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El mundo se encamina hacia un superávit de petróleo: EEUU responde llenando otra vez el Golfo de México de plataformas

El horizonte del Golfo de México ha vuelto a poblarse de luces, grúas y estructuras metálicas que se levantan sobre el mar como si fuesen ciudades flotantes. A simple vista, podría parecer un regreso al pasado, a una época en la que la perforación offshore dominaba el petróleo estadounidense, pero el contexto es completamente distinto. En un momento en que los mercados anticipan para 2026 una sobreoferta de crudo “casi caricaturesca”, el Golfo vive un inesperado renacimiento. 

Un retorno inesperado. Según Financial Times, empresas como BP, Chevron, Talos Energy o Beacon Offshore han reactivado proyectos que requieren inversiones de miles de millones de dólares y que perforan a más de 3.000 metros bajo el mar.

La señal más clara llegó desde BP. De acuerdo con Reuters, la petrolera británica ha aprobado un proyecto de 5.000 millones de dólares —Tiber-Guadalupe— que contempla una plataforma capaz de producir 80.000 barriles diarios a partir de 2030. Será su segundo proyecto en la zona preparado para operar a 20.000 psi, un salto técnico que abre yacimientos antes considerados inaccesibles. 

Chevron y Beacon Offshore también han comenzado a producir en campos ultraprofundos usando estos nuevos sistemas. La producción del Golfo subirá a 1,89 millones de barriles diarios en 2025 y alcanzará los 1,96 millones en 2026, según cálculos citados por Reuters. Son cifras que contrastan con el enfriamiento del shale: las formaciones terrestres —especialmente en el Permian— muestran un crecimiento más lento y costes crecientes.

Las claves del resurgimiento. Hay varios motores muy claros para que se vuelve a abrir las aguas del Golfo de México. En primer lugar, la nueva generación de sistemas de alta presión —los famosos 20.000 psi— ha transformado el mapa del Golfo. Talos Energy asegura que su break-even offshore puede caer hasta los 20 dólares por barril, un nivel que desafía los mitos del sector y que sitúa al Golfo en ventaja sobre muchas zonas shale, donde los mejores pozos ya están agotados.

La producción terrestre ya no es el milagro que fue en la última década. Como señala Reuters, las zonas más productivas en tierra están madurando. La industria debe perforar más y obtener menos, y eso encarece cada barril. El offshore, aunque requiere inversiones iniciales masivas, ofrece décadas de producción estable y de gran escala. En un mercado volátil, esa previsibilidad se ha vuelto un activo estratégico.

Por último, otro motor clave es el giro político. La llamada «One Big Beautiful Bill», aprobada recientemente, obliga a realizar al menos 30 subastas de derechos petroleros en el Golfo de América —nombre que la Casa Blanca ha empezado a imponer para referirse a su plataforma continental— en los próximos 15 años. Además, se han reducido los royalties en aguas profundas para atraer capital.

Según Washington Post, la administración también prepara nuevas subastas en California y la costa este, rompiendo con casi 40 años de restricciones. Pero ese movimiento ha detonado una guerra política: el gobernador Gavin Newsom calificó el plan de «dead on arrival» («muerto nada más llegar») y advirtió que defenderá la costa del estado «over our dead body» («sobre nuestros cadáveres»).

Una visión a largo plazo. Las grandes petroleras no están invirtiendo para hoy, sino para 2035 o 2040. Como ha detallado Bloomberg, Exxon, Chevron y BP están acelerando la exploración global porque, pese al discurso climático, la Agencia Internacional de la Energía ha suavizado su previsión de pico del petróleo, en su escenario de políticas actuales (CPS), prevé que la demanda mundial de petróleo sino que podría aumentar hasta 113 millones de barriles diarios en 2050. Las plataformas que se aprueban ahora producirán cuando los campos de shale actuales ya estén de capa caída.

El fantasma de los derrames. El auge del Golfo coincide con un conflicto geopolítico más amplio. Según The Guardian, cualquier intento de perforar frente a California —donde no se aprueban licencias nuevas desde los años 80— tropieza con una oposición feroz, tanto demócrata como republicana. Los recuerdos del desastre de Santa Bárbara (1969) y del derrame en California (2015) siguen vivos. 

En Florida, explica The New York Times, incluso los republicanos rechazan nuevas perforaciones en el este del Golfo por temor al impacto sobre el turismo. Además, la moratoria federal que prohíbe perforar frente a sus costas se extiende hasta 2032, lo que convierte cualquier intento de reabrir la zona en un conflicto dentro del propio partido de Trump. Y el trauma de Deepwater Horizon, en 2010, continúa siendo la herida subterránea de todo debate. Las perforaciones ultraprofundas son técnicamente extraordinarias, pero también implican riesgos elevados: un accidente puede tardar meses en contenerse.

México mira con recelo. El auge en el lado estadounidense del Golfo tiene repercusiones directas en México. Según el acuerdo transfronterizo explicado por BOEM, Estados Unidos y México comparten yacimientos en la frontera marítima y pueden explotarlos de manera conjunta. 

Sin embargo, si Estados Unidos acelera perforaciones con tecnologías de 20.000 psi y México no acompaña ese ritmo, podría generarse tensión sobre las reservas, las inspecciones y los derechos de explotación.

Un mercado global saturado. El renacimiento del Golfo llega en un momento contradictorio para el mercado mundial. El mundo se encamina hacia un superávit de crudo gigantesco en 2026, alimentado por el aumento de producción de Arabia Saudí y Rusia. Al mismo tiempo, China está actuando como amortiguador global: ha comprado unos 150 millones de barriles adicionales y ha llenado gran parte de sus reservas estratégicas.

Pero ese equilibrio es frágil. Los analistas advierten de que, si Pekín reduce sus compras, la sobreoferta podría aflorar de golpe y provocar una caída brusca de los precios. Además, con los tipos de interés en máximos, almacenar petróleo vuelve a ser un negocio caro: haría falta un contango más amplio que en cualquier otro momento de los últimos 25 años para que el almacenamiento sea rentable.

¿Un nuevo auge o el último gran suspiro del petróleo? Los helicópteros vuelven a sobrevolar las torres, los barcos de apoyo hacen cola en los puertos de Luisiana y Texas y las petroleras han reactivado uno de los mayores hubs offshore del planeta. El Golfo de México vive un renacimiento inesperado.

La pregunta que sobrevuela este retorno es incómoda y decisiva: ¿estamos ante una nueva edad de oro del petróleo en aguas profundas o ante el último gran impulso de una industria que se resiste a desaparecer? Por ahora, la política empuja y la tecnología acompaña, pero la realidad es que este nuevo «corazón energético de Estados Unidos» está envuelto en tensiones diplomáticas, riesgos ambientales y un planeta que intenta descarbonizarse mientras regresan las plataformas.

Imagen | Unsplash

Xataka | Hace algunos años temíamos quedarnos sin petróleo. Ahora el problema es el opuesto: tenemos demasiado petróleo

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