Estado de México

El Edoméx, de ser potencia Maicera a luchar por recuperar lo perdido; obras de riego llegan tarde y no resuelven de fondo el problema.

Mientras miles de hectáreas se pierden y los jóvenes abandonan la agricultura al no encontrar condiciones dignas para continuar con la tradición.

Fernanda Ruíz

Metepec, Méx.— El Estado de México, históricamente reconocido como uno de los principales productores de maíz del país, enfrenta hoy una realidad muy distinta: la caída sostenida en productividad, abandono del campo, incremento en los costos de producción y migración de productores hacia otras actividades. En ese contexto, el anuncio del gobierno estatal sobre 17 obras de tecnificación de riego parece más un intento de recuperar terreno perdido que una solución integral para un sector que lleva años en retroceso.

La Secretaría del Campo, encabezada por María Eugenia Rojano Valdés, informó que estas obras coordinadas con la CONAGUA beneficiarán a 12 municipios y permitirán un ahorro de agua superior al 40 por ciento. Aunque se presume que las acciones impactarán positivamente a productores de maíz, la cifra de 1,700 hectáreas contrasta con las miles que antes daban al Edoméx un lugar destacado en el mapa agrícola nacional.

Durante décadas, el estado fue referencia obligada en la producción de maíz criollo y mejorado. Hoy, sin embargo, enfrenta una reducción significativa en superficie sembrada y rendimiento por hectárea. Productores denuncian falta de apoyos técnicos, abandono de infraestructura, encarecimiento de insumos, irregularidad en la entrega de fertilizantes y una burocracia que, más que impulsar al campo, lo ha dejado en manos de la improvisación.

Aunque el gobierno destaca que aportará el 50 por ciento del costo de las obras a través del Programa de Acciones para Infraestructura Hidroagrícola (PAIH), la realidad es que la modernización del riego no basta para revertir años de rezago. El abandono institucional ha provocado que miles de familias dejen de sembrar maíz, ya sea por falta de agua, por costos que superan sus ingresos o por un mercado saturado por granos importados, que compiten en condiciones desiguales.

Los municipios beneficiados, entre ellos Texcoco, Ixtlahuaca, Atlacomulco y Temascalcingo,  fueron, en otra época, zonas emblemáticas de producción. Hoy solo representan un reflejo debilitado de lo que fue un sector fuerte y motor económico para el Edoméx.

Aunque la administración de la Maestra Delfina Gómez afirma que estas obras “fortalecerán la productividad y el bienestar”, especialistas señalan que sin una política agrícola integral, que incluya apoyos directos, tecnificación extendida, rehabilitación de canales, acceso a créditos reales, precios de garantía y capacitación, el estado difícilmente recuperará su liderazgo maicero.

Las obras, sin duda necesarias, llegan tarde y se quedan cortas frente al tamaño del problema:

El Estado de México pasó de ser un productor clave a un territorio que lucha por mantener vivo su campo, mientras miles de hectáreas se pierden y los jóvenes abandonan la agricultura al no encontrar condiciones dignas para continuar con la tradición.

Hoy, más que anuncios, el Edoméx necesita una estrategia de largo plazo para rescatar un sector que alguna vez estuvo en la cima… y que ahora apenas sobrevive.

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