El elemento más raro de la Tierra aspira a curar el cáncer. Y Europa ya está acelerando su producción
En la lucha contra el cáncer son muchas las ‘armas’ que tenemos a nuestra disposición, como la quimioterapia o la radioterapia . El problema es que estas se asimilan como bombardear una ciudad para destruir una sola casa: se consigue, pero con muchos daños colaterales. Pero esto se puede solucionar si atacamos únicamente a lo que nos interesa, en este caso una célula tumoral, y la ciencia apunta a uno de los elementos más raros del planeta como un candidato para conseguir esto.
Dónde estamos ahora. El objetivo de la ciencia es buscar las terapias más específicas posibles para que ataquen a una célula tumoral y no a una célula sana con el objetivo de reducir los efectos adversos del tratamiento y también ser más eficaces. Para ello hay diferentes opciones como la inmunoterapia o el uso de anticuerpos muy específicos, pero todavía queda mucho camino por recorrer.
Una partícula. El astato, cuyo nombre proviene del griego ástatos («inestable»), hace honor a su nombre. Es el elemento natural más escaso de la Tierra y desaparece casi tan pronto como se forma y eso es muy interesante para nosotros. Sobre todo una ‘versión’ de este elemento que es el At-211 que tiene una vida media de solo 7,2 horas.
Pero esta inestabilidad es parte de su magia. El At-211 es lo que los científicos de Texas A&M llaman un isótopo «Goldilocks»: perfecto para el trabajo.
Sus ventajas. En la actualidad, la radiación tradicional que se usa en los tratamientos contra el cáncer tienen un gran impacto sobre el organismo al viajar durante largas distancias. Pero At-211 emite partículas alfa, que es un núcleo de helio pesado y lento, que cuando se emite libera una enorme cantidad de energía, pero solo puede viajar a una distancia minúscula, apenas el grosor de unas pocas células.
Esto es crucial. La Terapia Alfa Dirigida consiste en «pegar» un átomo de At-211 a una molécula (como un anticuerpo) diseñada para buscar y unirse específicamente a las células cancerosas. El At-211 viaja por el cuerpo ignorando a las células sanas y cuando encuentra su objetivo, se ancla al tumor y libera su partícula alfa.
El resultado es una explosión de energía localizada y devastadora, que destruye el ADN de la célula cancerosa de forma irreversible. Pero como la partícula no puede viajar más lejos, la célula sana que esté justo al lado no se va a ver afectada, siendo este un asesino casi perfecto.
Su problema. A priori todo parece genial, pero… ¿Por qué no lo usamos? La respuesta está en su disponibilidad, puesto que es imposible minar el astato, ya que con una vida de 7,2 horas el reloj corre en contra.
La única forma de obtenerlo es crearlo artificialmente en un ciclotrón, un acelerador de partículas. El proceso implica, básicamente, disparar un rayo de partículas alfa contra un objetivo de Bismuto-209. Ahora el avance que se ha conseguido es crear un sistema totalmente automatizado para producir y enviar el AT-211 lo más rápido posible para que pueda ser usado.
En Europa. Con este avance, que se ha hecho en Texas, se reduce el tiempo de procesamiento y aumenta la seguridad de los técnicos que no tienen que manipular esta sustancia. Y mientras Texas A&M resuelve el suministro en EE. UU., Europa está moviendo ficha. El proyecto Accelerate.EU, financiado por la Unión Europea, se puso en marcha a finales de 2024 con un objetivo claro: crear una infraestructura de fabricación y tratamiento robusta y sostenible para el At-211 en toda Europa.
El proyecto se centra en cánceres especialmente difíciles de tratar, como el de páncreas, el de mama y los tumores cerebrales (glioblastomas), demostrando que esta terapia es una prioridad estratégica global. El futuro por eso pasa por la posibilidad de usar un isótopo para iluminar el tumor y luego usar otro para acabar con él, haciendo que se inaugure la auténtica medicina nuclear personalizada.
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