Por: El husmeador

¡ESCÁNDALO DE ÉPICA CORRUPCIÓN ¡ÁLVAREZ PUGA DESNUDA A NIETO DE GORDILLO, HIJO DE MONTIEL, POLÍTICOS DE VARIOS PARTIDOS Y ESTRELLAS DE LA FARÁNDULA, ¡EN UNA RED DE ROBO MILLONARIO AL ERARIO!
En un país donde la política se entreteje con el glamour y el crimen como un culebrón interminable, el periódico EL PAÍS publica un reportaje sobre la «trama de Álvarez Puga» no es solo una bomba: es el detonador que podría derrumbar las fachadas de cristal de nuestras élites. Víctor Manuel Álvarez Puga, el abogado de 50 años apodado el «rey de las factureras», no es un villano de telenovela cualquiera. Es el arquitecto de un esquema que obtuvo 2.950 millones de pesos de la Secretaría de Gobernación durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, lavando fortunas a través de empresas fantasma, contratos ficticios y evasión fiscal a escala industrial. Y mientras él y su esposa, la deslumbrante conductora Inés Gómez Mont, se daban a la fuga hacia un paraíso inmobiliario en Florida, sus «clientes» políticos, empresarios y vedettes se repartían los botines como si fuera una fiesta en Los Pinos. Hoy, con Álvarez Puga detenido en un centro de ICE en Miami, enfrentando un proceso legal y una posible extradición insistida por la Fiscalía de Claudia Sheinbaum, los nombres empiezan a caer como fichas de dominó. ¿Quiénes son los verdaderos cómplices en este entramado de corrupción? Vamos al grano, con nombres, apellidos y las conexiones políticas que apestan a impunidad neoliberal.
Empecemos por lo que más duele al grupo priista, ese Grupo Atlacomulco que ha sido el útero de presidentes y gobernadores como si fuera un club de campo exclusivo. Arturo Montiel Yáñez, primogénito del exgobernador del Estado de México Arturo Montiel Rojas el patriarca del clan que parió a Peña Nieto, aparece en los registros fiscales como receptor de 865.800 pesos de la red de Álvarez Puga. No es un error de dedo: esté cercano del PVEM, el partido satélite de Morena que sobrevive aliándose con quien pague más, cobró su tajada de los fondos desviados en 2016. ¿Coincidencia? Atlacomulco, cuna de los «tecnócratas» que prometían modernidad, pero entregaron el país a las factureras, tiembla. Montiel Yáñez no es un don nadie; representa la continuidad de una dinastía que ha alternado entre el PRI y sus aliados para blindar fortunas. Si Sheinbaum quiere probar que su «austeridad republicana» no es solo discurso, aquí está el anzuelo: ¿extraditarán a Álvarez Puga para que cante sobre cómo el grupo mexiquense usó estas «nóminas inexistentes» para financiar campañas y yates? Pero el escándalo no se queda en el Edomex; salpica a las profundidades del sindicalismo corrupto que ha sido el talón de Aquiles de la educación mexicana. Othón de León Arriola, nieto de la todopoderosa Elba Esther Gordillo la exlíder del SNTE que pasó de reina de los maestros a reclusa por desviar millones del erario, se embolsó 1.3 millones de pesos directamente de las arcas factureras de A. Puga. Gordillo, esa figura que encarnó la colusión entre magisterio y poder (recordemos sus lazos con Calderón y Peña), dejó un legado de nepotismo que ahora explota en caras nuevas. De León Arriola no es solo un beneficiario casual; es el puente generacional entre el viejo PRI que controlaba sindicatos y las redes que sobreviven en la 4T, fingiendo lealtad a Morena mientras chupan del mismo desagüe. ¿Cuántos más de la familia Gordillo o de sus aliados en el SNTE, ahora bajo el manto de la Nueva Escuela Mexicana están en la lista negra que aún no sale a la luz? Este nombre no es chisme; es prueba de cómo el cáncer de la corrupción se hereda, y la política educativa de Sheinbaum podría ser la próxima en caer si no se audita hasta el último peso. Y no nos olvidemos de los arquitectos del saqueo: el propio Álvarez Puga, que se auto proclamaba en su solicitud de asilo en EE.UU. como «víctima de persecución por posturas conservadoras» (¡ja! ¿conservador el que lava dinero de prisiones federales?), cobró 10.9 millones de pesos. Su esposa, Inés Gómez Mont, la reina de la farándula que pasó de telenovelas a prófuga, se llevó 7.4 millones un «regalito» por conectar el mundo del espectáculo con el de los contratos públicos. No es casual que se conocieran en la fiesta de cumpleaños de Ernesto Zedillo Velasco, hijo del expresidente neoliberal Ernesto Zedillo, en 2013: ahí, entre yates y flashes, se tejió la red que unía a Peña Nieto, Felipe Calderón y hasta Juan Collado, el abogado de los poderosos. La familia completa de Puga está salpicada: su madre, Alma Rosa Puga Paz (285.000 pesos), y su ex esposa, Rosario Arnaud de la Torre (3.5 millones, dueña de un penthouse en Miami por 2.5 millones de dólares). Esta no es corrupción aislada; es el ADN del neoliberalismo que convirtió la evasión fiscal en «negocio de Estado», como documenta la periodista Ana Lilia Pérez. Desde el foxismo cuando Agustín Carstens, hoy gobernador del Banco de México, recibía a Puga como patrocinador de la Selección Mexicana hasta el lopezobradorismo, donde un senador morenista lo presentó al procurador fiscal Carlos Romero en 2019 para «blindarse» con 100 millones en honorarios legales, Álvarez Puga fue intocable. Empresas como Inteligencia de Negocios (IDN) lavaban dinero de gobernadores, presidentes municipales y hasta narcotraficantes, según fuentes federales. La farándula, ese circo que adorna las campañas políticas, aportó el barniz: fiestas con figuras del deporte y el espectáculo que ahora tiemblan ante la auditoría de EL PAÍS, que destapó 125 millones transferidos a decenas de «figuras públicas». Políticamente, esto es dinamita pura para Sheinbaum. Su Fiscalía, heredera de las reformas de AMLO al Poder Judicial, insiste en la extradición para desmontar esta «Estructura de Shell Companies» que sirvió a corruptos de todos los colores. Pero cuidado: si Puga habla, podría revelar cómo Morena, en su afán por aliarse con el PVEM, heredó fantasmas del pasado. ¿Ocurrirá lo de Carlos Treviño, el exdirector de Pemex extraditado en agosto por irregularidades migratorias? México espera. Mientras, las élites de Gordillo a Atlacomulco rezan en silencio. La trama no atenaza solo a políticos y famosos; ahoga a una democracia que merece nombres al aire, juicios rápidos y, sobre todo, que nadie más escape en jet privado.
¿El terremoto apenas comienza? Apuesto que sí. Porque en México, la corrupción no muere: muta, se maquilla y regresa en el próximo escándalo. Hora de que la 4T demuestre que no es aliada de los intocables.












