Ultimas Noticias

El mejor anuncio dentro de una película lo tiene este clásico de la ciencia ficción: era tan bueno que nos hizo dudar de los nazis

Cuando ‘Starship Troopers’ llegó a los cines en 1997, la mayoría del público esperaba una aventura de ciencia ficción ligera, quizá una heredera tardía del espíritu de ‘Star Wars’. Lo que recibió fue algo muy distinto: un film que abría con un anuncio propagandístico tan brillante como perturbador, un ejercicio de sátira política tan afilado que muchos espectadores y críticos lo interpretaron al revés. 

La sátira que nadie quiso ver. El director Paul Verhoeven, europeo marcado por los recuerdos de la ocupación nazi y obsesionado con diseccionar el autoritarismo estadounidense, concibió desde el inicio una obra que no hablaba de insectos ni de batallas espaciales, sino del modo en que una sociedad aparentemente democrática puede deslizarse hacia la militarización, el fascismo y la obediencia ciega. 

Ese anuncio inaugural no fue un simple recurso estético: fue la tesis de la película comprimida en segundos, una adaptación directa de la propaganda nazi filmada por Leni Riefenstahl, un espejo tendido al espectador para que reconociera, en el entusiasmo impostado de los jóvenes reclutas, los mecanismos que hacen posible cualquier totalitarismo.

Futuro fascista y estética pop. Verhoeven partió de una premisa incómoda: la novela de Heinlein, base de la película, era en esencia un texto militarista que trataba la ciudadanía como un privilegio ligado al servicio armado. En lugar de suavizar esa visión, decidió exagerarla hasta el absurdo, convirtiendo a sus protagonistas en versiones estilizadas de los héroes arios que Riefenstahl inmortalizó en ‘Triumph of the Will’

El casting, de hecho, fue una decisión ideológica: rostros jóvenes, perfectos, de mandíbula cuadrada, que encajaran con la iconografía nazi para que el espectador, aunque no lo reconociera de inmediato, sintiera la familiaridad inquietante de una estética históricamente cargada. El anuncio de reclutamiento (soldados mirando a cámara, declarando “I’m doing my part”) replicaba plano a plano la exaltación del deber y la obediencia de la propaganda del Tercer Reich. Lo que en apariencia parecía una broma visual era en realidad la clave para descifrar el tono entero del film. Veamos la secuencia:

La sonrisa que oculta el horror. En realidad, los falsos anuncios que Verhoeven había empleado ya en ‘RoboCop’ y ‘Total Recall’ actuaban como ventanas a las sociedades que representaban: juegos de mesa que trivializaban la guerra nuclear, campañas de vacaciones que prometían vidas falsas para evadir la propia. En ‘Starship Troopers’, ese lenguaje encontró su forma definitiva. El anuncio inicial muestra victorias militares, un enemigo deshumanizado y un ejército envuelto en entusiasmo. La sátira, sin embargo, no reside en el exceso, sino en lo fácil que resulta que ese exceso parezca normal. 

El detalle más perturbador (la presencia alegre de niños en un entorno bélico, colaborando en la maquinaria propagandística) subraya que el ideal fascista no necesita violencia explícita para funcionar: basta con normalizar el adoctrinamiento desde la infancia, basta con convertir la guerra en entretenimiento y la obediencia en virtud. Verhoeven no muestra a los niños siendo heridos; ese vacío es parte del mensaje, pues apunta a un futuro en el que inevitablemente también serán sacrificados por esa misma lógica patriótica.

El malentendido original. El estreno de ‘Starship Troopers’ fue recibido con una incomprensión que hoy resulta casi legendaria. Hubo editoriales que llegaron a acusar a Verhoeven y a su guionista Ed Neumeier de hacer propaganda neonazi. El público, esperando un blockbuster heroico, encontró un film que se reía de sus expectativas y que, al mostrar héroes perfectos y entusiastas, planteaba la pregunta que nadie quiso oír: ¿qué demonios pasa cuando quienes parecen héroes representan un ideal moralmente podrido? 

El anuncio fue el principal detonante de ese rechazo. Su tono publicitario, su energía juvenil, su estética limpia, hicieron que muchos lo tomaran al pie de la letra, incapaces de percibir que la exageración no glorificaba la guerra, sino que la ridiculizaba. Verhoeven, sorprendido por el malentendido, recordaría años más tarde que incluso el actor Neil Patrick Harris aparecía en la película vestido con un uniforme que evocaba al de las SS

Y, aun así, la sátira pasó desapercibida para gran parte del público estadounidense.

El anuncio como pieza maestra. Hoy, con el paso del tiempo, el anuncio dentro de ‘Starship Troopers’ es considerado una obra maestra de la sátira política. Funciona a varios niveles simultáneos: homenajea la forma cinematográfica de la propaganda nazi, parodia la retórica de reclutamiento estadounidense, expone la facilidad con la que la televisión y el lenguaje publicitario pueden legitimar ideas peligrosas y sirve como punto de entrada a un universo donde la guerra es espectáculo y el enemigo.

Verhoeven sabía que la clave del autoritarismo no está en la represión explícita, sino en la seducción, en la construcción de ese relato heroico que haga deseable aquello que debería inquietar. Por eso el anuncio es, a mi parecer, tan certero: porque no es una parodia burda, sino una pieza perfectamente funcional como propaganda dentro del propio universo narrativo, capaz de engañar incluso a quienes la ven desde fuera.

Bofetada de realidad. Si se quiere también, el anuncio de’Starship Troopers’ no es solo una introducción espectacular, es el manifiesto de la película. Si el director hubiera explicado su sátira mediante un discurso explícito, la obra habría perdido su filo. En cambio, escogió un formato reconocible (el anuncio de toda la vida) para mostrar cómo una sociedad entera puede abrazar el militarismo casi sin darse cuenta… y no tenemos que irnos muy lejos para reconocerlo en la actualidad.

La copia consciente de Riefenstahl no buscaba homenajear, sino denunciar, y la estética luminosa no buscaba embellecer, sino incomodar. A fin de cuentas, el humor ni siquiera buscaba divertir, sino despertar la sospecha del espectador. Y en ese contraste residía la genialidad del anuncio: obligarnos a hacernos una pregunta que, durante años, muchos evitaron formular.

Y si no nos reconocemos en ese espejo, tal vez (como insinuaba el mismo Verhoeven) es porque nos incomoda lo cercana que puede estar la propaganda ficticia de las realidades contemporáneas.

Imagen | TriStar Pictures

En Xataka | En 1975 una fiesta terminó en la playa. Lo que ocurrió después fue tan escalofriante que la gente tuvo pánico a bañarse en el mar

En Xataka | En los 80 ya clonaban caras sin necesidad de IA: ‘Regreso al futuro’ sustituyó un actor por una máscara y no nos dimos cuenta

source

Mostrar más
Botón volver arriba