Rusia acaba de lanzar una piedra inédita sobre el tejado de Europa: ahora ya no son drones, son aviones de combate

Primero fue un enjambre de drones rusos entrando en el espacio aéreo de Polonia. La OTAN respondió con fuego. Aquél primer órdago de Moscú ha tenido su continuación el pasado viernes, cuando tres cazas rusos hacían lo propio en Estonia. Respuesta de la OTAN volvió a ser contundente. Sin embargo, la amenaza y la tensión, lejos de aminorar, ha aumentado hace unas horas sobre el mar Báltico.
Incursión rusa en Estonia. Como decíamos, el reciente cruce de tres cazas MiG-31 Foxhound rusos en el espacio aéreo de Estonia encendió todas las alarmas en Europa del Este y ha puesto a prueba la capacidad de respuesta inmediata de la OTAN. La intrusión, ocurrida sobre la isla de Vaindloo en el golfo de Finlandia, se realizó sin planes de vuelo, con transpondedores apagados y sin comunicación con los servicios de control aéreo estonios, lo que la convierte en un acto deliberadamente provocador.
Ante ello, se activó la nueva Operación Eastern Sentry, con el despegue de cazas F-35 italianos del destacamento de Policía Aérea del Báltico, a los que se sumaron aparatos suecos JAS 39 Gripen y cazas finlandeses para interceptar y vigilar a los intrusos. El episodio no es aislado: sigue a la entrada de 19 drones rusos en Polonia y Rumanía la semana anterior, de los cuales varios fueron derribados por fuerzas polacas y neerlandesas, y otros se estrellaron en territorio polaco. Estos incidentes demuestran un patrón de presión rusa que busca testar los límites de la Alianza.
Reacciones. La respuesta política no se hizo esperar. El ministro de Exteriores de Estonia calificó la incursión de “provocación sin precedentes” y exigió medidas rápidas de presión política y económica. La primera ministra estonia se comunicó directamente con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien reiteró la solidaridad de la organización y la necesidad de reforzar la disuasión en la región. Además, Estonia anunció que convocará por primera vez en sus 34 años como miembro de Naciones Unidas una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad.
La diplomacia europea, en voz de Kaja Kallas, condenó el acto como una “peligrosa provocación” y destacó que era ya la tercera violación de espacio aéreo comunitario en pocos días, prometiendo más apoyo a la defensa de los estados bálticos. En paralelo, voces en Lituania sugirieron que la Alianza debería estar dispuesta a derribar aviones intrusos, recordando el precedente turco de 2015, cuando un Su-24 ruso fue abatido en la frontera con Siria.

Un Mig 31 ruso
El marco legal. Ante la situación, Estonia considera invocar el Artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, que obliga a los aliados a consultas conjuntas siempre que uno de ellos sienta amenazada su seguridad, como ya hizo Polonia tras la intrusión de drones rusos. La activación de este mecanismo refleja la gravedad con que se percibe la amenaza y la necesidad de mostrar cohesión frente a Moscú.
La Operación Eastern Sentry, puesta en marcha días antes, prevé inicialmente desplegar cazas de reacción rápida y una fragata antiaérea, con la perspectiva de extenderse desde el Ártico hasta el mar Negro para cubrir todo el flanco oriental de la Alianza contra drones, misiles y aviones. El general Alexus Grynkewich, comandante supremo aliado en Europa, subrayó que este nuevo marco permitirá una defensa más flexible y enfocada allí donde se requiera.

Un Il-20M ruso
Interceptación alemana. Hace pocas horas la tensión ha aumentado. La salida de dos Eurofighter alemanes desde la base de Rostock-Laage para interceptar un avión ruso de reconocimiento Il-20M sobre el mar Báltico ha vuelto a situar a la región en el centro de la escalada entre Moscú y la OTAN.
Otra vez, el aparato ruso volaba con el transpondedor apagado, sin responder a las llamadas de contacto, un patrón cada vez más habitual en unas incursiones que se interpretan como actos de provocación deliberada. El incidente llegó apenas días después de que la incursión de los tres cazas MiG-31 rusos.
El pulso estratégico de Moscú. Para Polonia y los estados bálticos, los incidentes no son hechos aislados, sino parte de una secuencia de pasos calculados de hostigamiento. Hace solo unos días y como contamos, Varsovia denunció la caída de 19 drones rusos en su territorio, y su ministro de Exteriores describió la estrategia del Kremlin como una serie de provocaciones incrementales, siempre al borde, pero sin llegar al conflicto abierto.
El hallazgo de restos de un dron señuelo en un bosque polaco refuerza la sensación de ensayo constante de las defensas de la OTAN. Mientras tanto, el Kremlin niega responsabilidad y acusa a Occidente, en particular al Reino Unido, de liderar un supuesto “campo belicista” que impide avances en la resolución de la guerra en Ucrania.
Las fisuras de Occidente. Uno de los elementos más inquietantes en este contexto es la percepción de que Estados Unidos podría estar reduciendo su compromiso en la defensa del flanco oriental. Bloomberg citó fuentes del Kremlin según las cuales Putin habría concluido, tras su cumbre con Donald Trump en Alaska, que Washington no reforzará significativamente la capacidad militar de Kiev, lo que alienta a Moscú a intensificar sus ataques para forzar la capitulación ucraniana.
En paralelo, contaba el Guardian que circulan informes de que la Casa Blanca planea reducir la asistencia de seguridad a Letonia, Lituania y Estonia, pese a ser países directamente expuestos a la presión rusa. La declaración de Trump, afirmando que defendería a Europa pero sin profundizar en detalles, añade ambigüedad estratégica en un momento de alta tensión.
Riesgo de escalada. Los dirigentes bálticos y centroeuropeos coinciden en que la situación se aproxima peligrosamente a un punto de ruptura. El presidente de Letonia, Edgars Rinkēvičs, advirtió de que, aunque Rusia se esfuerza en no sobrepasar claramente las líneas rojas, la lógica errática y la incompetencia en distintos niveles del sistema ruso podrían desembocar en un choque real, cuya responsabilidad recaería en el Kremlin.
Desde Praga, el presidente checo Petr Pavel reclamó una respuesta firme y unida de la OTAN, recordando que ceder frente a la agresión equivaldría a “dar la espalda al mal”. La sombra de un conflicto mayor planea sobre el noreste europeo: cada nueva incursión aérea o ataque con drones incrementa las probabilidades de un error de cálculo que precipite una confrontación directa.
Ucrania y una vía. Bajo este clima de creciente hostilidad, el presidente Zelensky declaró, antes de viajar a la ONU, que estaría dispuesto a reunirse con Putin, incluso junto a Trump, para explorar una salida política. Moscú, sin embargo, mantiene la condición inasumible de que se atiendan primero las “causas profundas” del conflicto, es decir, que Kiev acepte rendirse.
La tensión aérea en el Báltico, el hostigamiento con drones en Polonia y Rumanía y la presión diplomática rusa se combinan así en una estrategia de desgaste que parece apuntar a la división de Occidente y restar apoyos a Ucrania. Para los estados bálticos, lo que está en juego no es solo la seguridad regional, sino la credibilidad misma de la OTAN en su frontera más vulnerable.
Imagen | NATO, Kirill Naumenko, Vitaly Kuzmin