Steve Jobs odiaba los equipos obedientes: pagaba a sus directivos para que le llevaran la contraria, no para que le obedecieran
Se tiende a pensar en el CEO de una empresa o el líder de un equipo como la persona que manda, que impone su criterio y, básicamente, esa persona es quien ordena qué debe hacer su equipo. Según Steve Jobs, ese es uno de los peores errores de un líder.
En los años 90, Steve Jobs compartió una lección magistral de 72 minutos de su visión de cómo debería ser un equipo directivo en una charla en el MIT. Jobs pagaba a sus directivos no para que hicieran lo que él decía, sino que les pagaba para que le llevasen la contraria cuando estaba equivocado. 33 años más tarde, su teoría sigue siendo tan válida en la actualidad como lo era en 1992.
No les pagaba para que le dieran la razón
En su charla frente a los estudiantes del MIT, Steve Jobs explicaba que en su etapa al frente de NeXT, tras su expulsión de Apple, contrataba a directivos con mucho talento no para decirles lo que tenían que hacer, sino para que aportaran su criterio sobre qué decisiones debía tomar realmente.
Steve enfatizó que el valor del equipo directivo no es que acate a pies juntillas el criterio del CEO, sino el de sugerir otras alternativas, incluso si estas contradicen la opinión del líder, evitando así equipos que se limiten a decir a todo «sí, jefe».
«Nunca había creído en eso de que si estáis en el mismo equipo directivo y pensáis diferente sobre algo, entonces uno tiene que convencer al otro para que cambiar de opinión. Porque mira, cuando haces eso estás pagándole a alguien para que haga lo que cree que es correcto, y luego le intentas convencer para que haga lo que no cree que sea correcto. Tarde o temprano acaba estallando un conflicto», aseguraba Jobs ante los alumnos del MIT.
Según Jobs, la mejor estrategia para llegar a la decisión correcta no es la de que los directivos cedan ante los argumentos de otros sobre si están equivocados o no. La clave está en reunirlos a todos en una sala y tomar una decisión consensuada en la que todos cedan un poco limando aristas, pero sin renunciar a lo que piensan que es lo correcto.
Esta idea se basa en reconocer que los directivos bien pagados deben pensar de forma independiente, generando debates que eviten errores costosos y se fomenten mejores resultados colectivos.

Los ocho de NeXT
En NeXT, Jobs formó un equipo de ocho directivos que se encargaba precisamente de eso: de llevarle la contraria cuando su punto de vista no era el adecuado y debatir las decisiones importantes de la compañía. Este grupo no debatía temas menores del día a día, donde tenían plena capacidad de decisión, sino que se centraba en asuntos críticos para la compañía que les permitía avanzar alineados.
«Pagamos mucho dinero a la gente y esperamos que nos digan qué debemos hacer. Así que no deberías hacer ciertas cosas si hay gente que no está de acuerdo con ello», reflexionaba Jobs ante los estudiantes.
Según contaba Jobs, los «ocho de NeXT» no se pasaban el día reunidos debatiendo decisiones, sino que se centraban en las realmente importantes. «Podemos tener unas 25 cosas sobre las que decidir en un año, no son muchas», insistía Jobs, porque sabían exactamente qué decisiones debían tomarse unificando los puntos de vista comunes, no la opinión de una sola persona, por mucho que fuera la del jefe.
De esta forma, evitaban conflictos futuros al asegurar que todos los involucrados en la ejecución compartieran la visión, fortaleciendo el compromiso y la implicación del grupo.
Su mejor escuela fue Apple
Aunque Apple no fue el único éxito empresarial de Jobs (fue el encargado de convertir a Pixar en el gigante de animación que es hoy), sin duda la compañía del logo de la manzana mordida fue su mejor escuela de negocios.
Durante su tiempo en Apple, Jobs aprendió a adoptar una visión de liderazgo a largo plazo con su equipo. Para ello tuvo que reprimir su famosa tendencia a la microgestión de sus empleados resistiéndose al impulso de corregir errores inmediatamente para que los equipos cometieran errores y aprendieran por sí mismos.
«Cuando veo algo que no se está haciendo bien, mi primer instinto no es arreglarlo. Es decir, estamos construyendo un equipo que va a hacer cosas grandes durante la próxima década, no solo este año», aseguraba el fundador de Apple.
John Fitzgerald Kennedy resumió en una frase lo que Steve Jobs quiso transmitir a los alumnos del MIT que asistieron a aquella conferencia en 1992: «Un hombre inteligente es aquél que sabe ser tan inteligente como para contratar gente más inteligente que él», aunque probablemente Jobs le había añadido la coletilla «…y les hace caso».
Imagen | Bernard Gotfryd (The United States Library of Congress)








