UAEMéx: Una Entrega Histórica Que Exhibe Meses de Omisión y Cálculo Político

La universidad recuperó su Rectoría, sí; pero lo hizo después de un costo que muchos consideran evitable y provocado, en gran medida, por la falta de liderazgo y la permisividad institucional.
¿Por qué la rectora Patricia Zarza permitió que la toma se extendiera durante tantos meses mientras las instalaciones sufrían daños y la vida universitaria se deterioraba?
Staff
Toluca, Estado de México, 21 de noviembre de 2025. — La entrega del edificio de Rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), tras casi 200 días de paro estudiantil, marca un capítulo inédito en la historia reciente de la institución. Aunque el acto protocolario con el Enjambre Estudiantil Unificado (EEU) se realizó de manera pacífica y con compromisos de rehabilitación para convertir el inmueble en un Centro Cultural Universitario, el episodio deja una pregunta central sin respuesta convincente: ¿por qué la rectora Patricia Zarza permitió que la toma se extendiera durante tantos meses mientras las instalaciones sufrían daños y la vida universitaria se deterioraba?
La prolongada toma evidenció una pasividad institucional difícil de justificar. Durante casi 200 días, los llamados “seudoestudiantes”, como les califican amplios sectores de la comunidad universitaria, operaron sin contrapesos, causaron deterioro al edificio histórico y paralizaron actividades esenciales. Mientras tanto, la rectoría se refugió en comunicados ambiguos y mesas de diálogo que nunca tuvieron resultados claros ni plazos definidos.
Académicos, administrativos y estudiantes afectados coinciden en que la respuesta de Zarza fue lenta, errática y marcada por un evidente cálculo político, una apuesta por dejar que el conflicto se “desgastara solo”, aun cuando ello implicaría permitir el deterioro de un inmueble emblemático y normalizar la incertidumbre dentro de la UAEMéx.
El edificio histórico no solo fue símbolo de resistencia estudiantil: también fue víctima de la falta de acción. De acuerdo con reportes preliminares, las instalaciones presentan afectaciones estructurales y pérdidas materiales derivadas de la ocupación prolongada. A esto se suman los costos invisibles: desconfianza, desorden administrativo y una comunidad cada vez más escéptica del liderazgo universitario.
Mientras los grupos en paro consolidaban su presencia, la administración central parecía actuar con una prudencia que terminó por convertirse en tolerancia excesiva, permitiendo un nivel de daño que ahora la propia universidad deberá asumir con recursos que podrían haberse destinado a mejoras académicas.
La entrega-recepción realizada este 21 de noviembre fue descrita como “histórica” por ser la primera sin la participación de la administración saliente. Sin embargo, para muchos miembros de la comunidad universitaria, el acuerdo es más bien una salida tardía, una solución que pudo haberse alcanzado meses antes si hubiera existido liderazgo firme y una estrategia clara.
Aunque la nueva administración se comprometió a rehabilitar el edificio y convertirlo en un Centro Cultural Universitario, el proceso no borra el desgaste institucional generado por la falta de decisiones oportunas. Además, siguen pendientes las revisiones de responsabilidades administrativas y legales, tanto de quienes ocuparon el edificio como de quienes permitieron que la crisis escalara.
Con la entrega del edificio, el capítulo de la toma llega a su fin, pero abre otro igual de relevante: el de evaluar por qué la rectora Patricia Zarza toleró por tanto tiempo un conflicto que dañó patrimonio universitario, desestabilizó la vida académica y dejó la impresión de que la UAEMéx fue rehén de intereses particulares mientras su liderazgo guardaba silencio.
La universidad recuperó su Rectoría, sí; pero lo hizo después de un costo que muchos consideran evitable y provocado, en gran medida, por la falta de liderazgo y la permisividad institucional.












