Seguridad de discurso, inseguridad en las calles

Gobierno estatal presume cifras a la baja, mientras la población vive extorsión, robos y miedo cotidiano
Staff
Todos los días, en la llamada mesa de seguridad, la gobernadora del Estado de México y el secretario de Seguridad, Cristóbal Castañeda, repiten el mismo mensaje: que los delitos han disminuido y que la estrategia va por buen camino. Sin embargo, fuera de esa sala, lejos de los informes y las gráficas oficiales, la población tiene otros datos y, sobre todo, otra realidad.
Para los mexiquenses de a pie, la seguridad no se mide en estadísticas, sino en la experiencia diaria. Ellos no cuentan con choferes, escoltas y guaruras; no se mueven en convoyes oficiales ni viven resguardados por anillos de protección. La mayoría usa transporte público, camina por calles sin vigilancia suficiente y enfrenta robos, extorsiones, asaltos, secuestros y amenazas como parte de su vida cotidiana.
Mientras desde el Palacio de Gobierno se habla de avances, en colonias populares y municipios enteros la percepción es muy distinta. La inseguridad sigue ahí: en el camión que es asaltado, en el comerciante obligado a pagar “cuota”, en la familia que vive con miedo de que un hijo no regrese a casa. Esa es la realidad que no aparece en los reportes oficiales.
Resulta evidente que la seguridad que conocen los políticos no es la misma que vive el pueblo. Para ellos, los números cuadran; para la ciudadanía, el temor persiste. Decir que la delincuencia ha disminuido no basta cuando la gente sigue sintiéndose vulnerable y desprotegida.
La insistencia en repetir que “todo va mejor” corre el riesgo de convertirse en un discurso desconectado de la calle, una narrativa cómoda que sólo funciona dentro de las oficinas gubernamentales. Porque imaginar que la delincuencia ha bajado desde el escritorio no cambia lo que ocurre en barrios, mercados y rutas de transporte.
El Estado de México no necesita más declaraciones optimistas, sino resultados tangibles. La expectativa ciudadana es clara: que el próximo año tanto la gobernadora como el secretario de Seguridad dejen el discurso y se apliquen de verdad, con acciones firmes, presencia policial efectiva y estrategias que se reflejan en tranquilidad real para la gente.
Porque mientras el gobierno presume seguridad, el pueblo sigue viviendo con miedo. Y esa distancia entre el dicho oficial y la realidad social es, hoy por hoy, uno de los mayores fracasos del estado.












