Los nuevos Echo de Amazon no compiten contra Google Home. Compiten contra la indiferencia

Hace una década, Alexa era el futuro. Hoy, cuando hablamos de IA conversacional y de chatbots, mencionamos a ChatGPT, Claude, Grok o Gemini. Los asistentes de voz tradicionales (también te miro a ti, Siri) se han convertido en algo que simplemente existe, como el microondas: limitidamente útiles, pero olvidados, arrinconados.
Amazon acaba de presentar cuatro nuevos dispositivos Echo:
- Echo Dot Max con graves tres veces más potentes.
- Echo Studio rediseñado.
- Echo Show 8 y 11 con pantallas de más de un millón de píxeles y cámaras de 13 MP.
Sí, pero. Las mejoras son reales y medibles. El problema es que ahora está prestando atención mucha menos gente que hace diez años. Alexa ha pasado de ser una promesa revolucionaria a un cronómetro de cocina con voz y música. Pedimos canciones, ponemos alarmas, poco más. La narrativa se agotó.
El contexto. La industria del asistente de voz lleva años estancada en las mismas funcionalidades básicas. Mientras tanto, ChatGPT ha demostrado lo que significa una IA conversacional de verdad: mantener contexto, razonar, sorprender. Los usuarios ya saben que existe algo mejor, aunque no lo tengan en su salón.
Amazon promete que estos dispositivos «sientan las bases» para Alexa+, su asistente con IA generativa. En España aún no hay fecha de llegada para esas funciones avanzadas. Es la promesa habitual: esperad, lo mejor está por venir.
La gran pregunta. ¿Puede un altavoz esférico mejorado cambiar hábitos que llevamos arrastrando una década?
- El factor de forma es el mismo.
- El gesto de activación, idéntico.
- La expectativa del usuario sobre lo que hace Alexa, fosilizada.
Entre líneas. Amazon no necesita solo chips más potentes o micrófonos que detecten mejor la palabra de activación. Necesita que dejemos de ver a Alexa como un electrodoméstico más y volvamos a imaginarla como algo que puede cambiar cómo vivimos. Eso no se arregla con graves más profundos.
La batalla ya no es contra Google Home o Siri. Es contra la indiferencia de usuarios que aprendieron hace años qué pueden esperar de un asistente de voz y dejaron de esperar más. Amazon tiene el hardware. Le falta la razón para que nos importe.
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