Opinión

¿Y si humanizamos la tragedia?

De humanizar la tragedia, los muertos serían personas y no una estadística. El dolor sería nuestro y no un número de folio. Una madre que pide justicia sería un motivo de reflexión y no una loca. Quienes gritan serían oídos y no reprochados. De hacerlo, frente a decenas de miles de muertos, tanto por una enfermedad, como por una metralla, nuestro «líder» sería sensible y no un ausente.

De humanizar la tragedia, las malas decisiones serían consideradas crímenes y no serían avaladas; en las calles y en el púlpito de las mañanas, habría empatía y no división. Porque una lágrima no debe secar rápido, como tampoco un grito desgarrador debe ser ignorado. Un doctor debe ser exaltado como un héroe y un corrupto castigado sin demora. Pero si no somos capaces de ver personas en las víctimas, menos veremos la justicia en nuestros actos.

Si humanizáramos la tragedia, velaríamos por los que tienen hambre y abrazaríamos y besaríamos a los que han perdido a alguien. Defenderíamos a los despojados y no existiría la peor hambre que existe, que es el hambre de justicia.

En el silencio México lo dice todo y no dice nada, pues sus voces se apagan frente al insaciable ímpetu de que se escuche una sola voz. Lo errático es el rumbo y la opacidad el jinete que monta a la yegua de la mezquindad… misma que se desboca en el sendero de la desesperanza.

– ¿Y si humanizamos la tragedia?, grita una loca sin voz, que es escuchada por un sordo que no ve y que es replicada por un mudo que no oye… y así se leen las cifras maquilladas de mentiras. Así se ve un número, que a parecer no tiene nombres y mucho menos historias que contar, frente a un pueblo que ya normalizó el dolor, la violencia, la indignidad y el permanente despojo.

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Miramos hacia arriba y el tlatoani es un idiota, incapaz de ver la realidad. Los otros datos le endulzan sus mañanas, mientras la verdad azota nuestras vidas. Y ante la ignominia, las voces pardas se pierden entre los estruendos, ya no hablemos de las voces suaves. La esperanza llegará hasta que a lo lejos esas voces, las pardas y las suaves, empiecen a escucharse… y así nacerá un coro que empezará a entonarse, aunque no tenga batuta, pero sí de aliciente la indignación.

Cuando logremos humanizar la tragedia, loco será el que calle y avale, no el que grite y exija, pues ante casi 56 mil muertes por la pandemia y 58 mil por la violencia, el dolor debe hacerse oír. Ante el dolor queremos justicia, ante la incapacidad otro rumbo y ante la indiferencia, una luz que permita nos veamos. En verdad, humanicemos la tragedia.

David Agustín Belgodere

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