Opinión

¿Obsesión con Cuba o negligencia con México? El gobierno ignora el nanogel de Tessy López para importar el Heberprot-P

Por: El husmeador

En un país donde la diabetes deja a personas ciegas, amputadas  piernas y vidas con la misma ferocidad que la indiferencia burocrática, el anuncio del gobierno de Claudia Sheinbaum de importar el medicamento cubano Heberprot-P para tratar el pie diabético suena la fanfarria internacionalista, pero huele a traición a la ciencia mexicana. Mientras en las conferencias mañaneras se alaba la «colaboración» con Cuba y se celebra un fármaco extranjero como la panacea, una joya nacional queda relegada al olvido: el nanogel de la Dra. Tessy María López Goerne, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Este desdén no sólo cuestiona la lógica sanitaria del gobierno, sino que destapa una obsesión ideológica por apuntalar al régimen cubano en detrimento del talento mexicano. ¿Por qué importar cuando en casa tenemos una solución igual o mejor? 

La Dra. Tessy López, una científica de talla mundial, ha dedicado décadas a desarrollar un nanogel basado en nanopartículas de titanio que regenera tejidos, cierra úlceras de pie diabético en 5 a 8 meses y evita amputaciones. Su trabajo, reconocido con nominaciones al Nobel de Química (2016-2017), premios como el TWAS (2015), Weizmann (1991) y UNESCO, no es un experimento de laboratorio: es una realidad que ha salvado extremidades y esperanzas. Más aún, López ofrece tratamientos gratuitos a los más vulnerables, demostrando un compromiso social que debería ser el orgullo de México. En cambio, el gobierno opta por el Heberprot-P, un factor de crecimiento epidérmico cubano que, si bien es efectivo (reduce amputaciones en un 70-80% en etapas tempranas), no supera al nanogel mexicano en resultados y requiere un esquema de aplicación más complejo (inyecciones frecuentes versus un gel tópico). ¿Por qué, entonces, esta preferencia por lo cubano? La respuesta parece más política que científica. La administración de Sheinbaum, heredera de la «Cuarta Transformación», insiste en fortalecer lazos con un régimen autoritario que sobrevive gracias a exportaciones como el Heberprot-P, mientras ignora una solución nacional que podría producirse localmente, generar empleos y reducir costos. México gasta millones en importar el fármaco cubano y pagar asesorías de médicos de la isla, cuando podría invertir en escalar la producción del nanogel de Tessy López, patentado y listo para manufactura masiva. ¿Es esto una decisión sanitaria o un gesto para apuntalar al régimen de La Habana, que lleva décadas viviendo de la propaganda y las divisas extranjeras? No se trata de despreciar el Heberprot-P, cuya eficacia está probada. Pero elegirlo por encima del nanogel mexicano, sin siquiera explorar una sinergia, es un agravio a la ciencia nacional y a los 14 millones de diabéticos mexicanos que merecen lo mejor, no lo políticamente conveniente. El gobierno presume austeridad, pero despilfarra en importaciones mientras una científica de élite, que podría ser el rostro del México innovador, languidece sin apoyo. La Secretaría de Salud, encabezada por David Kershenobich, debería explicar por qué no se invierte en la infraestructura para producir el nanogel, que podría integrarse al IMSS-Bienestar y beneficiar a los más pobres sin depender de convenios internacionales.

Urgimos a la presidenta Sheinbaum y al secretario Kershenobich a priorizar la ciencia mexicana. Inviertan en el nanogel de Tessy López, amplíen su producción y compárenlo rigurosamente con el Heberprot-P en ensayos clínicos transparentes. No dejen que la ideología nuble el juicio sanitario.

Exijamos que el talento mexicano sea valorado. Apoyemos a investigadoras como Tessy López, que ofrecen soluciones reales a problemas nacionales, y demandemos al gobierno claridad sobre sus decisiones. México no necesita mirar a Cuba cuando tiene héroes científicos en casa. La diabetes no espera, y las piernas de miles de mexicanos tampoco. Es hora de elegir: ¿seguiremos idolatrando soluciones extranjeras por afinidad política, o apostaremos por el orgullo y la capacidad de nuestra ciencia? 

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La respuesta debería ser obvia, pero en México, la obviedad parece ser un lujo.

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