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En un acuerdo crucial Ucrania le ha dado a EEUU su mejor arma. A cambio ha recibido algo inédito: un mapa para tumbar a Rusia

Ucrania llevaba meses implorando a Estados Unidos que dejara la retórica para que pasara a la acción. La primera señal de que algo estaba cambiando en Washington ocurrió hace pocos días, cuando se aireó que Trump estaba pensando seriamente enviar misiles Tomahawk a Kiev. Ahora, un acuerdo en ciernes ha dado el giro más drástico que se recuerda en la postura estadounidense, y tiene el cariz de cambiar la contienda.

Un giro estratégico. La administración Trump ha dado un cambio drástico en su postura hacia la guerra en Ucrania. Tras meses de intentar negociar un alto el fuego con Putin a través de incentivos económicos, el presidente estadounidense ha autorizado por primera vez la entrega de inteligencia para que Kyiv ataque infraestructuras energéticas rusas con misiles y drones de largo alcance. 

El objetivo es golpear refinerías, oleoductos y centrales eléctricas para privar al Kremlin de su principal fuente de ingresos, debilitando tanto su economía como su capacidad de sostener la ofensiva militar. Este giro coincide con declaraciones en las que Trump aseguró que ve posible que Ucrania recupere todos los territorios ocupados, lo que marca una ruptura con su retórica inicial de concesiones territoriales.

El dilema del largo alcance. Lo contamos ayer. Washington estudia ahora si acompañar esa inteligencia con armamento mucho más potente. La opción más llamativa es la entrega de misiles de crucero Tomahawk, con un alcance cercano  de hasta 2.500 km y gran capacidad destructiva. También se consideran alternativas más baratas y modulares, como el Barracuda de Anduril o los nuevos Extended Range Attack Munitions, ya aprobados en cantidades significativas. 

Alemania, Francia, Reino Unido e Italia han enviado misiles de crucero propios, mientras que Berlín mantiene bloqueados los Taurus pese a la insistencia de sus militares en que Ucrania debe poder atacar en profundidad. Ucrania, por su parte, avanza con proyectos propios como el Long Neptune y el Flamingo, este último un misil de crucero de enorme alcance y carga explosiva que pretende producir a gran escala para presionar todavía más las defensas rusas.

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El ”regalo” ucraniano. El otro gran pilar de este nuevo acercamiento es la tecnología no tripulada. Una delegación ucraniana llegó a Washington para negociar un acuerdo histórico que permitirá a Estados Unidos acceder a la experiencia de Kiev en producción masiva de drones. Se plantea un marco de hasta 50.000 millones de dólares a cinco años, con capacidad para fabricar millones de unidades anuales cuando acabe la guerra. 

Los drones ucranianos (desde los FPV baratos hasta los navales Magura capaces de derribar cazas rusos) han demostrado ser innovadores, flexibles y mucho más económicos que los sistemas occidentales. Estados Unidos, cuya industria fabrica modelos muy sofisticados, pero en volúmenes limitados, busca con este pacto ponerse al día en una capacidad que Ucrania ha llevado mucho más lejos.

Implicaciones. El llamado “Drone Deal” incluiría fórmulas de transferencia tecnológica, desde royalties hasta la creación de filiales en suelo estadounidense. Ucrania produciría a costes muy inferiores a los de Occidente, mientras Estados Unidos obtendría sistemas probados en combate y listos para escalar. 

A cambio, Kyiv espera compensaciones en forma de armas avanzadas como los Patriot, los lanzadores HIMARS, los ATACMS o incluso cazas de última generación. El acuerdo, además, serviría para afianzar la relación política con Trump, que en ocasiones había mostrado dudas sobre el nivel de apoyo a Ucrania pero que ahora parece inclinarse hacia una cooperación estratégica más profunda.

Un tablero en movimiento. El viraje estadounidense se enmarca en un momento en que Rusia intensifica ataques contra la infraestructura energética ucraniana, anticipando un nuevo invierno de presión sobre la población civil. Al mismo tiempo, Moscú denuncia que la inteligencia y los recursos de la OTAN se emplean directamente en su contra, mientras observa con inquietud la posibilidad de que misiles de largo alcance occidentales sean entregados a Kyiv

En paralelo, Europa refuerza su papel: algunos países incrementan sus inversiones en la industria militar ucraniana y otros, como Alemania, financian capacidades de ataque en profundidad. La combinación de nueva inteligencia, drones masivos y potenciales misiles de largo alcance indica que la guerra podría entrar en una fase distinta, con Ucrania buscando golpear en lo más sensible para Rusia: la energía que alimenta su economía y financia su esfuerzo bélico.

Imagen | National Police of Ukraine, NARA

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