Entretenimiento

Se nos fue Quino, pero nos dejó a Mafalda

“¡Paren el mundo, que me quiero bajar!”

Mafalda. –El emblemático personaje de Joaquín Salvador Lavado Tejón “Quino».–

La irreverencia de Mafalda, una pequeña de 6 años, nos hizo entender, con una simpleza propia de la genialidad de su creador, que el mundo en que vivimos debe cambiar. Con su crítica aguda, llena de humor e ironía, Mafalda se enfrentó a las imposiciones, materializadas en la sopa, y a unos padres que le daban a la misma un valor que nunca supieron explicar, así como los gobiernos imponen sus narrativas, sus intereses, sus conflictos y sus decisiones, en aras del “progreso”. De este modo, Mafalda nos enseñó que es un error pensar que los niños deben prepararse para la edad adulta, por lo que, rompiendo dicho paradigma, hizo que los adultos volteáramos a ver nuestra niñez.

Hoy podríamos citarla fácilmente, frente a la realidad que vivimos, y remontarnos al momento en que aseveró que “lo peor es que el empeoramiento empieza a empeorar”. Pues si bien Mafalda dejó de publicarse en 1973, por los riesgos que representaba para la integridad del Maestro Quino su aguda crítica, su vigencia es inagotable. Sin duda, la de Mafalda es una sátira que no tiene caducidad.

Su autor, Joaquín Salvador Lavado Tejón “Quino”, fue siempre un hombre creativo e inquieto, de un humor insuperable y de una sensibilidad impresionante. Inició su carrera en el año de 1954, cuando publicó para Esto Es, de ahí las ofertas de trabajo no cesaron, Leoplán, TV Guía, Vea y Lea, Damas y Damitas, Usted, Panorama, el diario Democracia, entre otros, fueron apenas el inicio. Para 1963 ya tenía publicado su primer libro recopilatorio “Mundo Quino”, aunque para ese momento todavía no nacía Mafalda.

En 1964 fue invitado a crear un personaje publicitario, para una empresa llamada electrodomésticos Mansfield, pero afortunadamente dicha campaña no se concretó. Quizás en ese momento Quino sintió impotencia, pero el mundo les tenía preparada la inmortalidad a él y a Mafalda. Así, tras no prosperar la campaña publicitaria, Mafalda se comenzó a publicar en Leoplán el 29 de septiembre de 1964, luego en el diario El Mundo, en breve salió el primer libro recopilatorio, mismo que se publicó en Argentina y en pocos meses en el mundo entero. Desde entonces, Mafalda se volvió la vocera de muchos, mientras América Latina se preparaba para recibir a las dictaduras militares que azotaron la región. Pareciese que no entendimos lo que esa pequeña nos quiso decir desde aquel barrio de clase media en Buenos Aires. Otra vez los adultos desestimando los avisos de los niños.

Así, con una Mafalda que jugaba a las escondidas y un Quino que estaba en el autoexilio, Bordaberry y la Junta Militar gobernaban Uruguay, el desastre de Allende llevaba a Chile al desastre de Pinochet y, del mismo modo, Videla dominaba Argentina, dejando un legado de muerte y una polarización, que todavía hoy se vive en algunos de estos países. Y ante todo este dolor, América Latina recordó a Mafalda decirle: “Lo ideal sería tener el corazón en la cabeza y el cerebro en el pecho. Así pensaríamos con amor y amaríamos con sabiduría”.

Frente a un padre cuadrado y estresado, Mafalda siempre dijo: “¿Mandamos todos los días un padre para que esa oficina nos devuelva esto?”. Frente a Raquel, su madre, una ama de casa convencional y un entorno de educación familiar estricto y de pocas cuestionantes, en el que lo niños poco se expresan, Mafalda expresó: “Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre”… La discreción y timidez de Felipe nos enseñó que detrás de una personalidad débil, se pueden esconder grandes cualidades y existir sueños que contrastan con lo que vemos. Manolito nos enseñó que la ambición puede no estar acompañada de malicia, que el trabajo puede muchas veces más que otras cualidades y que un conservador cabe en un mundo con distintas visiones y aristas. Susanita encarnó muy bien la frivolidad y los sueños de las mujeres no liberalizadas de la época, donde el matrimonio y la moda valían más que la independencia y la capacidad de asumir otros roles. Miguelito es un soñador inmerso en un mundo de prejuicios, frente a una familia que le educó en la defensa de Mussolini, lo que siempre discrepó con su ímpetu por filosofar; sin duda la dureza enseñada, podía menos que su humildad natural. Guille presentaba cierta irreverencia, pero su gusto por la sopa, a la que Mafalda se revelaba, nos enseñó que la liberalización es un proceso largo y complejo, lo cual se entiende al ser el menor de la pandilla. Y, por último, Libertad nos enseñó que la ruptura y las ideas antisistema requieren muchas veces de un carácter incendiario y de una enorme capacidad de disrupción. 

Sin duda, Quino nos enseñó, con estos pequeños como medio didáctico, la complejidad de nuestras sociedades y la importancia de la pluralidad y la tolerancia. Ironizó, con estas posturas infantiles, genuinas e irreverentes, para hacernos entender que el mundo requería, y sigue requiriendo, cambios de paradigmas. Señaló a la frivolidad como error, al realismo como fuente de las preocupaciones, a la pasividad como el mayor de los problemas e hizo un enorme énfasis en lo imperativo de buscar e impulsar cambios.

Quino es de esos personajes a los que el mundo no debería darles el derecho de irse, pues dejan al Planeta sin una guía. En fin, gracias Quino por tu legado y por dejarnos a Mafalda y a su pandilla para enseñarnos a dejar de ser “problemólogos” y volvernos “solucionólogos”. Hoy nos preguntamos, como lo hacía Mafalda, si “¿no será más progresista preguntar dónde vamos a seguir, en vez de dónde vamos a parar?”… y frente a lo que hoy vivimos muchos decimos: ¡Paren México, que millones nos queremos bajar!

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