OpiniónPolítica

Una historia de terror y corrupción

David Agustín Belgodere

Imagínate que eres el sostén de tu familia y tu empresa da cientos de empleos, por lo que eres indirectamente responsable de que decenas de familias tengan el pan en la mesa. Vendes alimento para una dependencia de gobierno y de repente te dejan de pagar, sin explicación alguna. Cuando te acercas a querer solucionar dicha situación, que ya es un problema para ti, te piden dinero para sacar tu pago y te condicionan la continuidad de tu contrato a una “aportación” en efectivo ($150 mil pesos) por adelantado y un porcentaje (15%) del monto total de tu contrato, mismo que tendrás que pagar mes a mes. Esto, evidentemente, altera tus números, pero lo consideras, pues buscas no perder tu empresa y no dejar sin empleo a tus trabajadores y sin manutención a tu familia. Al final del día accedes y te vuelves víctima de esta extorsión, pues tienes mucho en juego.

Llegas a finales del año 2019 y a tus captores (pues eso se vuelven los gobiernos corruptos, captores del empresariado) no les basta con pedirte el entre inicial, ahora quieren la totalidad del moche (entiéndase: los $150 mil pesos y el 15% del monto total del contrato) por adelantado, con el fin de renovarte el contrato para el año siguiente.

Las presiones son intensas: acoso, llamadas y amenazas se vuelven el pan de cada día. Un supuesto comandante te exige diariamente, con llamadas violentas y amenazantes, pagar ese dinero. Te sientes como si los Zetas te cobraran piso, pero ante la disyuntiva de perderlo todo o acceder a esta extorsión, terminas cediendo. Das la totalidad del dinero a este supuesto comandante, que desde la oficina contratante te designaron como «negociador», y el nuevo contrato nunca llega.

Reclamas y te dicen que el dinero nunca llegó, alegan que la persona que ellos mismos designaron para cobrar el moche desapareció y se niegan a cumplir con su parte, aunque diste una cantidad enorme de dinero (varios millones de pesos). En consecuencia, denuncias, tanto a la delegada de la dependencia en dicho estado, como a la titular del área, quien en dos ocasiones estuvo presente en estas «negociaciones» y perfectamente supo de este «acuerdo» (extorsión).

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Tu denuncia trasciende en los medios, por la notoriedad de dicho personaje, y tu vida se vuelve una pesadilla, pues te vuelves víctima de amenazas e incluso sufres un atentado, mismo de que el blindaje de una camioneta impide que sea fatal.

A los pocos meses eres detenido y encarcelado, te culpan, sin mayores pruebas, salvo el dicho de un extorsionador (el famoso comandante al que le diste millones de pesos), de privación ilegal de la libertad. Tras la detención descubres que dicho personaje es la pareja sentimental de la funcionaria que te pidió los moches. Tu futuro se vislumbra sombrío, pues entiendes que hay una consigna en tu contra, ya que al régimen no le gustó que señalaras de corruptas a dos de las suyas. La venganza por tus denuncias pudo costarte la vida y hoy te cuesta la libertad, lo cual es una reacción desmedida, frente a un flagelo que nos lastima a todos: la creciente corrupción en nuestro país. Ni el PRI en sus peores momentos se habría atrevido a tanto.

Así de terrorífica y de escalofriante es la historia que cuentan dos empresarios veracruzanos, quienes señalaron la práctica de los moches dentro de la CONADE.

Así, como estos señalamientos, tenemos hechos, como: la exoneración de Bartlett, la impunidad para Lozoya, la no licitación del casi 80% de los contratos que otorga el gobierno, los señalamientos de los malos manejos del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, la conservación de una contralora que no puede explicar sus cuantiosos y costosos inmuebles, etc., que hacen notorio que la corrupción no se acabó, al contrario, crece día a día.

En fin, estamos en un país donde hasta Transparencia Internacional y el propio INEGI han señalado que la corrupción aumenta día a día, lo que nos da día a día historias de terror.

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