El ladrillo lleva siendo una pieza integral de nuestra sociedad desde el 7000 antes de Cristo. En aquella época, los ladrillos de adobe eran la norma, pero en el 4000 a. C. descubrimos que, si cocíamos la mezcla a alta temperatura en lugar de dejar que secaran al aire, el material resultante era mucho más manejable, fácil de transportar y duradero. Junto con el hormigón, es la base de nuestras ciudades y, aunque no es tan contaminante como este, el proceso de fabricación del ladrillo también emite CO₂ a la atmósfera.
Alguien se ha propuesto cambiar eso y, de paso, reinventar el ladrillo. ¿El truco? Volver al adobe de hace 9.000 años. Bueno, más o menos.
Reinventando el ladrillo. Es evidente que en la búsqueda de reducir las emisiones, debemos encontrar una forma de que construir no salga tan caro en la factura del dióxido de carbono. No es solo que fabricar ladrillos y hormigón sea un proceso contaminante, sino que crear acero, que también es clave (que se lo digan a The Line consumiendo el 20% del acero mundial) es extremadamente nocivo. Es por eso que se están investigando formas de reducir el uso del hormigón acudiendo a la madera o producir acero de forma algo más sostenible.
Y con el ladrillo pasa más de lo mismo. Ladrillos sustitutivos del hormigón que son más resistentes y biológicos, ladrillos-grapa que no necesitan hormigón, de madera para atrapar CO₂ y hasta los de terracota 2.0.
La fórmula mágica. A esa lista hay que sumar un nuevo tipo de ladrillo: el de adobe de nueva generación. Tavs Jorgensen es un investigador que trabaja en la Universidad de West England, en Bristol, y acaba de presentar un método para crear ladrillos de adobe cuya fabricación es sostenible y no requieren mortero para su unión. Como vemos en Dezeen, el proceso de Jorgensen consiste en crear ladrillos que se pueden apilar en patrones entrelazados para formar uniones resistentes gracias a una forma muy caprichosa de los mismos.
La base de los mismos es la arcilla, pero el ingrediente clave es el cáñamo. El investigador comenta que experimentaron con otras cifras, arcillas y rellenos, pero al final se quedaron con la arcilla, el agua y el cáñamo como ingredientes para estos ladrillos sostenibles debido a la resistencia cuando secan. Salvando las distancias, estas fibras vegetales actúan como lo hace el acero en el hormigón armado.
Multiusos. Algo curioso es que hay dos versiones de estos ladrillos, pensadas para su uso en diferentes ambientes o estancias. Por ejemplo, para un uso en exterior o en construcciones que necesiten soportar una gran cantidad de peso, los ladrillos «pesados» se hacen con una parte de arena, una de arcilla, agua y se le añade una mezcla de paja de cebada como aglomerante. Para los ladrillos «ligeros», la mezcla es mucho más simple: dos partes de arcilla líquida y tres de caña del núcleo leñoso de la planta de cáñamo.
Impresión 3D. En el vídeo que dejamos sobre estas líneas se puede ver el otro componente principal de estos ladrillos sostenibles: el molde. Fabricar ladrillos de adobe es «complejo» debido a la cantidad de mano de obra y maquinaria necesaria para que tengan la forma adecuada. Sin embargo, el equipo de Jorgensen ideó una serie de moldes impresos en 3D que permiten dotar al ladrillo de esas formas caprichosas y geometrías complejas para facilitar todo el proceso.
Con el uso de estos moldes, es como si estuviésemos jugando con los típicos juguetes de plastilina que permiten obtener diferentes patrones en función del orificio de salida. «Queríamos explorar conceptos de diseño nuevos con los moldes de los ladrillos, particularmente formas de ladrillos entrelazados para evitar la necesidad de construir con mortero, que suele ser el punto débil de las construcciones con ladrillos de arcilla», comenta Jorgensen, quien continúa afirmando que «al utilizar matrices de extrusión impresas en 3D, pudimos realizar una exploración rápida y de bajo costo de esas ideas».
Ladrillos sin cocer. ¿Y qué parte del proceso es la respetuosa para el medio ambiente? Hechos los moldes 3D, todo lo demás, en realidad. Los materiales son sostenibles y lo interesante es que, al ser ladrillos creados con tierra y paja —básicamente—, no hace falta cocerlos. Es por ello que las emisiones de carbono son extremadamente bajas comparadas con la industria actual del ladrillo que necesita cocer la arcilla y los demás minerales a temperaturas de más de 350 grados centígrados.
Jorgensen explica que el papel de las fibras de cáñamo es el de «pegamento»: «las fibras unen el material, por lo que no es necesario cocerlo. Al evitar esto, los ladrillos de adobe son un material de construcción con muy bajas emisiones de carbono», comenta el investigador.
Recirculación. No solo el ladrillo de Jorgensen es más sostenible, sino que el proceso de construcción también es sencillo y, además, son reciclables. Ya se están explorando ideas para que, cuando un edificio deja de ser útil, podamos recuperar gran parte de sus materiales, pero la idea con estos ladrillos sería, literalmente, derretir la construcción.
«Los ladrillos de adobe sin cocer también se pueden devolver fácilmente al estado crudo de los componentes, ya que son solo tierra y fibras, de modo que se puede lograr una circularidad completa del material sin desperdicio alguno», comentan los responsables.
Ahora, como siempre decimos, cuando se presenta un nuevo material de este estilo, solo hace falta que la industria de la construcción empiece a adoptarlo de forma masiva ya que, de otro modo, no servirá de nada.
Imágenes | Dezeen (YouTube)