Estado de México

El resurgimiento del sarampión exhibe la omisión del Gobierno mexiquense vacunación tardía, baja difusión reactivan un riesgo sanitario que pudo evitarse.

Un brote anunciado: la falta de vacunación pasó factura.

Fernanda Ruíz

El Gobierno del Estado de México presume hoy más de un millón 300 mil dosis aplicadas contra el sarampión. Sin embargo, especialistas y comunidades señalan lo evidente: la reacción llegó tarde. Durante meses, la administración estatal encabezada por Delfina Gómez redujo la intensidad de las campañas de vacunación, dejó de lado brigadas territoriales y mantuvo una estrategia de difusión prácticamente inexistente.

El resultado es el que hoy se intenta contener: el resurgimiento de una enfermedad que ya estaba erradicada.

Mientras la Secretaría de Salud del estado habla de avances y coordinación con federación y entidades vecinas, lo cierto es que la estrategia falló donde más importa: en la prevención temprana.

Campañas reactivas, no preventivas, la respuesta del gobierno estatal se activó solo después del repunte de casos y del riesgo epidemiológico nacional. Ahora, a contrarreloj, anuncian mega jornadas de vacunación el 10 y 15 de diciembre en Texcoco y Tecámac.

Pero la ciudadanía, golpeada por la falta de información oportuna, no responde como antes. La gente no acude porque simplemente no se enteró.

Las campañas de salud pública no se sostienen con boletines, sino con presencia territorial, y eso es precisamente lo que el gobierno dejó de hacer.

En muchas regiones del valle de México, madres y padres aseguran que nadie ha pasado por sus colonias, que no hay brigadas y que los centros de salud continúan con horarios reducidos y dosis limitadas. Una jornada aislada no compensa meses de omisión.

Mientras la administración asegura cubrir los 125 municipios, la difusión suele concentrarse en los eventos donde aparecen funcionarios y operadores cercanos a Morena.

La comunicación institucional queda atrapada en círculos políticos y no llega a las comunidades vulnerables, que son precisamente donde más avanza el sarampión.

En zonas densamente pobladas del oriente y norte del estado, vecinos confirman que no han visto carteles, perifoneo ni visitas de personal de salud. El mensaje no llega porque nunca sale del mismo circuito político.

El Gobierno del Estado insiste en que cuenta con la red de frío más grande del país y que el abasto de biológicos está garantizado.

Pero disponer de infraestructura no sirve de mucho cuando no se planea cómo llevar cada dosis a donde realmente se necesita.

El problema no es la bodega: es la ausencia de presencia territorial, logística comunitaria y comunicación pública efectiva.

Incluso con 1.3 millones de dosis aplicadas, el número es insuficiente frente a los más de 17 millones de habitantes mexiquenses, especialmente considerando que se requieren esquemas completos y coberturas superiores al 95% para evitar brotes.

La Secretaría de Salud estatal pide ahora a la población acudir a vacunarse. Pero el llamado, aunque necesario, llega en una fase reactiva, cuando la enfermedad ya circula y cuando el costo social —y sanitario— ya se está pagando.

El resurgimiento del sarampión no es un accidente epidemiológico: es consecuencia directa de un gobierno que bajó la guardia, suspendió la continuidad de campañas y no garantizó el alcance masivo que exige la prevención real.

Una enfermedad que no debía regresar, el sarampión altamente contagioso y potencialmente mortal para niñas, niños y personas vulnerables tenía más de dos décadas controlado.

Hoy vuelve porque se dejó de vacunar a tiempo.Y mientras se anuncian mega jornadas y acciones emergentes, la población exige lo que nunca debió perderse: política de vacunación permanente, difusión real y compromiso con la salud pública más allá de los reflectores partidistas.

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