POR: EL HUSMEADOR

EL PARO AGRÍCOLA-TRANSPORTISTA DEL 24: ¿GRITO DE SUPERVIVENCIA O BOMBA DE TIEMPO PARA SHEINBAUM?
Frente a las vallas metálicas de tres metros que blindan el Palacio Nacional como si fuera una fortaleza medieval, un puñado de campesinos y transportistas rostros curtidos por el sol y el asfalto, anunciaron lo que podría ser el mayor jaque mate al gobierno de Claudia Sheinbaum: un paro nacional el 24 de noviembre que paralizará el flujo de mercancías, bloqueará carreteras federales y tomará aduanas en la frontera norte. No es una amenaza vacía; es la crónica de una alianza improbable entre el Frente Nacional para el Rescate del Campo Mexicano (FNRCM), la Asociación Nacional de Transportistas de Carga (ANTAC) y el Movimiento Agrícola Campesino (MAC), que une a 500 mil productores en 25 estados con miles de «hombres camión» hartos de extorsiones y robos.
Demandas claras: precios de garantía para el maíz a 6 mil pesos por tonelada, seguridad en las vías contra el «derecho de piso» del crimen organizado, y una banca de desarrollo rural que no sea un espejismo. Esta fórmula bloqueos selectivos y presión logística– ha funcionado antes, como en octubre cuando forzó mesas de diálogo efímeras. Pero ¿y si esta vez el tablero se voltea?
Este paro es el pulso de un campo agonizante que sostiene al 12% de la población activa (INEGI, 2025) y al 70% de las exportaciones agroalimentarias, pero donde el 60% de los productores sobreviven con ingresos mensuales por debajo de los 5 mil pesos. Imaginen: un agricultor en Sinaloa cosecha maíz a 3 mil 500 pesos la tonelada –un 40% por debajo del costo de producción, según el FNRCM, mientras el cambio climático azota con sequías que han reducido la siembra en un 15% este año (Conagua). Del otro lado, transportistas como David Estévez de ANTAC reportan 60 robos diarios de carga, con pérdidas anuales de 120 mil millones de pesos (Cámara Nacional del Autotransporte de Carga). «Sin nosotros, no hay comida en las mesas», claman Eraclio Rodríguez Gómez y Baltazar Valdez, líderes del FNRCM, en su conferencia frente al Palacio. Esta unión no es casual: el campo y las carreteras son venas conectadas; un bloqueo en la México-Querétaro o en la frontera de Tijuana no solo frena camiones, sino que expone la fractura de un México rural donde el 40% de la pobreza extrema se concentra (CONEVAL, 2024). Es un grito de clases medias precarias –campesinos endeudados y choferes asaltados– que trasciende lo sectorial: une a madres que no ven futuro para sus hijos en el agro y ha familias urbanas que pagan el precio de la inflación alimentaria, que subió un 8.2% en octubre (INEGI). En X, el eco es ensordecedor: posts virales llaman a un «paro indefinido» desde el 11 de noviembre, con hashtags como #RescateAlCampo que acumulan millones de vistas, reflejando un hartazgo que podría contagiar a maestros y estudiantes del movimiento de la generación Z, o el sector salud, como se rumora en convocatorias paralelas.
Políticamente, el 24 de noviembre huele a dinamita en el arranque de Sheinbaum, apenas a cuatro meses de su toma de posesión. El gobierno ya cedió en octubre con subsidios al maíz que los productores llaman «parche para empresarios», no para el pequeño agricultor, y mesas con Julio Berdegué en Sader que terminaron en «promesas incumplidas». Ahora, la toma de aduanas –anunciada como «presión máxima»– toca fibras sensibles: el T-MEC, que Sheinbaum defiende a capa y espada, podría tambalearse si se paraliza el flujo de granos básicos, exigiendo su exclusión para proteger la soberanía alimentaria. La oposición no pierde tiempo: el PAN y PRI, con figuras como Claudio X. González, aplauden desde la distancia, tildándolo de «victoria contra la 4T», mientras Morena contraataca acusando «infiltrados priistas» en los bloqueos, como se filtró en mañaneras pasadas. Ricardo Monreal, coordinador senatorial de Morena, ya advirtió «prudencia» en redes, evocando el riesgo de represión como en Ayotzinapa. Y no es paranoia: la Guardia Nacional, que tomó el control de casetas en 2023, podría desplegarse en masa, convirtiendo el paro en un pulso de poder que fracture la coalición gobernante. Si Sheinbaum ignora el llamado a diálogo directo –como exigen los líderes–, podría alienar al voto rural que le dio el 55% en 2024; si negocia, fortalece su imagen de «escuchadora», pero a costa de concesiones que irriten a su base ideológica. Las problemáticas que enfrentarán estos aliados del campo y el volante son un laberinto de espinas. Económicamente, un paro de 24 horas podría costar 2 mil millones de dólares en pérdidas logísticas (estimación basada en paros previos de CANACAR), con supermercados vacíos de frutas y verduras frescas, y un pico inflacionario que golpee a los más pobres –justo quienes apoyan el movimiento. Socialmente, la fatiga: en un país donde el 55% de las protestas como «ineficaces» (Latinobarómetro 2024), la polarización podría fracturar la alianza sí transportistas desertan por multas a concesiones o si campesinos radicales escalan a cierres totales, afectando ambulancias o particulares pese a las promesas. Políticamente, la cooptación acecha: acusaciones de «golpismo» desde Palacio podrían justificar intervenciones federales, mientras la desinformación en TikTok y X –con bots amplificando «fachos infiltrados»– diluye el mensaje genuino. Logísticamente, coordinar 500 mil en 25 estados sin líderes centrales es un caos: ¿quién vigila que no haya saqueos en aduanas? ¿Y si el crimen organizado, que cobra «piso» en esas mismas vías, aprovecha el vacío para asaltar convoyes varados? Finalmente, el vacío post-24: sin una ley de aguas inclusiva o precios publicados en el DOF, el ciclo se repetirá, agotando a una generación rural que ya emigró en masa a ciudades saturadas. Este paro no es solo por maíz o camiones; es por un México que se desangra en sus arterias productivas. Sheinbaum, con su doctorado en ingeniería, sabe que ignorar al campo es receta para el colapso: el 70% de la canasta básica depende de estos héroes anónimos. La pregunta es si optará por abrazos o balazos simbólicos. El 24, las carreteras hablarán: ¿será el rugido que despierte reformas, o el silencio de un gobierno sordo que acelera la ruina? Campesinos y transportistas, con sus manos callosas, nos recuerdan que la soberanía no se come en discursos.
¿Y tú, lector? ¿Te sumas al convoy de la dignidad, o esperas que el hambre te convoque? México no puede permitirse otro desvío.












