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Análisis

Por: Tomás Flores Rosales

  • AMLO, “bien y de buenas”.
  • “El muerto que vos matáis, goza de cabal salud”.
  • Presidencialismo se alza con otra batalla a su favor.
    Bien y de buenas dijo que estaba Andrés Manuel López Obrador ayer por la tarde cuando desde Palacio Nacional difundió un video ofreciendo su peculiar plática relativa a episodios de la historia de México que a su estilo conoce y narra.
    La verdad se observa un mandatario tolerante, prudente quizá por el momento, y como reflejo también de su real estado de salud.
    López Obrador es una persona ya avanzada en edad, testigo de sus propios éxitos y fracasos en su carrera como político, nada extraordinario se podría decir de un hombre cuyos aprecios se proyectan en sondeos serios que se efectúan a todo lo largo y ancho del país.
    En la pasada entrega de este Análisis se abordó precisamente el tema del presidencialismo que a “rajatabla” se impuso en el régimen de gobierno mexicano cuando por más de 70 años dominó una elite anidada en el hoy decadente Partido Revolucionario Institucional (PRI).
    Si le va mal al presidente, le va mal a México, podría constituir una trillada frase armada, pero no, es verdad que eso ocurriría si algo le sucediera al primer mandatario del país, producto del agudo presidencialismo que habrá de fenecer con el tiempo, al mismo ritmo que fue moldeándose en México, luego entonces aplica, pues, eso de que “el muerto que vos matáis, goza de cabal salud”.
    Huelga precisar entonces que si bien el “presidencialismo” permea aún con fuerza en rededor del sistema político mexicano, debe entenderse por igual que la admiración de millones de mexicanos al jefe del Ejecutivo federal podría ser similar a lo que experimentaron otros mandatarios mexicanos en el clímax de todo su poder, entendido este como aquel que acumulan cuando tienen sobre su pecho la banda presidencial.
    Quizá por el momento se entienda que Andrés Manuel López Obrador es “adorado” casi como un dios, es verdad que eso ocurre, pero es lo mismo que también millones de mexicanos profesaron con la mayoría de sus antecesores producto, precisamente, del presidencialismo al que insiste anotar esta columna.
    No hay mexicanas ni mexicanos que en el rancho o allende las fronteras no quieran idolatrar al presidente de México no importando el personaje o el nombre que sea, es verdad que Andrés Manuel López Obrador vive el momento como lo hicieron sus iguales anteriores, y eso ocurrirá también con quien lo suceda en Palacio Nacional, sea hombre o mujer, porque el presidencialismo en México no tiene fronteras, a la figura presidencial se le prende incienso, se le respeta y se le quiere independientemente sus apellidos sean López Obrador.
    Por eso bienvenido el primer mandatario del país, debe terminar con su encomienda, seguramente más consciente de su realidad física y más reflexivo en el sentido de que una inmensa mayoría de connacionales adora al presidente, llámese como se llame y apellidase como apellidase. El presidencialismo mexicano sigue vivo y se alzó con otra batalla a su favor contra el Covid-19, justo como se analizó aquí sucedería.

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