Opinión

POR: EL HUSMEADOR

El Bloque Negro: ¿Aliado invisible o enemigo intocable?

En nuestro querido México, donde las mañaneras son el altar de la denuncia pública, resulta casi obsceno el mutismo que envuelve al Bloque Negro. Han pasado 17 días desde la marcha del 2 de octubre en la Ciudad de México, esa conmemoración del horror de Tlatelolco que, una vez más, se tiñó de caos y violencia. Mientras los vándalos encapuchados de negro lanzaban proyectiles, incendiaban escudos policiales y saqueaban comercios en el Zócalo, dejando un saldo de 94 agentes heridos y daños millonarios, el gobierno de Claudia Sheinbaum guarda un silencio que huele a complicidad. ¿Por qué? Carlos Loret de Mola lo pone sobre la mesa en su columna de hoy en El Universal: «El gobierno no dice nada del Bloque Negro». Y no es un decir: es un patrón que clama al cielo. Recordemos el guión habitual. Cuando se trata de opositores civiles esos «feminazis» que irrumpen en catedrales exigiendo aborto legal, o los «antivacunas» que cuestionan las políticas sanitarias, el Ejecutivo no escatima en exhibiciones. Nombres, fotos borrosas de rostros en manifestaciones, cuentas de X desactivadas, supuestos lazos con financiamiento extranjero: todo desfilando en la rosca matutina como trofeos de una guerra santa contra la «derecha cavernícola». Basta un tuit de indignación para que la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) arme un expediente público, con inteligencia desplegada como en una novela de espías. ¿Ejemplos? La difusión masiva de los «choques» en el 8M de 2023, donde se estigmatizó a colectivas feministas como «provocadoras pagadas»; o la cacería mediática contra ambientalistas en el Tren Maya, calificados de «golpistas ecológicos» por oponerse al megaproyecto. Pero con el Bloque Negro, nada. Ni un susurro. Como detalla Loret, hace cinco meses, en una reunión privada con autoridades de la UNAM tras los destrozos en Ciudad Universitaria pintas, cohetes, vidrios rotos en la Rectoría, el secretario Omar García Harfuch juró haber identificado a los líderes de estos anarquistas transnacionales. «Procederemos a su detención», prometió. ¿Y qué ha pasado? Cero. Ni un nombre en la mañanera, ni una foto granulosa de un encapuchado desenmascarado. El Bloque, esa táctica nacida en la Alemania de los 80 contra el capitalismo salvaje, que en México se infiltra en marchas como la del 2 de octubre para reclutar a jóvenes descontentos con megáfonos y mazos, opera con la impunidad de un fantasma. Análisis de videos que circulan en redes y que Loret revisó en Latinus— muestran cómo estos grupos organizados desarman vallas antes de que la marcha principal llegue al Zócalo, hiriendo a transeúntes y manifestantes pacíficos en el proceso. No gritan consignas; actúan como una «primera línea» que protege… ¿a quién? ¿O distrae? El saldo oficial de la SSC: una sola detención, la de Juan Carlos Contreras, un ladrón de joyería de 55 años que se coló en el desmadre. Ni rastro de los verdaderos vándalos. Fuentes de Somos México, el colectivo que marchó ese día, denuncian que entre los arrestados no hay ni uno del Bloque. ¿Casualidad? Difícil de tragar. En contraste, el despliegue contra otros grupos opositores es abrumador: en la marcha de la Generación Z del 15 de noviembre, 29 detenidos fueron presentados al Ministerio Público en cuestión de horas, con fotos y todo el circo. ¿Por qué esta selectividad? Loret lo insinúa, y no es paranoia: ¿protección? ¿Infiltrados estatales para justificar la represión futura? El Bloque Negro, con su anonimato colectivo capuchas, negro uniforme, solidaridad horizontal, es el arma perfecta para deslegitimar protestas genuinas. En Chile 2019, sirvió para que Piñera invocará estados de emergencia; en México, podría ser el pretexto para endurecer la «Ley Censura» que ya asoma en el Congreso. Hoy, otros plumarios se suman al coro. Oscar de León, en sus crónicas radiofónicas, cuestiona la «tolerancia selectiva» del gobierno a la izquierda radical, recordando cómo AMLO amplificó narrativas contra la oposición conservadora, pero miró para otro lado con anarquistas en el 68 conmemorativo. Alberto Capella, exjefe de la policía capitalina, tuitea sobre la «falta de inteligencia operativa», exigiendo que se publique el mapa de estos grupos 18 identificados en México desde 2022, según informes de la FGJ—. Y Ana Paula Ordorica, en Aristegui Noticias, destaca el doble rasero: «Mientras el Bloque Negro queda en la sombra, los derechos humanos solo aplican para los ‘aliados'». No es casual que estos periodistas, curtidos en la trinchera de la verdad incómoda, alzan la voz el mismo día. Es un recordatorio: en democracia, el silencio es tan violento como un proyectil. La pregunta queda en el aire, presidenta Sheinbaum: ¿desmantelarán esa «oficina» del Bloque como hicieron con el CJNG en España esta semana? ¿O seguirá siendo el intocable, el que siembra caos para que el orden parezca virtud? Un análisis de inteligencia imparcial no partidista, no apasionado podría aclararlo. Mientras, el Bloque Negro camina libre, y la confianza en el gobierno se quiebra como un vidrio en Ciudad Universitaria. México merece respuestas, no sombras. 

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