Un ojo en el mercado y otro en Washington: la estrategia saudí no solo es económica, también es política

Cincuenta años después del embargo árabe de 1973, que disparó los precios y cambió para siempre la economía mundial, la OPEP+ vuelve a mover ficha. Esta vez, sigue en dirección contraria. En lugar de restringir la oferta para encarecer el crudo, el grupo liderado por Arabia Saudí y Rusia ha decidido seguir con el grifo abierto.
El anuncio que agitó el mercado. La decisión llegó tras una videollamada entre ocho países clave de la OPEP+. Según la nota de prensa, el grupo añadirá 137.000 barriles diarios en octubre, primer paso para desmantelar 1,66 millones b/d que seguían congelados hasta 2026.
El contexto importa: en abril, el bloque ya había sorprendido devolviendo 2,2 millones de b/d un año antes de lo previsto. Esta aceleración se tradujo en una caída del 12% en los precios del crudo en lo que va de 2025, según Bloomberg.
El mercado reaccionó de inmediato. Como ha recogido Reuters, el Brent repuntó un 1,95% hasta 66,78 dólares y el WTI un 1,94% hasta 63,07. Analistas como Ole Hansen (Saxo Bank) han interpretado la reacción como un clásico “vende con el rumor, compra con el hecho”: el aumento fue menor a lo anticipado, lo que alivió temores de sobreoferta inmediata.
¿Pero por qué sigue el grifo abierto? Como ha señalado Bloomberg, el cartel ha abandonado el papel de “defensor de precios” y ha pivotado hacia la recuperación de cuota de mercado. Además, Arabia Saudí exige compensaciones a países que han sobreproducido, como Kazajistán, Irak o Emiratos Árabes Unidos. El aumento gradual permite recalibrar cuotas y revelar quién tiene realmente capacidad para bombear más y quién no.
Un objetivo más profundo. El movimiento tiene además una lectura política. Según Bloomberg, Mohammed bin Salman visitará Washington en noviembre, y los aumentos envían una señal de buena voluntad al presidente Donald Trump, que lleva meses exigiendo precios más bajos como medida para contener la inflación. Reuters ha recordado que Trump incluso ha insinuado una segunda fase de sanciones a Rusia, lo que refuerza la lógica de abaratar el petróleo.
La jugada también expone una contradicción estadounidense. Como hemos detallado en Xataka, precios más bajos alivian la inflación y dan aire político a Trump, pero al mismo tiempo asfixian al fracking, piedra angular de la independencia energética que él mismo reivindica. Muchas empresas de esquisto necesitan cotizaciones de 60–65 dólares para ser rentables. Si el Brent cae por debajo de ese umbral, la “victoria” de Trump sobre la gasolina barata podría convertirse en un golpe a uno de los sectores estratégicos de su propio país.
Rusia callada en la OPEP+. En teoría, Moscú debería oponerse: necesita precios altos para financiar su guerra en Ucrania. En la práctica, acepta el plan saudí. De hecho, Rusia ya pidió una pausa en julio, apoyada por Argelia y Omán, pero fue ignorada.
El salvavidas ruso está en Asia. Como ha explicado la BBC, Putin se reunió en Tianjin con Xi Jinping y Narendra Modi en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái. Allí reforzó sus vínculos con los dos mayores compradores de su crudo. Por un lado, China importó más de 100 millones de toneladas de petróleo ruso en 2024, casi el 20% de sus compras energéticas. Por otro, India multiplicó sus compras hasta los 140.000 millones de dólares desde 2022, tras las sanciones occidentales.
Estos clientes, atraídos por los descuentos rusos, son el salvavidas que permite a Moscú tolerar precios más bajos en la OPEP+. Para Modi, además, desafiar las presiones de Washington le reporta beneficios políticos internos, según la BBC.
¿Por qué los precios no se hunden? Pese al aumento de oferta, los precios del crudo se han mantenido sorprendentemente estables. Varios factores ayudan a explicar esta resiliencia. En primer lugar, los incrementos han sido más nominales que reales: la producción efectiva está por debajo de lo anunciado, según The New York Times.
A ello se suma la amenaza de nuevas sanciones contra Rusia, que mantiene una prima de riesgo en el mercado. Además, la devolución de barriles erosiona la “red de seguridad” de capacidad ociosa, lo que paradójicamente limita la presión bajista al dejar menos margen frente a disrupciones, advierte Bloomberg. Por último, la “audacia” saudí ha reforzado la confianza de los operadores: tras la caída inicial de 2025, el Brent se estabilizó en torno a 66–67 dólares.
La paradoja saudí. En paralelo, Arabia Saudí está reduciendo su consumo interno de petróleo para liberar barriles al mercado internacional. Como hemos señalado en Xataka, el reino despliega proyectos solares y de almacenamiento que sustituyen al crudo en la generación eléctrica.
La lógica es simple: cada megavatio solar equivale a un barril extra para exportar. Esta estrategia fortalece su papel en la OPEP+, pero genera tensiones fiscales que ya han obligado a recortar megaproyectos como NEOM, lo que es una señal temprana de que la ofensiva para ganar cuota puede golpear al propio corazón de la agenda reformista saudí.
Horizonte 2026. Más allá del presente, la mirada está puesta en el futuro. Según Reuters, Goldman Sachs proyecta un ligero superávit en 2026 por mejoras de oferta en las Américas y el debilitamiento del crudo ruso. Su previsión sitúa el Brent en 56 dólares y el WTI en 52 de media ese año. La estrategia saudí busca precisamente llegar a ese escenario con mayor cuota y margen para recortar si fuese necesario.
Según Financial Times, el impacto real del aumento de octubre podría ser mucho más modesto de lo que parece. Aunque la OPEP+ anunció 137.000 barriles diarios adicionales, los analistas calculan que la cifra efectiva rondará los 60.000 b/d, ya que la mayoría de los países implicados bombea casi a plena capacidad. Solo Arabia Saudí y, en menor medida, Emiratos Árabes Unidos tienen margen real de maniobra.
La decisión, sin embargo, tiene una función interna: Riad aprovecha la devolución de barriles para medir la capacidad de producción de cada miembro con vistas a renegociar cuotas en el futuro. La verdadera prueba llegará en el cuarto trimestre de 2025, cuando el mercado deba absorber un flujo mayor de crudo en plena temporada de demanda más débil.
Crónica de una ruptura anunciada. En 1973, la OPEP paralizó a Occidente con un embargo que disparó los precios. Medio siglo después, el mismo cartel cambia de rumbo: inunda el mercado para ganar cuota, satisface a Donald Trump, disciplina al esquisto y busca reafirmar liderazgos internos.
El movimiento no es gratuito: reduce la capacidad de respuesta ante shocks, presiona a miembros frágiles y aumenta las tensiones internas. Pero de momento, el mercado aguanta.
La pregunta es cuánto tiempo podrá Arabia Saudí jugar dos partidas a la vez: seguir reinando en el petróleo global y financiar su propia transición energética sin romper la OPEP+ en el intento.
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