Estado de México

En el Estado de México el Sistema de salud al borde del abismo

En el estado más poblado de la República, Estado de México, se está gestando una crisis silenciosa en la atención sanitaria que amenaza con colapsar lo poco que sobrevive de cobertura pública digna. Y lo peor: no es un problema lejano, sino palpable, cuantificable y creciente.

Fernanda Ruíz

Un retroceso que no se denuncia como tal. según datos de la Secretaría de Bienestar, en la entidad 44.2 % de la población carece de acceso a los servicios de salud.  Pero no basta con ese solo número: entre 2018 y 2022 la población mexiquense que presenta carencia por acceso a servicios de salud pasó de 3.3 millones a 7.6 millones. Eso es un aumento del 129 %. 

En resumidas cuentas: mientras todo el país tiene enormes retos (34.2 % sin acceso a salud)  en el Estado de México el drama es local, más agudo y, parece, más ignorado.

El análisis municipal lo revela sin rodeos: en regiones como la Norte‑mexiquense aparecen municipios con carencias superiores al 40 % en acceso a servicios de salud. Por ejemplo: Temascalcingo con 45.6 %, Hueypoxtla con 43.9 %. 

La conclusión: no es solo una cuestión de infraestructura, sino de política, de financiamiento, de voluntad local y estatal para cubrir territorios enormes y poblaciones heterogéneas.

Las causas y la falta de respuesta detrás del desastre; demanda creciente: El Estado de México es la entidad con mayor población del país, lo que implica que el sistema de salud debe atender un volumen gigantesco de personas.

 Fallas en la cobertura social: Más de la mitad de la población (52.1 %) carece de seguridad social en Edomex.  Esto significa que muchos no tienen acceso garantizado a una institución médica de base.

 Cadena de suministro debilitada: Si se considera que hay desabasto de medicamentos, falta de insumos, hospitales saturados, etc., el acceso nominal pierde peso frente a la realidad.

 Política pública insuficiente o mal focalizada: Que el rezago y la carencia aumenten pese a promesas de gobierno indica que los recursos no están siendo asignados o utilizados con la precisión o velocidad necesaria.

Cuando casi la mitad de los habitantes carece de acceso a servicios de salud, el efecto se traduce en:

  • Tratamientos tardíos o nulos.

  • Gastos de bolsillo que crecen por la necesidad de acudir al sector privado.

  • Mayor vulnerabilidad ante epidemias, enfermedades crónicas, emergencias médicas.

  • Brechas territoriales: quienes viven en municipios remotos o de difícil acceso pagan el precio más alto.

  • Pérdida de confianza en el sistema público; impulso al mercado privado, lo que incrementa la desigualdad.

El problema ya no admite demora ni excusas:

  1. Cobertura: Se debe garantizar que los habitantes cuenten con registro y acceso real a instituciones de salud, independientemente de su ubicación o condición laboral.

  2. Infraestructura y logística: Clínicas, hospitales, unidades médicas móviles, medicamentos, personal especializado —todo debe aumentar, repararse y operarse.

  3. Transparencia: ¿Dónde están los recursos asignados? ¿Por qué aumentan las carencias si se presupuestan millones para salud?

  4. Equidad territorial: No puede ser que los municipios alejados o marginados sigan esperando mientras los centros urbanos reciben lo mínimo.

  5. Participación ciudadana: Las comunidades deben exigir rendición de cuentas; la salud no es un lujo, es un derecho constitucional.

El Estado de México no puede seguir permitiendo que decenas de miles millones de sus habitantes vivan con la espada de la carencia sanitaria sobre sus cabezas. La cifra de más de 7  millones de personas sin acceso médico no es solo un número: es un síntoma de abandono institucional, de prioridades desplazadas, de un sistema que se está resquebrajando por dentro. Si no se actúa ya, la deuda social que se está generando será más grave, más costosa y más difícil de reparar.

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