Tlalnepantla vive con miedo: la inseguridad marca la administración de Raciel Pérez

Vecinos denuncian aumento de robos y falta de respuesta policial; pese a nuevas patrullas y programas de proximidad, la percepción de inseguridad alcanza al 80 % de la población.
STAFF/ Tlalnepantla, Méx.
En Tlalnepantla, la sensación de inseguridad crece mientras las autoridades aseguran que hay avances.
Durante la administración del alcalde Raciel Pérez Cruz, la ciudadanía afirma que el temor a ser víctima de la delincuencia forma parte de la vida cotidiana: salir a trabajar, tomar el transporte público o caminar por el centro se ha convertido en un riesgo constante.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), ocho de cada diez habitantes del municipio se sienten inseguros, una cifra que mantiene a Tlalnepantla entre los municipios más preocupantes del Valle de México.
Los delitos más frecuentes, según los propios vecinos, son el robo a transporte público, a transeúntes y a casa habitación.
“Aquí no basta con que pasen patrullas nuevas si los policías no se bajan, no investigan y no se sienten cercanos. La delincuencia está en cada esquina”, expresó un habitante de San Juan Ixhuatepec, una de las zonas más afectadas.
El gobierno municipal ha puesto en marcha diversas estrategias, entre ellas la adquisición de 180 nuevas patrullas, la creación de la Policía de Proximidad Social y la conformación de redes vecinales.
No obstante, estas acciones no se reflejan en la percepción ciudadana, que sigue en niveles críticos.
La administración reconoce haber recibido un municipio “quebrado y con servicios públicos debilitados”, pero los habitantes exigen resultados tangibles y no más diagnósticos.
Las denuncias por robo, extorsión y violencia intrafamiliar se mantienen, mientras que la respuesta policial suele llegar tarde o simplemente no llega.
Uno de los principales problemas es la falta de confianza en los cuerpos de seguridad municipal.
Aunque se ha informado de la depuración de algunos elementos, la población percibe que persisten los actos de corrupción, abuso y omisión.
“La policía llega cuando todo ya pasó. Pero si ven a alguien vendiendo dulces o con una moto vieja, ahí sí actúan”, dijo un comerciante del centro de Tlalnepantla, reflejando el descontento generalizado.
Mientras el gobierno presume que los delitos de alto impacto bajaron un 15 %, la población asegura que la inseguridad no ha disminuido.
En colonias como San Lucas Patoni, Tequexquinahuac y Santa Mónica, los vecinos han optado por autoorganizarse, colocar alarmas comunitarias y restringir horarios de salida, ante la falta de patrullaje constante.
La coordinación intergubernamental, prometida en los primeros meses de la administración, no ha dado resultados visibles.
Tlalnepantla sigue siendo un punto rojo del Edomex, con una creciente desconfianza hacia sus instituciones y una ciudadanía que vive entre el miedo y la resignación.
Las cifras oficiales hablan de “avances”, pero las calles de Tlalnepantla cuentan otra historia.
El temor a ser víctima de la delincuencia ha modificado los hábitos de vida: la gente evita salir de noche, portar celulares visibles o usar transporte público en horarios tardíos.
El desafío para el alcalde Raciel Pérez es convertir los anuncios en acciones reales.
La población no pide discursos ni estadísticas, sino seguridad, presencia y justicia.
Hasta que eso ocurra, Tlalnepantla seguirá siendo un municipio que vive con miedo.
