POR: EL HUSMEADOR

La Corona Manchada: ¿Fraude en Miss Universo o el Espejo de la 4T?
En un mundo donde la belleza se mide en likes y coronas, el triunfo de Fátima Bosch como Miss Universo 2025 debería haber sido un cuento de hadas tabasqueño: una joven de 25 años, con raíces en la selva petrolera de México, alzando la tiara en Bangkok como la cuarta reina azteca en la historia del certamen. Pero no. Lo que se gestó en el Impact Challenger Hall el 21 de noviembre no fue un desfile de empoderamiento, sino un circo de renuncias, insultos y contratos millonarios que huele a nafta y a favores políticos. ¿Es Fátima la víctima de un linchamiento mediático, o su corona es el trofeo de un amaño que vincula a Pemex, la 4T y los dueños del show? Vamos a destapar el polvorín, porque aquí no hay filtros de Instagram que valgan.
El escándalo estalló como un pozo petrolero mal tapado. Todo empezó con Nawat Itsaragrisil, el vicepresidente de Miss Universo Tailandia, quien en un live stream la tildó de «dumbhead» (cabeza hueca) por no promocionar el turismo local en redes. Fátima, harta, abandonó la sala seguida de una docena de candidatas, incluyendo a la Miss Dinamarca reinante. Nawat lloró en rueda de prensa, se disculpó y fue expulsado temporalmente. La presidenta Claudia Sheinbaum aplaudió a Bosch por «alzar la voz contra la injusticia», un guiño que ya olía al nacionalismo oficialista. Pero eso fue solo el aperitivo.
El plato fuerte llegó con las renuncias de jueces. Omar Harfouch, compositor franco-libanés y miembro del jurado, no solo se fue: acusó fraude descarado. En una entrevista grabada 24 horas antes de la final, predijo la victoria mexicana porque Raúl Rocha Cantú, copropietario de Miss Universo, mantenía «negocios» con el padre de Fátima, Bernardo Bosch Hernández. Harfouch habla de un «sistema de votación secreto» para elegir finalistas sin el jurado oficial, presiones para votar por México y un «pacto» que ignora el mérito. «Miss Mexico is a fake winner», tuiteó, prometiendo demandas por fraude, corrupción y abuso de poder. Dos jueces más se fueron: Claude Makélélé, el exfutbolista francés, sin explicaciones, y rumores de un tercero. La organización lo niega todo: «Transparencia total», dicen, culpando a Harfouch de «confusiones». Pero el público en el estadio abucheó la coronación, gritando «cooking show» –un show cocinado, en jerga de amaños.
Y aquí entra el hedor a Pemex, ese leviatán estatal que bajo la 4T prometió austeridad pero reparte contratos como confeti. Bernardo Bosch, padre de la miss, no es un don nadie: lleva 27 años en la petrolera, y desde 2017 es asesor del director general de Pemex Exploración y Producción –un puesto clave en la cúpula de la empresa más grande de México. En 2023, mientras él ocupaba ese cargo directivo, Pemex adjudicó un contrato por 745.6 millones de pesos a una empresa de Raúl Rocha Cantú, el mismo que comanda Miss Universo y que, según Harfouch, presionó votos. ¿Coincidencia? Carlos Loret de Mola, en Latinus, lo llama «mecanismo de influencia» de la 4T: el gobierno intervino para coronar a la hija de un funcionario leal, usando contratos públicos como lubricante. Pemex congeló nuevos negocios con Rocha, pero no investiga. ¿Y los familiares? El círculo se cierra: la familia Bosch tiene lazos profundos con la estructura morenista –no solo el padre, sino redes en Tabasco que huelen a clientelismo petrolero. Fátima, con su novio el futbolista Kevin Álvarez y un pasado de bullying superado, representa el «México real» que vende Sheinbaum. Pero ¿a qué costo?
Esta no es solo una columna de chismes de pasarela; es un espejo roto del México de la Cuarta Transformación. La 4T llegó prometiendo combatir la corrupción, pero aquí vemos cómo el poder se entreteje con el espectáculo: contratos estatales por coronas, jueces silenciados y una miss que, digan lo que digan, carga con el estigma. Fátima Bosch defiende su triunfo: «Soy una persona real que da el corazón», dice, y su equipo tacha las acusaciones de «intento de desprestigio». Tal vez tenga razón; tal vez sea la más talentosa. Pero cuando un contrato de 745 millones flota en el aire, el mérito se diluye en sospechas.
¿Qué sigue? Harfouch prepara demandas internacionales, las redes arden con #FakeMissUniverse y memes que la pintan como «la miss comprada». Pemex calla, la 4T desvía la mirada. Si no hay una auditoría independiente –de contratos, votos y presiones–, esta corona no brillará; se oxidará como un yacimiento abandonado. México merece reinas por mérito, no por nafta. Y si Fátima tiene «moral y principios», como piden en Instagram, que exija claridad. Porque en este show, el verdadero fraude no es la tiara: es fingir que todo está limpio cuando apesta a arreglo.












