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Una macrofactoría millonaria quiere revolucionar el textil desde Galicia. Galicia no está tan segura de quererlo

Con el recuerdo aún reciente de la crisis de los pellets, Galicia afronta una nueva polémica de resonancias políticas, económicas y ambientales. Y en esta ocasión a cuenta de un protagonista inesperado: el lyocell, una fibra semisintética usada en la industria textil. Sus defensores la presentan como un material sostenible, pero ni ese argumento ni la promesa de generación de miles de empleos e inversiones millonarias ha evitado que los planes de montar una gran factoría dedicada a su producción en Lugo hayan desatado una agria (y sonora) controversia. El motivo: hay quien considera que la fábrica será una «bomba medioambiental».

La pregunta del millón a estas alturas es… ¿Por qué parte de la sociedad y el arco político gallego ve con recelo un proyecto que —reivindican sus responsables— le permitiría aglutinar el 3% de la producción mundial de fibra textil sostenible?

Una megafactoría en Lugo. Eso es lo que pretende montar la corporación portuguesa Altri en Palas de Rei, una localidad de la provincia de Lugo de poco más de 3.300 vecinos. Y lo de la etiqueta «megafactoría» está justificado en esta ocasión: la inversión inicial ascendería a unos 900 millones de euros y el complejo generaría 2.500 empleos, entre directos (500) e indirectos (2.000), además de 4.000 durante las obras. Al año prevé fabricar además 200.000 toneladas de lyocell, un «tejido artificial y ecológico fabricado de pasta de madera».

En un intento por mostrar la ambición del proyecto lucense, en enero 2023 el director ejecutivo de Altri, José Pina, compartía un dato elocuente: «Se prevé que la futura fábrica sea responsable de alrededor de un 3% de la producción mundial de fibra textil sostenible, lo que equivale a poner en el mercado 200.000 toneladas del material anualmente». Poco antes, en diciembre de 2022, la compañía ya había logrado que la Xunta declarase la factoría como «proyecto industrial estratégico» para la región, una etiqueta que, entre otras cuestiones, agiliza su tramitación.


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¿Y qué producirá? He ahí una de las claves de la polémica. Como parte de su tramitación, hace un mes escaso el Diario Oficial de Galicia (DOG) publicó datos detallados sobre el proyecto que reflejan el músculo industrial de la futura planta, que se presenta a sí misma como un complejo «de fibra textil a base de celulosas». Y en concreto hay dos cifras que han generado recelo. Al describir su actividad, sus impulsores precisan que se alcanzará una capacidad final de producción de 400.000 toneladas anuales de celulosa y 200.000 de tejido lyocell.

Es más, la producción de esta última fibra semisintética será también mínima durante la fase inicial de la planta, cuando se estima que se producirán 250.000 toneladas anuales de celulosa y 60.000 de lyocell. Para alcanzar esos volúmenes de actividad sus responsables calculan que necesitarán en un principio alrededor de 1,2 millones de metros cúbicos de madera de eucalipto cada año.

«Es en realidad una macrocelulosa». Con esos datos, el Bloque Nacionalista Galego (BNG) ha advertido de los riesgos de un proyecto que, en su opinión, no se corresponde exactamente con lo que se anunció en 2022, cuando logró el aval de la Xunta y la consideración de «proyecto industrial estratégico». La pregunta clave es muy sencilla: ¿Qué producirá exactamente la planta, y en qué cantidades?

Hace poco su diputada Rosana Pérez lamentaba que el Ejecutivo regional hubiese comprometido en su día «una factoría de fibras textiles», cuando, «según la propia empresa, será en realidad una macrocelulosa». De ahí que el BNG haya avanzado su intención de exigir «todas las explicaciones» para aclarar cuál sería el impacto real de la planta de Altri tanto en el río Ulla como en la Ría de Arousa.

«Es una nueva estafa que puede suponer el tiro de gracia para una ría que ya está en un proceso de continua caída productiva y pérdida de puestos de trabajo en la pesca, el sector del mejillón y el marisqueo», recalca Pérez antes de recordar que en tres años la ría de Arousa ha perdido 200 mariscadores. Sus recelos parten de otro dato recogido en la ficha de la futura planta: prevé la captación de agua en el embalse de Portodemouros con un caudal de 46.000 metros cúbicos al día.

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Gráfico de la compañía sobre su uso del agua.

División de opiniones. Aunque de momento es solo eso, un proyecto que avanza en su tramitación, la planta de Palas de Rei puede presumir ya de tener una historia llena de giros argumentales. Su inicio no pudo ser mejor. En febrero de 2022 el Parlamento gallego respaldó en bloque, con votos a favor del PSdeG, BNG y PPdeG, una iniciativa del PP que buscaba precisamente apoyar la factoría con la esperanza de que lograse captar fondos comunitarios Next Generation.

Desde entonces esa unanimidad se ha resquebrajado por completo, tanto en el Parlamento como a nivel institucional y en la propia calle: la Diputación de Lugo se ha posicionado en su contra, al igual que Greenpeace, que no habla de una factoría de fibra textil sostenible, sino de «una descomunal planta de celulosa» que tragaría «más de 46 millones de litros de agua, tanto como la provincia de Lugo». 

Diferentes colectivos ecologistas y vecinales de la comunidad también han mostrado su preocupación, cuando no trasladan su rechazo al proyecto.

«Fibras sí, celulosa no». En el meollo de la disputa está el enfoque de la compañía. A qué se dedicará exactamente y cuál será su impacto en el entorno y sobre otras actividades, como la pesca. Lo trasladaba con claridad meridiana hace poco el presidente de la Diputación de Lugo desde 2019, el socialista José Tomé: «Industria limpia sí, fibras textiles sí, celulosas no. No queremos un engaño».

El rechazo o los recelos no son por supuesto unánimes. El sindicato CCOO ha pedido «cordura y diálogo» al debatir sobre una planta que no ve con malos ojos y el PP insiste que se trata de un «proyecto de economía circular» y garantiza que tendrá que cumplir con «toda la normativa medioambiental y técnica».

¿Y qué dicen sus impulsores? Detrás del proyecto está Greenfiber, sociedad impulsada por la multinacional lusa y que, lógicamente, ha visto cómo el avance de la tramitación quedaba marcado por la polémica. Hace unas semanas la compañía llegó a suspender una charla informativa con vecinos al considerar que había una «actitud agresiva». Para aclarar dudas sobre su iniciativa y qué pretende hacer en Palas de Rei acaba de lanzar una página web informativa en la que asegura que en la futura planta de Lugo no se producirá celulosa destinada a papel, sino que se extraerá celulosa de la madera para su uso en fibras textiles o solubles.

«Se fabricarán dos productos finales a partir de la madera del eucalipto, ambos de base celulósica y, por consiguiente, biodegradables. Uno de ellos serán las fibras solubles para aplicaciones textiles, que se venderán solamente a industrias del sector textil y que no sirve para las ‘habituales’ industrias papeleras. Otro será el lyocell, una fibra textil con la misma base celulósica, que se producirá en la misma planta utilizando directamente el primer producto como materia prima», insiste.

Centrando el foco en lyocell. Greenfiber insiste en enfatizar su futura capacidad para producir lyocell, «un tejido sostenible muy atractivo», recalca, con fibras textiles 100% biodegradables. La empresa garantiza además que durante su elaboración no se usa cloro, ni disolventes tóxicos y la huella de CO2 es mínima.

«La fábrica está diseñada para llegar a producir anualmente un máximo de 400.000 toneladas de fibras solubles que es la materia prima para aplicaciones textiles, de las cuales 200.000 t serán destinadas directamente a producción de Lyocell y/o otras fibras textiles. El objetivo es que en futuro se pueda integrar la totalidad de las fibras solubles en producción de lyocell», avanza la empresa.

Hay estudios que calculan que el mercado mundial de telas lyocell se valoró en 543,4 millones de dólares en 2022 y podría alcanzar los 778,1 millones de dólares en 2030, con una tasa compuesta anual del 5,3%. A menudo se presenta como un nuevo material sostenible para el sector, si bien se registró hace ya 40 años.

La huella ambiental. Sus explicaciones no han evitado que surjan ciertos recelos. Hoy mismo elDiario.es indica que en su recién estrenada web Greenfiber admite que su actividad tendrá cierto impacto medioambiental en su entorno. 

Para ser más precisos, la compañía desliza que la planta está diseñada para usar –»no consumir», subraya– hasta 46.000 m3 diarios y que el agua que devuelva al río puede variar su temperatura. «Tal y como contempla la ley, el proceso garantiza que el agua retornada al río, al mezclarse con el caudal natural, no provocará una variación de la temperatura del mismo mayor de 3º, por encima o por debajo».

La empresa reivindica también que su presencia en Lugo no implicará un aumento del eucalipto en Galicia, ya que no necesita incrementar las plantaciones actuales.

Imágenes | Altri y Greenfiber

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