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Nos alejamos del fin de la #pandemia

La salida de la Dra. Asa Christina Laurell de la Subsecretaría de Integración y Desarrollo del Sistema de Salud fue escandalosa y sus palabras fueron muy duras: “Necesitamos funcionarios que conozcan la realidad del país, no puede ser que uno está sentado en la Ciudad de México y no conozca lo que son los problemas reales que tiene el país. Yo no estoy viendo ese pensamiento estratégico y por tanto decidí presentar mi renuncia… y también por la enorme presión que ejerció el secretario (Alcocer) para que renunciara… lo que estoy viendo es la ignorancia sobre el sector salud del titular del INSABI, que nunca ha trabajado en salud y se ve que tampoco se puso a estudiar cuales son los problemas, entonces yo no quiero dar mi aval a esa política de salud”.

Y de ahí parto para hacer esta crítica sobre el mal manejo de la pandemia, misma que, en palabras de López-Gatell, terminaría el jueves pasado. Para entender ese mal manejo que el gobierno mexicano ha tenido de la pandemia que estamos sufriendo, debemos de entender que lo anterior es resultado de dos cosas que han sido desatendidas: La salud social y sus determinantes y nuestro derecho a la salud.

¿Qué es la salud social? ¿Cuáles son sus determinantes? Y ¿Qué es el derecho a la salud?

El concepto de salud social podemos entenderlo como: la habilidad para la adaptación y la autogestión ante los cambios y desafíos del entorno o como la capacidad para desarrollar relaciones satisfactorias con otras personas. Y sus determinantes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), son: Las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud. Esas circunstancias son el resultado de la distribución del dinero, el poder y los recursos a nivel mundial, nacional y local, que depende a su vez de las políticas adoptadas (Fuente: Website de la OMS).

El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Organización de las Naciones Unidas, por su parte, establece, en su numeral 12, que: “toda persona (tiene derecho) al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental” y que “entre las medidas que deberán adoptar los Estados Partes en el Pacto a fin de asegurar la plena efectividad de este derecho, figurarán las necesarias para: (…) c) La prevención y el tratamiento de las enfermedades epidémicas, endémicas, profesionales y de otra índole, y la lucha contra ellas; d) La creación de condiciones que aseguren a todos asistencia médica y servicios médicos en caso de enfermedad”.

Dicho lo anterior, y más allá de criticar el trato dado a la enfermedad del Covid-19, entendamos que ese derecho fundamental a la salud (el modo en el que el ser orgánico ejerce normalmente sus funciones) no ha sido salvaguardado y que el tratamiento que el gobierno de la 4T ha dado al cuidado de nuestro sistema de salud, a la distribución de la información relativa a la salud social, a la distribución de los recursos para nuestros sistema de salud y para afrontar la pandemia y sus consecuencias y respecto a las medidas y atención médica ha sido por demás lamentable y censurable.

En esta lógica, es claro que, si el diagnóstico inicial frente a la pandemia era errado, todo el planteamiento para enfrentarla también lo sería. Recordemos que estábamos viviendo un momento de gran tensión, tras la desaparición del Seguro Popular y el nacimiento del INSABI, y entendamos que la base para que una estrategia y/o política pública sea exitosa, es el reconocimiento de nuestra realidad. En contraposición, el gobierno de la 4T promovió dicho instituto y sus decisiones como la panacea, como si realmente hubiera cumplido su promesa de darnos un sistema de salud parecido al nórdico, y eso está muy lejos de la realidad

En fin, hace unos días, como ya comentaba, sería el fin de la pandemia. En contraposición, hoy tenemos más de 26 mil muertos (según cifras oficiales) y una curva que no se aplana. Ante esto, López-Gatell aseguró que el hecho de que se haya alargado la pandemia es “un éxito” de su estrategia.

En fin, un diagnóstico erróneo, una estrategia de salud a la que ni los más cercanos del presidente López quieren dar su aval y un mensaje erróneo, nos alejan del fin de la pandemia.

David Agustín Belgodere

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