Estado de México

El gas que no llega al Edomex. El desabasto ya es nacional.

Mientras las autoridades administran el discurso, los ciudadanos administran su gas, racionando cada litro. El gobierno federal debe explicar por qué una empresa estatal como PEMEX no garantiza el abasto básico y qué medidas concretas implementará para evitar que el desabasto se normalice

Staff

Estado de México, noviembre de 2025

Lo que comenzó como una molestia local en el Valle de Toluca se ha convertido en una crisis energética de alcance nacional. Desde hace más de dos semanas, el gas licuado de petróleo (gas LP) escasea no sólo en el Estado de México, sino también en Puebla, Hidalgo, Veracruz, Guanajuato, Jalisco y varias zonas de la Ciudad de México.

Miles de familias han tenido que formarse por horas o pagar sobreprecios para llenar sus tanques. Las pipas no llegan, las estaciones están cerradas y las autoridades guardan silencio.

En Toluca, Metepec, Xonacatlán y Otzolotepec, las gaseras operan a menos del 50 % de su capacidad. Las pipas arriban con menos producto del solicitado o simplemente no llegan. En otras zonas del Edomex, como Tejupilco y Luvianos, los retrasos superan la semana.

Fuentes del sector señalan que PEMEX está racionando el suministro nacional de gas LP por fallas en la logística, carencia de autotanques y ajustes en la producción. En consecuencia, las terminales de llenado trabajan por debajo de su capacidad y los distribuidores deben priorizar a clientes con contrato fijo.

A la crisis logística se suma el aumento del robo de gas, o “huachigas”, que se ha triplicado este año. Tan sólo en el Estado de México se detectaron más de 100 tomas clandestinas en el primer semestre de 2025, afectando directamente la presión de los ductos y la seguridad del abasto.

Mientras tanto, los distribuidores denuncian que las políticas de control de precios de la Comisión Reguladora de Energía (CRE) han dejado márgenes tan bajos que muchas empresas pequeñas no pueden mantener su operación.

El resultado: una cadena rota y desincentivada, en la que nadie asume responsabilidad.

Ni la Secretaría de Energía (SENER) ni PEMEX han ofrecido una explicación clara.

El discurso oficial habla de un “ajuste temporal en la logística”, pero la realidad en los hogares mexicanos es distinta: tanques vacíos, esperas interminables y familias que recurren a métodos de cocina alternativos.

En redes sociales y medios locales, usuarios de distintos estados comparten fotografías de largas filas y precios inflados.

Mientras tanto, el gobierno federal insiste en que el problema “se resolverá en breve”, sin presentar un plan de contingencia ni informar la magnitud real del desabasto.

El gas LP no es un lujo: más del 70 % de los hogares mexicanos dependen de él para cocinar y calentar agua. Su escasez no sólo afecta la economía familiar, sino también a fondas, panaderías, comedores y pequeños negocios.

Lo que hoy se vive en el Edomex y otros estados es la muestra más clara de un sistema energético centralizado, opaco y sin previsión, donde la combinación de robo, burocracia y negligencia pone en jaque al país.

Mientras las autoridades administran el discurso, los ciudadanos administran su gas, racionando cada litro. El gobierno federal debe explicar por qué una empresa estatal como PEMEX no garantiza el abasto básico y qué medidas concretas implementará para evitar que el desabasto se normalice.

Porque cuando el gas falta en los hogares, no sólo se apagan las estufas: también se apaga la confianza.

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