Rusia había logrado fabricar drones y misiles pese a las sanciones. Así que vender ropa de Zara era cuestión de tiempo

En los últimos meses, una extraña oleada de productos occidentales ha comenzado a reaparecer en lugares donde, sobre el papel, ya no deberían existir. Entre cambios geopolíticos, salidas empresariales forzadas y un mercado cada vez más opaco, ciertas marcas han vuelto a hacerse visibles de forma inesperada, alimentando rumores, teorías sobre cómo están llegando allí y quién mueve realmente los hilos de su distribución hacia Moscú.
Ahora ha (re)aparecido un gigante de España: Inditex.
Un mercado que no se cierra del todo. Tras anunciar el fin de sus operaciones en Rusia pocos días después de la invasión de Ucrania, Inditex dejó atrás su segundo mayor mercado y vendió su negocio en el país. Sin embargo, más de dos años después, las prendas con etiquetas oficiales de marcas como Zara, Bershka, Oysho, Stradivarius o Massimo Dutti han vuelto a aparecer en las estanterías de la cadena rusa Tvoe, ahora rebautizada como Tvoe n Ko, que presume en redes de una selección “en constante actualización” y presenta las colecciones como hallazgos casi clandestinos.
Las piezas, que coinciden con modelos de temporadas anteriores y llevan precios en euros, se venden ya en al menos 19 tiendas rusas sin que exista (según la versión oficial ofrecida ) relación contractual alguna entre la empresa española y la distribuidora local. De hecho, se producen dos meses después de que el director ejecutivo de Inditex, Óscar García Maceiras, declarara al Financial Times que «no se daban» las condiciones para su regreso a Rusia.
La ingeniería del mercado gris ruso. Contaba hace unas horas el FT que el mecanismo que permite la reaparición de estas prendas se apoya en el sistema de “importaciones paralelas” instaurado por Moscú para sortear las salidas masivas de marcas occidentales. En este esquema opera Disco Club LLC, una compañía rusa que ha registrado 18 declaraciones de conformidad citando a Inditex como proveedor y presentándose como su “representante autorizado”, pese a que Inditex niega rotundamente haber otorgado tal permiso.
Las prendas proceden en parte de inventarios destinados originalmente a varios países de la UE y en parte de fábricas chinas, según etiquetas y documentos de aduanas, en un circuito que aprovecha vacíos legales y la desinhibición del Kremlin para dar cobertura formal a un comercio que antes habría sido considerado contrabando.
El desmentido. Por su parte, Tvoe asegura que no mantiene acuerdos directos con Inditex y se escuda en acuerdos de confidencialidad para no detallar sus proveedores, mientras Disco Club insiste en que solo realizó un “servicio técnico puntual”.
Burkhard Binder, el empresario ligado a la fundación de la compañía y radicado en Dubái, se desvincula de las operaciones actuales. Inditex, conocida por su control férreo de inventario, distribución y franquicias, rechaza por completo cualquier vínculo: asegura no haber autorizado a Disco Club ni a ninguna entidad rusa a actuar en su nombre y evita comentar cómo llegan sus productos al país desde que se retiró.
Cuestión de tiempo. Lo hemos ido contando: la capacidad de adaptación de la economía rusa en plena guerra ha demostrado que las restricciones internacionales, por estrictas que sean, siempre encuentran grietas. Un país que ha reconstruido cadenas de suministro complejas para producir drones, munición de precisión o misiles de largo alcance pese a embargos tecnológicos y vetos industriales no iba a tener dificultades para reabrir la puerta a productos mucho más “simples”, como ropa de moda occidental.
En ese contexto, la reaparición de prendas de Zara en tiendas rusas no sorprende tanto como confirma una tendencia: Moscú ha perfeccionado un ecosistema de importaciones paralelas capaz de sortear casi cualquier bloqueo, desde componentes militares hasta camisetas y vestidos de temporadas pasadas, convirtiendo lo imposible en rutina y lo prohibido en un problema meramente logístico.
Rusia, laboratorio del consumo en tiempos de sanciones. La aparición de productos de Zara en Rusia pese a la salida de la empresa ilustra la magnitud del mercado gris que Moscú ha oficializado desde 2022: un ecosistema que permite a los consumidores acceder a marcas occidentales mediante intermediarios privados y rutas indirectas, sin participación de las compañías originales.
En ese contexto, la reaparición de la firma española en el paisaje comercial ruso no obedece a un regreso empresarial, sino más bien a un mecanismo estatalizado de evasión comercial que convierte a sus prendas en mercancía de importación paralela.
Si se quiere también, el fenómeno revela hasta qué punto Rusia ha reconstruido su consumo global a través de terceros países y empresas pantalla, y cómo incluso los grupos más estrictos en el control de su cadena de suministro no pueden impedir que sus productos reaparezcan en un mercado del que intentaron salir definitivamente.
Imagen | Pexels
En Xataka | Zara lleva años vendiendo ropa. Ahora aspira a vender algo más difícil: prestigio






