Estado de México

Legislar poco, cobrar mucho: el saldo real del Congreso mexiquense

Diputados del Estado de México se van de vacaciones con percepciones superiores a los 300 mil pesos, pese a sesionar sólo una vez por semana y a que varios no presentaron ni una sola iniciativa durante todo el año legislativo

STAFF

Con el cierre del año, los diputados del Congreso del Estado de México se van de vacaciones con percepciones que superan los 300 mil pesos, una cifra que resulta ofensiva frente a la realidad de miles de familias que apenas tienen para llevar algo a la mesa en la cena de Navidad. El contraste no podría ser más brutal: legisladores con sueldos, bonos y prerrogativas garantizadas, frente a un pueblo que como ellos mismos suelen decir en discurso es el “pueblo bueno”, pero al que en los hechos parecen ignorar.

La crítica no se limita al monto de sus ingresos. Durante todo el año legislativo, varios diputados no presentaron una sola iniciativa, no defendieron causas sociales ni impulsaron reformas de fondo que atendieran los problemas reales del Estado de México: inseguridad, pobreza, servicios públicos deficientes o precariedad laboral. Aun así, cobrarán completo y se irán a descansar sin rendir cuentas.

A ello se suma la figura de los diputados plurinominales, personajes que nadie eligió en las urnas y que llegaron al Congreso como comodines de los partidos políticos, premiados por lealtades internas y no por trabajo territorial o respaldo ciudadano. Para muchos mexiquenses, estos legisladores representan el símbolo más claro del divorcio entre la política y la sociedad.

El propio presidente de la Junta de Coordinación Política, Francisco Vázquez, lo reconoció sin rubor: los diputados “no trabajan a destajo” y, en la práctica, sesionan apenas una vez por semana. Una declaración que, lejos de justificar la dinámica legislativa, exhibe el nivel de desconexión con la realidad laboral del estado, donde millones de personas trabajan jornadas extendidas, sin prestaciones y con salarios mínimos que no alcanzan para cubrir lo básico.

Mientras los legisladores se retiran a disfrutar del periodo vacacional, el pueblo no descansa. Comerciantes, obreros, empleados de servicios, trabajadores informales y personas con los sueldos más bajos seguirán laborando incluso en días festivos, porque para ellos no existe el lujo de parar. Si no trabajan, no comen. Así de simple.

Pero esta realidad parece no importar en el Congreso. Los diputados seguirán disfrutando de las mieles del dinero del erario, de los beneficios del poder y del fuero, una figura que en muchos casos se percibe más como escudo que como garantía institucional. No hay autocrítica, no hay sensibilidad social y, mucho menos, vergüenza.

En un estado marcado por la desigualdad, la actitud de los legisladores resulta indignante. Qué vergüenza de diputados tenemos: representantes que legislan poco, cobran mucho y descansan sin culpa, mientras el pueblo al que dicen servir sigue cargando con el peso de una realidad que ellos prefieren no ver.

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