El mundo está lleno de jubilados que vigilan obras en la calle. En Italia los están profesionalizando y fichando

No importa que hablemos de Madrid, Barcelona, Vigo, Miranda del Ebro o la lejana Lombardía. Allí donde haya una obra, una zanja abierta, un albañil con casco y pala, un jardinero podando los cipreses del parque o un gruista subiendo y bajando carga probablemente habrá también un jubilado supervisando. Su figura es casi casi universal, como lo es la curiosidad o el impulso innato de dar consejos que nadie ha pedido. Ahora en un pequeño pueblo de Italia han tenido una idea peculiar: ¿Por qué no sacar partido de todo ese talento desaprovechado?
Por eso han profesionalizado a sus umarell.
¿Obra, quién ha dicho obra? Cuando uno se acerca a una obra espera encontrarse una serie de elementos: albañiles, hormigoneras, andamios, grúas, excavadoras… Desde hace tiempo a esa extensa lista de profesionales y útiles se le añade algo más: jubilados que siguen cada palada, destierre o martillazo con la atención de un director de orquesta. Ocurre en casi cualquier ciudad española, no importa que sea grande o pequeña. Y ocurre en otros países, como Italia, donde se les ha ocurrido que quizás no sea descabellado aprovechar ese talento vetusto.

Con ustedes, el umarell. En Italia incluso tienen un nombre para los jubilados que se mueven de obra en obra examinando y regalando consejos, habitualmente a primera hora de la mañana, tras el desayuno, y en grupos. Los llaman umarell, un término acuñado en 2005 por el escritor Danilo Masotti, quien lo creó rescatando una palabra dialectal de su ciudad natal, Bolonia: umarèl («pequeño hombre»). La idea gustó y ha ido popularizándose hasta colarse en el diccionario en 2021.
Con el paso de los años la figura del umarell ha calado en la cultura popular italiana. Hace un tiempo en la localidad de Pescara decidieron abrir ventanucos en las vallas que cubren sus obras para que los mayores puedan asomarse a ellas y en 2016, en un guiño a su creciente popularidad, Burger King los incluyó en un cartel publicitario. La palma se la lleva sin embargo el Ayuntamiento de Bolonia, que en 2018 fue un paso más allá y les dedicó una plaza, Piazetta degli Umarells.
¿Por qué no sacarles partido? Así las cosas, hace unos meses Villasanta, una pequeña localidad de 14.000 habitantes de la región de Lombardía, en el norte de Italia, tuvo una idea: ¿Por qué no sacar provecho de la curiosidad, la experiencia y el tiempo de los umarell? Es más, ¿por qué no profesionalizarlos y ‘fichar’ a los mejores? Con ese propósito a finales del año pasado el Ayuntamiento lanzó una convocatoria que se cerró a principios de abril y le permitió crear una pequeña patrulla de ocho umarell, seis de la propia Villasanta y dos de Monza.
Al servicio del pueblo. En las barras de los bares quizás pueda opinar cualquiera. En el equipo de umarell de Villasanta no. Las personas seleccionadas por el Consistorio cumplen ciertos requisitos: están jubiladas, disponen de títulos universitarios y acumulan experiencia laboral en sectores técnicos gracias a sus antiguos empleos en campos como la arquitectura, ingeniería y topografía. ¿El objetivo? que sus indicaciones sean, ante todo, buenas indicaciones.
El servicio lo prestan de forma gratuita, sin cobrar, aunque al estar inscritos en el registro de Voluntarios Cívicos quedan cubiertos por un seguro. Al convertirse en umarell profesionales también asumen ciertas responsabilidades. The Guardian detalla que cada uno de los ocho jubilados (siete hombres y una mujer) tiene una parte de la localidad asignada y el trabajo se organiza en turnos de entre dos y tres horas. Cuando uno falta se coordina con sus compañeros para cubrir la vacante.
Pero… ¿A qué se dedican? Básicamente aumentan el número de ojos y oídos que tiene el Ayuntamiento para supervisar ciertos trabajos y servicios municipales. Durante su turno cada umarell se encarga de visitar obras públicas, comprobar el estado de las calles y aceras y ‘supervisar’ el mantenimiento de las zonas verdes. Y eso entre otras tareas. En abril EuroNews señalaba que la primera misión que les encomendó el Ayuntamiento fue realizar encuestas sobre tráfico.
Gracias a ellos el Ayuntamiento puede tener un control más preciso de las obras públicas, la limpieza de las calles y los aparcamientos, el cuidado de los parques y demás zonas verdes o si el alumbrado y el servicio de recogida de basuras funciona correctamente. «Sobre todo te sientes útil para la sociedad y para ti mismo: estás haciendo algo valioso con tu tiempo en lugar de sentarte frente a la tele o quejarte, como hacen los verdaderos umarell«, explica a The Guardian Roberto Cremona, uno de los ocho jubilados que patrullan las calles (y las obras) de la villa.
Imágenes | Wikipedia (Wittylama) y Salvatore Capalbi (Flickr)