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6.600 millones de euros de gasto, 300 millones de retorno: el tremendo agujero que los JJOO han dejado a París

Cuando acabaron los JJOO de París del año pasado hubo algo que no terminó: el debate nacional, extensible a otros tantos juegos en otros enclaves del planeta, sobre su verdadero legado. Para los críticos con el evento, la institución suprema de auditoría de Francia acaba de darles toda la gasolina del mundo, una en forma de informe económico demoledor.

El peso real de los Juegos. Como decíamos, La Cour des comptes ha revisado al alza el coste público de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024, cifrando la aportación del Estado y de las colectividades territoriales en 6.650 millones de euros, es decir, unos 700 millones más de lo previsto en junio. 

En su informe presentado al Parlamento, la institución de la rue Cambon detalla que las cifras actualizadas incluyen tanto el gasto en organización, que ascendió a 3.020 millones (con un peso muy elevado de la seguridad), como el destinado a infraestructuras, que alcanzó 3.630 millones, incorporando por primera vez los desembolsos de las autoridades locales y las obras para garantizar el uso del Sena, estimadas en 331 millones. Pese a ciertos sobrecostes, la Cour valora que las infraestructuras se ajustaron a lo esperado y subraya que la liquidación del comité organizador dejó un excedente de 75,7 millones, lo que evitó recurrir a la garantía estatal.

Comparativa con otras ediciones. La Cour sostiene que los Juegos de París resultaron casi dos veces menos en cuanto a costes para las arcas públicas que, por ejemplo, los de Londres 2012, aunque alerta sobre el capítulo de seguridad, cuya infrapresupuestación fue notable: frente a los 200 millones calculados en el dosier de candidatura, el gasto real ascendió a 1.440 millones

Esta desviación, muy superior a la prevista en la ley de finanzas de 2024, constituye el principal motivo de preocupación señalado por los magistrados.

Impacto “modesto”. El informe introduce esta vez una evaluación de los ingresos públicos asociados al evento, que suman 293,6 millones de euros procedentes de la recaudación fiscal, la tarificación especial del transporte y las ventas publicitarias de France Télévisions. 

Sin embargo, esas cifras deben corregirse por las exenciones fiscales (57 millones, como en el caso del patrocinador Omega) y por el llamado efecto de “evicción” en sectores como el turismo. La Cour concluye que el impacto en la economía fue limitado: apenas un 0,07 % del PIB en 2024, frente al 0,25 % estimado por el Insee para el tercer trimestre de ese año. Más allá del corto plazo, insiste en que es prematuro valorar los efectos a medio y largo plazo.

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Debate y críticas. Contaba Le Monde que la metodología de la Cour ha generado fricciones con los responsables olímpicos. El Cojop reprocha que el informe haya incluido gastos que no considera directamente vinculados a los Juegos, como prolongaciones de metro, enterramiento de líneas eléctricas o sobrecostes de la renovación del Grand Palais, así como la construcción de escuelas. 

También cuestiona que no se tuvieran en cuenta los amortizamientos ni la proporcionalidad en el uso de infraestructuras compartidas. Según Tony Estanguet, presidente del comité organizador, el coste público real no superó los 2.500 millones, por lo que denuncia problemas de rigor y un sesgo sistemático contra el proyecto.

El debate sobre el legado. Uno de los puntos centrales de la controversia es la herencia tangible de París 2024. Mientras que el gobierno defiende que la inversión en transporte, vivienda y la descontaminación del Sena representan mejoras duraderas, colectivos sociales denuncian fenómenos de gentrificación, desalojos y un “maquillaje social” que beneficia más a la imagen internacional de Francia que a sus ciudadanos más vulnerables. 

La Cour también planteó dudas sobre la verdadera capacidad de esas inversiones para transformar a largo plazo la vida urbana en la región parisina.

Un lastre histórico. El debate sobre París 2024 se inserta en una larga tradición de Juegos que terminan siendo bombas de relojería financiera para las ciudades anfitrionas. Desde Montreal 1976, que tardó tres décadas en pagar una deuda monumental, hasta Atenas 2004, a menudo citado como uno de los factores que agravaron la crisis financiera griega, las sedes olímpicas han experimentado sobrecostes crónicos. 

¿La razón? Los comités suelen inflar los cálculos de retorno de la inversión en la fase de candidatura, presentando proyecciones optimistas que rara vez se materializan. El caso de Londres 2012 mostró que incluso cuando los Juegos se presentan como “razonables”, el peso presupuestario acaba duplicando las previsiones iniciales.

La crisis del COI. Plus: el Comité Olímpico Internacional atraviesa desde hace años una crisis de legitimidad y de sedes. Cada vez menos ciudades están dispuestas a asumir los riesgos financieros y políticos asociados: Los Ángeles 2028 fue adjudicada sin competencia tras la retirada de otras candidaturas, y la última edición de invierno en Pekín 2022 tuvo que celebrarse en instalaciones artificiales en pleno desierto, ejemplo de las anomalías a las que se enfrenta la organización. 

Cortina-Milán 2026 también ha sido cuestionada por sobrecostes, improvisaciones logísticas y tensiones políticas entre regiones y gobierno central. En este contexto, París 2024 refleja tanto la grandeza simbólica como la fragilidad estructural de un modelo olímpico cada vez más difícil de sostener.

Éxito con dudas. Si se quiere también, en lo inmediato, París 2024 se ha considerado un triunfo organizativo y deportivo, proyectando esa imagen de Francia como país capaz de acoger un evento global de primer orden. De hecho, tanto la Cour como el Cojop han visto en la experiencia de París un modelo a considerar de cara a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 en los Alpes franceses, a los que se destinarán seis de sus siete recomendaciones. 

Sin embargo, el debate sobre su verdadero legado financiero y social está lejos de cerrarse. La experiencia francesa alimenta, además, una discusión que traspasa fronteras sobre el futuro mismo de los Juegos: si seguirán siendo una aspiración para las ciudades o simplemente un riesgo que la mayoría preferirá evitar.

Imagen | Dominio Público, Whoisjohngalt

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