiales) y cerca de 272 mil excesos de mortalidad, cifra que muchos aseguran es más cercana a los decesos reales que ha dejado el Sars Cov 2 o Covid-19 en nuestro país. Entendamos que este “descuido” potencializó, a la par de las lamentables condiciones en que vive gran parte de nuestra población, las condiciones crónicas y de precariedad médica que acompañan el agravamiento de los casos de las personas que se contagian de este coronavirus.

Es esta crisis administrativa, esta ineptocracia, la que permitió (junto con el afán de trascendencia desmedido e incontenible por parte del presidente López) la desaparición (falta que se apruebe en el Senado de la República, pero casi es un hecho) de ciento nueve fideicomisos que, independiente a sus reglas de operación, operaban con bastante transparencia en la consecución de muchos de nuestros fines comunes, tales como: la reconstrucción de poblados y ciudades frente a desastres naturales, el apoyo a la ciencia y la tecnología y a deportistas de alto rendimiento, la seguridad ferroviaria, la protección de activistas, periodistas y defensores de derechos humanos, el desarrollo, impulso y, en consecuencia, uso de energías limpias, entre otros. Fue la ineptitud y el servilismo quienes permitieron tratar a estos mecanismos auxiliares de nuestras políticas públicas y sociales, como “guardaditos” a disposición del tlatoani.

Fue esta crisis la que permitió que la consigna de “abrazos, no balazos” se volviera una realidad. Fue el total desconocimiento técnico en materia de seguridad lo que permitió militarizar el país, empoderar al Ejército de modo desmedido y flaquear en la lucha contra los criminales. Pues ante la ineptitud de quienes toman las riendas, la ideologización y los discursos populistas se vuelven acciones de gobierno, en lugar de privilegiar la existencia de auténticas políticas públicas que privilegien un correcto manejo de nuestros recursos, con lo que se nos deberían brindar los servicios que pagamos, vía impuestos, del mejor modo posible, en lugar de privilegiar el absurdo.

En la era de la ineptocracia, donde los cuadros técnicos fueron llamados “tecnócratas”, para después ser desestimados, señalados y aniquilados, la ideologización tocó base… Más adelante seguiré hablando de este tema, que, sin duda, nos ayudará a entender el desmantelamiento institucional que vivimos.

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David Agustín Belgodere

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