Opinión

Por: El husmeador

Agua Traicionera: La Infraestructura Hidráulica del Edomex, ¡un Polvorín Bajo la Lluvia!

  • Edomex no puede seguir siendo rehén de su geografía traicionera 
  • El agua no perdona la indiferencia; hagamos que fluya para todos, no contra nosotros.

En el Estado de México, donde millones de almas se apiñan en un territorio saturado de sueños y precariedad, el agua no es bendición: es sentencia. Las inundaciones que azotaron en 2024 y se recrudecieron en 2025 no son caprichos del clima, sino el rugido de una infraestructura hidráulica frágil, obsoleta y abandonada por décadas de negligencia política. Imaginen: 98 sitios críticos en 99 colonias de 34 municipios, afectando a 23,940 habitantes y 7.78 km² de superficie, según el Atlas de Inundaciones XXXI de la Comisión del Agua del Estado de México (CAEM). No son números; son familias varadas en techos, lanchas improvisadas en Chalco y Nezahualcóyotl, donde el agua contaminada devoró hogares enteros en septiembre de 2025, dejando más de 22 mil viviendas y negocios bajo el lodo. Esta crisis no nació con la tormenta del 27 de septiembre que activó el Plan DNIII de la Sedena en Neza, ni con las lluvias de junio que rebasaron el Río de la Piedad y Viaducto, paralizando la vida en la Zona Metropolitana. Es el legado de un sistema hidráulico que colapsa bajo el peso de su propio envejecimiento: drenajes obstruidos por basura y urbanización descontrolada, vasos reguladores saturados como La Quebradora y Desarrollo Urbano, y plantas de rebombeo como Vicente Guerrero que jadean ante precipitaciones de 50-70 mm. 

En Chalco, las inundaciones de 2024 obligaron a residentes a remar en calles convertidas en ríos, un eco de las avalanchas en Naucalpan y Jilotzingo que cobraron 17 vidas en septiembre del año pasado. Y mientras el cambio climático intensifica estos eventos —con El Niño cediendo paso a La Niña, prometiendo sequías que alternan con diluvios—, la CAEM y Conagua acumulan recortes presupuestales que asfixian cualquier esperanza de resiliencia. Pero el drama se agrava en el corazón del Valle de Toluca, donde el Río Lerma se erige como una bomba de tiempo, acechando a Toluca, Lerma, San Mateo Atenco, Ocoyoacac, Metepec y Zinacantepec. Este caudal legendario, que surca 750 km desde su nacimiento en el Nevado de Toluca hasta el Pacífico, se desbordó en 2025 con furia renovada: en junio, lluvias intensas con granizo anegaron Paseo Tollocan y avenidas clave, paralizando el tráfico entre Toluca y Lerma, mientras el río crecía 10 cm en horas, inundando zonas industriales y glorietas como la de Plazas Outlet. En septiembre, el colapso fue peor: 430 viviendas en cinco colonias de Lerma sumergidas hasta 70 cm de agua sucia durante 20 días, sumándose a afectaciones en Constitución Totoltepec (Toluca), San Pedro Cholula (Ocoyoacac) y Chapultepec, con más de 20 hogares en San Blas y La Constitución Totoltepec bajo un metro de lodo. La autopista Lerma-Tenango se convirtió en río improvisado, y el Atlas de Inundaciones 2024 ya advertía 21 sitios críticos en la cuenca, con once municipios norteños en jaque. Obstrucciones por basura, sedimentos y falta de dragado —urgido por los alcaldes de de Toluca, Lerma y San Mateo Atenco en septiembre— convierten al Lerma en un polvorín: su contaminación crónica y elevación de nivel impiden que canales y cárcamos drenen, amplificando el caos en un valle que padece tanto sequías estacionales como diluvios recurrentes, según el Programa Hídrico Integral 2024-2029. Conagua promete trabajos inmediatos en puentes críticos como el de la México-Toluca y la Presa Álzate, pero el tiktak del reloj climático no espera.              La fragilidad es palpable: un 40% de agua se pierde en fugas por redes no rehabilitadas, y el 30% de plantas de tratamiento incumple normas, según expertos en hidráulica. En el Valle de México, donde Edomex y CDMX comparten el Sistema Cutzamala —esa proeza ingenieril de 1982 que hoy bombea contra la gravedad para abastecer a 20 millones—, el desbalance hídrico es inminente: al mediano plazo, consumiremos más de lo que recargamos. Agreguen el crecimiento urbano irregular en laderas y barrancas, la obstrucción crónica por plásticos y sedimentos, y el abandono de mantenimiento: el resultado es un estado que gasta miles de millones en emergencias reactivas, en lugar de invertir en prevención. A corto plazo, los retos son un reloj en cuenta regresiva. La temporada de lluvias 2025 ya ha forzado suspensiones en el Metro (Línea A en La Paz) y clases en Neza, con alertas púrpuras que podrían repetirse si no se desazolvan drenajes ya. Conagua reporta 187 operativos en 2025 para desalojar 8 millones de m³ de agua anegada, beneficiando a casi un millón de personas, pero esto es curativo, no preventivo. Urge un plan inmediato: perforar pozos en Hidalgo y Edomex para paliar el desabasto alterno, y modernizar 1,500 millones de pesos en redes para reducir fugas en la ZMVM. En el Valle de Toluca, la limpieza urgente del Río Lerma —con maquinaria de la Marina y desbloqueo de linternillas— es vital para evitar que el próximo frente frío repita el desastre de septiembre, donde el río paralizó accesos clave y dejó comunidades como Guadalupe y El Calvario en limbo sanitario. Sin esto, las próximas tormentas —pronosticadas por la CAEM en su Atlas interactivo— podrían paralizar Ecatepec, Coacalco, Tlalnepantla y ahora Lerma con igual saña. A mediano plazo (2026-2030), el panorama exige visión: el Plan Nacional Hídrico 2024-2030 promete 17,000 millones de pesos en obras para Edomex, incluyendo el Lago Tláhuac-Xico y la Laguna de Zumpango para regular flujos en Chalco, pero ahora con énfasis en restaurar el Río Lerma y las Ciénegas como humedales clave contra inundaciones. El Programa Hídrico Integral 2024-2029 de la gobernadora Delfina Gómez prioriza Toluca con dragados anuales y mesas intermunicipales para prevenir desbordes, pero el rezago crece: se necesitan 430,000 millones anuales a nivel nacional (1.3% del PIB) para transitar a una gestión sostenible, con énfasis en tecnificar riego, restaurar humedales como los de Texcoco y aliarse con privados para innovación en monitoreo climático. El IMCO advierte: sin actualización regulatoria y modernización, la desigualdad hídrica —donde el norte y centro beben sequía mientras el sur inunda— se profundizará, afectando agricultura, industria y 76% del territorio en estrés hídrico, con el Lerma como epicentro de riesgos en el Valle de Toluca. Proyectos como la rehabilitación del Cutzamala y bonos de carbono para ganaderos son pasos, pero insuficientes sin planificación urbana que frene la invasión de zonas inundables. Edomex no puede seguir siendo rehén de su geografía traicionera. ¡Gobiernos estatal y federal, inviertan ya en prevención o asuman la culpa de las próximas tragedias! No más parches; exijan a Conagua y CAEM un fondo blindado contra recortes, con transparencia en cada peso gastado, especialmente para dragar el Río Lerma antes de que estalle. ¡Ciudadanos, unámonos: limpien rejillas, denuncien construcciones ilegales y presionen por un Edomex impermeable al olvido! El agua no perdona la indiferencia; hagamos que fluya para todos, no contra nosotros.

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