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‘Ver el ultrasonido antes de abortar fue el momento más duro de mi vida’

Ciudad de México.- En la siguiente crónica, Paola de la Torre* narra una de las experiencias más difíciles de su vida. Además, nos invita a alzar la voz y tratar un tema que muchos evitan. El aborto es una realidad, está en nuestras manos lograr que exista información accesible y apoyo para todas las mujeres:

En el 2017, en la Ciudad de México, 135 mil 99 pacientes asistieron a clínicas oficiales para realizarse un aborto. La cifra es escalofriante al compararla con otros estados de la república, donde van de 16 paciente hasta 49 mil 506. La mayoría de los ILE (interrupción legal del embarazo) son realizados en mujeres menores de edad. Todo el trámite funciona con un número. Yo fui la número 148488 de la clínica Mary Stopes.

Con este número te identifican los doctores y el sistema. Tengo 23 años, soy estudiante, tengo una pareja estable y les voy a contar paso a paso el proceso al que me sometí cuando me enteré de que tenía cinco semanas de embarazo. Todo empezó el día de mi cita, el 22 de febrero de 2018 a las cinco de la tarde. Llegando al establecimiento me pidieron mi número de folio, pasé a la sala de espera con mi pareja y ahí fue donde todo empezó.

Una doctora bajo por mí, me preguntó si quería pasar sola o acompañada. Decidí que no quería entrar sola, así que mi pareja me acompañó. Cuando entramos al consultorio me hicieron varias preguntas: si era fumadora, si ya había pasado por esto, mis motivos, si estaba segura… Yo no estaba segura, una parte de mí pensaba que no podía tenerlo, no tengo nada que ofrecerle a una persona tan pequeña, tan vulnerable. Pero otra parte de mí quería pasar por esa etapa, quería sentir ese amor incondicional, quería ser mamá. La doctora me pidió que me pusiera una bata, me recosté en la cama junto a la máquina de ultrasonidos y ella comenzó el examen. Primero me hicieron un ultrasonido transvaginal para ver cuántas semanas de embarazo tenía, además, debían medir mi cuello uterino, entre otras cosas. Me dijo “tienes cinco semanas de embarazo” y me enseñó la pantalla.

El momento más duro de mi vida.

En la pantalla se veía una pequeña esfera, ese era mi bebé, ese era el “producto”, como los doctores lo llaman. Me comentó que a la sexta semana, el producto empieza a desarrollar latidos, que estaba a tiempo de realizar el procedimiento. Caí en un llanto inimaginable, no podía entender por qué a veces la vida te pone en esas situaciones.

¿Cómo sabes si es lo correcto? ¿Cómo sabes que estás segura? No lo sé, son preguntas que hasta el día de hoy no he podido responder, ni siquiera puedo entenderlas.

Me pidieron que me vistiera y pasara de nuevo a la silla donde me habían realizado las preguntas. Me explicaron el procedimiento y los medicamentos que iba a ingerir. Todo lo hicieron bien, respondieron todas mis dudas, me preguntaron varias veces si estaba segura o no de mi decisión, me apoyaron.

Ese día dentro del consultorio tuve que tomarme una pastilla, la primera de muchas. A las 5:20 de la tarde la tomé, me hizo efecto de inmediato y empecé a sentir cólicos, lo que significaba que el producto empezaba a desprenderse de mi útero. Al tomar esa primera pastilla no hay vuelta atrás. La doctora me indicó que la siguiente pastilla era dentro de 36 horas. Primero fueron dos pastillas de ketorolako sublingual, las cuales tuve que dejar bajo mi lengua hasta que disolvieron; después de cuatro horas me tocaba otro medicamento, fueron cuatro pastillas del tamaño de una aspirina colocada entre mis muelas y mejillas, las tuve ahí por 30 minutos; después me las pasé con un poco de agua, eso fue a las 4:39 am. A las 5:19 de la mañana comencé a sentir cólicos fuertes, pero decidí no tomarme el ibuprofeno. A las 5:24 am empecé a sentir escalofríos —uno de los efectos secundarios—, a las 5:27 am los escalofríos se van y empieza la temperatura. Me asusté, estaba sola. Me quedé dormida y hasta el siguiente día me di cuenta de que ya presentaba sangrado. Y ese sangrado me duró más de 10 días.

Esta historia parece una experiencia tranquila y en efecto lo fue. No padecí mucho dolor o efectos secundarios, todo fue muy rápido. Pero lo que sucedió en un nivel emocional ha sido lo más doloroso de mi vida, nunca pensé sentirme así, pasar por esa situación.

Esto no se trata de estar a favor o en contra; esta es la realidad que muchas mujeres y niñas viven día a día. Dejemos de evitar el debate, dejemos de hacernos a un lado o evitar el tema porque nos incomoda. No esperemos a tener que pasar por esa situación para enfrentarnos a una realidad innegable.

A pesar de que abortar sea la decisión más acertada para muchas mujeres, esta acción continúa siendo juzgada de manera exacerbada. Sólo quien esté en esa situación puede comprender el peso y valor de cada una de las razones por las que abortar se convierte en la única opción.

No importa si el mundo está en su contra, esa elección no afectará a nadie más que a la persona implicada.

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