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El nuevo anuncio navideño de Coca-Cola muestra qué quieren las empresas con la IA: industrializar el contenido

El rechazo al nuevo anuncio navideño hecho con IA de Coca-Cola ha sido básicamente unánime: aunque su apuesta ha mejorado técnica y visualmente la muy promitiva apuesta de 2024, las quejas ya no van tanto por lo teórico como por algo más intangible. Un anuncio que apela a lo tradicional y artesanal no debería realizarse con una herramienta que prescinde de la creatividad humana. ¿O no ha sido así? Algunos datos recientes que han salido a flote tras las primeras reacciones negativas ponen en duda que haya sido solo cuestión de apretar un botón para que salga un anuncio.

Los anuncios hasta ahora. En noviembre de 2024, Coca-Cola se convirtió en el villano corporativo por excelencia de internet. Su anuncio navideño recreaba con inteligencia artificial el icónico spot ‘Holidays Are Coming’ de 1995, y fue recibido con una oleada de críticas, sobre todo por sus múltiples errores: ruedas de camiones rígidas, rostros de personas congeladas en un rictus inhumano… Artistas como Alex Hirsch, creador de Gravity Falls, dedicaron a la corporación frases tan contundentes como «Coca-Cola es ‘roja’ porque está hecha con la sangre de artistas sin trabajo». Un año después, Coca-Cola no retrocede, sino que lanza una nueva versión del anuncio, técnicamente más avanzada y protagonizada por entidades menos arriesgadas: animales antropomorfizados.

La frase de Pratik Thakar, vicepresidente global y responsable de IA generativa en Coca-Cola, «el genio ya salió de la botella y nadie va a a meterlo de vuelta», se ha convertido en símbolo de estos nuevos tiempos. Da igual lo que se critiquen este tipo de decisiones, el ahorro de energía y personal es tan significativo que este tipo de cambios han llegado para quedarse. ¿O no?

¿Menos esfuerzo? Hay algunas cifras, hechas públicas por la propia Coca Cola y por Jason Zada de Secret Level (la compañía que ha desarrollado el anuncio) que ponen en duda la efectividad de todo el esfuerzo. Por ejemplo, se necesitaron aproximadamente 70.000 clips de vídeo generados por IA antes de llegar al resultado final de 60 segundos. Detrás de ellos, un ejército de profesionales: aproximadamente 100 personas distribuidas entre Coca-Cola, la agencia WPP, y los estudios Silverside AI y Secret Level. Y entre ellas, al menos 5 especialistas en IA trabajaron específicamente en el refinamiento técnico y la generación de contenido.

Zada habla de un equipo directo de 20 personas dedicadas a este anuncio. No es una revolución en eficiencia, sino una cantidad comparable a la de cualquier spot de animación tradicional. La diferencia: no se necesitó un equipo físico, localizaciones o cámaras, pero sí todo el aparato de producción habitual en este tipo de anuncios: dirección creativa, diseño, construcción narrativa, supervisión artística… Afirma Zada que hay «mucha artesanía humana involucrada. Diseños de personajes dibujados a mano, construcción de mundos… no se trata solo de escribir palabras y pulsar botones».

La paradoja del dinero. Si hablamos de herramientas de generación de vídeo como Sora, Runway o similares, cada clip tiene un coste asociado. Multiplicado por 70.000 generaciones, el gasto en infraestructura de servidores, procesamiento y tiempo de renderizado alcanza cifras considerables. A esto hay que sumar el coste del centenar de personas trabajando durante aproximadamente un mes (es lo que afirma Coca-Cola que es una ventaja en términos de tiempo, frente a los varios meses que requeriría una producción tradicional). No sabemos cuánto costó el anuncio, pero Manolo Arroyo, director de marketing de la compañía, se limita a afirmar que fue «más barato y rápido que los métodos tradicionales» 

Pero lo importante aquí, quizás, no es cuánto ahorramos en dinero, sino… ¿vale la pena ese ahorro frente al coste reputacional?

Cuál es la diferencia. El tipo de trabajo, no la cantidad. Donde un estudio tradicional invertiría semanas en modelado 3D y animación, este proyecto invirtió ese tiempo en un proceso de generación masiva de vídeos, selección y refinamiento. En lugar de construir un modelo 3D de una manada de focas y animarlas, el equipo generó miles de versiones diferentes de focas hasta encontrar las que funcionaban. Y entonces, y aquí está la clave, es capaz de multiplicar el resultado. Dice Zada que «podríamos crear una versión de 90 segundos además del spot de 60 segundos, y una versión personalizada. No podríamos hacer eso sin las eficiencias de la IA». Ese es el secreto: no hacer lo mismo más barato, sino hacer más cosas con el mismo presupuesto. 

Coca-Cola no ahorra dinero, lo redistribuye. En lugar de una versión definitiva del anuncio, obtuvieron múltiples versiones adaptadas a diferentes mercados. En lugar de invertir en equipos de rodaje y localizaciones físicas, invirtieron en capacidad de gestión y en multiplicación inmediata: la industrialización de las fábricas que vivimos a principios del siglo pasado es ahora la industrialización del contenido.

El genio en la botella. La inteligencia artificial generativa ya forma parte del día a día de la producción audiovisual. Y el polémico anuncio de Coca-Cola ejemplifica qué es lo que las compañías quieren sacar en limpio de esta nueva situación: no se trata solo de una mayor velocidad, ni de ahorrar dinero, algo que ya vemos que no se está consiguiendo, sino más bien una apuesta de futuro, quizás a un modelo económico distinto, quizás a unos spots que aún están por venir, indistinguibles de los realizados de forma tradicional, y que ahí sí, no desaten los comentarios peyorativos que, de momento, estos anuncios realizados con IA están recogiendo.     

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