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Ucrania ha convertido un dron bombardero en la mayor pesadilla rusa. Cuando llega la noche nadie está a salvo

En el folclore eslavo, Baba Yaga es una figura ancestral asociada al miedo nocturno, una bruja que devora cráneos y vuela en la oscuridad, castigando a los imprudentes y habitando un territorio donde las reglas normales dejan de aplicarse. No es un monstruo espectacular ni al uso, sino una presencia persistente, inquietante, imposible de ignorar. 

Ucrania la recordó… y la transformo en dron. 

La pesadilla en la guerra. Esa carga simbólica explica por qué el nombre no nació en la propaganda ucraniana, sino en los propios canales rusos: cuando los soldados empezaron a describir ataques nocturnos que caían casi en silencio desde el cielo, el imaginario colectivo hizo el resto. 

Hoy, “Baba Yaga” no designa a una criatura de cuento, sino a una familia de drones bombarderos pesados ucranianos que han transformado la noche del frente en un espacio hostil permanente para las fuerzas rusas.

Qué es realmente un Baba Yaga. Bajo esa denominación se agrupa una clase entera de multicópteros pesados, muchos de ellos derivados de plataformas agrícolas y otros diseñados ya con fines militares, capaces de transportar desde 15 kilos en sus versiones más comunes hasta varias decenas en configuraciones mayores. A diferencia de los FPV kamikaze, los Baba Yaga son sistemas reutilizables, concebidos como bombarderos aéreos propiamente dichos. 

Pueden lanzar minas de mortero, cargas de fragmentación, munición adaptada o incluso minas anticarro reconvertidas con una precisión notable desde varios cientos de metros de altura. Su rasgo distintivo no es solo la carga, sino la combinación de sensores térmicos y ópticos que les permite operar de noche, con niebla, lluvia o viento, y seguir siendo eficaces allí donde los drones ligeros empiezan a fallar. Esa capacidad ha hecho que pasen de ser un complemento táctico a convertirse en una pieza estructural del dispositivo ucraniano.

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Un Baba Yaga capturado por las fuerzas rusas

La noche deja de ser refugio. Durante meses, las trincheras, los refugios de hormigón o los edificios fortificados ofrecían a la infantería rusa una sensación relativa de seguridad frente a la artillería y los drones ligeros. Los Baba Yaga rompen esa lógica. Si un punto aparece marcado en una imagen térmica o en un mapa de reconocimiento, ninguna cubierta garantiza la supervivencia. 

Un solo dron puede realizar ataques en cascada, soltando munición de forma sucesiva y desmantelando una posición sección por sección. El efecto es acumulativo: no solo destruye material, sino que obliga a las unidades a dispersarse, a rotar con mayor frecuencia, a invertir tiempo y recursos en camuflaje y fortificación, y a evitar concentraciones de tropas o vehículos. En una guerra de desgaste, ese cambio de comportamiento es tan importante como la destrucción directa.

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De arma táctica a sistema mayor. Aunque nacieron como una solución de corto alcance, los Baba Yaga se han integrado en operaciones cada vez más complejas. No actúan aislados, sino como parte de un ecosistema de drones que incluye FPV, UAV de largo alcance y, en algunos casos, plataformas navales no tripuladas. En Crimea, por ejemplo, se ha visto cómo drones marítimos se utilizan como lanzaderas avanzadas para permitir que multicópteros pesados alcancen radares y sistemas de defensa aérea como los Nebo-M, atacando antenas, instalaciones técnicas y puestos de mando. 

Esta lógica es reveladora: primero se ciega o se desorganiza el objetivo con otros medios, y luego el Baba Yaga remata el trabajo allí donde antes se consideraba demasiado arriesgado o inaccesible. Así, estos drones han dejado de ser “artillería volante” para convertirse en herramientas que conectan el frente inmediato con la retaguardia operativa.

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Evolución técnica. El desarrollo de estos drones no se ha detenido. Ingenieros y equipos voluntarios ucranianos han ido mejorando motores, hélices, estructuras y sistemas de suspensión para munición de distintos calibres, mientras se refuerzan las comunicaciones con canales redundantes, antenas separadas y, en algunos casos, enlaces satelitales que amplían el radio de acción a costa de carga útil. 

La guerra electrónica rusa ha obligado a experimentar con duplicación de sistemas de control y planes de respaldo para evitar que la pérdida de un enlace arrastre a todo el conjunto. Esta carrera de adaptación explica por qué, incluso cuando Rusia logra derribar algunos de estos drones, el problema no desaparece: la amenaza vuelve a materializarse en la siguiente noche.

Impacto psicológico. Más allá de la técnica, el Baba Yaga golpea la moral. Su zumbido grave y reconocible no anuncia una explosión inmediata, sino una espera tensa: alguien, en algún lugar, está observando a través de un visor térmico y eligiendo el siguiente objetivo. A diferencia de la artillería, no hay un refugio claramente seguro ni un patrón previsible. 

Combinados con ataques FPV y fuego indirecto, estos drones crean una sensación de presión continua desde arriba, desde el frente y desde la retaguardia. Analistas militares coinciden en que ese estrés constante acelera el desgaste organizativo, dificulta la coordinación y obliga a los mandos a centrarse en mantener la cohesión básica en lugar de planificar maniobras ofensivas.

Lecciones para el futuro de la guerra. Para observadores occidentales y para la propia OTAN, los Baba Yaga son una demostración práctica de cómo conflictos futuros se librarán con enjambres de plataformas relativamente baratas, reutilizables y adaptadas con rapidez. No se trata de un arma milagro, sino de un componente dentro de un sistema que combina inteligencia, comunicaciones, producción flexible y entrenamiento acelerado. 

Ucrania ha logrado ensamblar ese sistema en condiciones extremas, apoyándose en la industria, el Estado y redes voluntarias. Para Rusia, el resultado es claro: la “bruja” del folclore ha regresado, no como mito, sino como una presencia tecnológica que redefine el campo de batalla y hace imposible volver a una guerra según los patrones del siglo XX.

Imagen | Telegram, АрміяІнформ

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