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España se las prometía muy felices con sus abundantes horas de sol para sus paneles solares. Hasta que llegó el calor extremo

El verano ha llegado con fuerza desmedida a España. Junio ha cerrado como el mes más caluroso del que se tenga registro, y no hay indicios de que las temperaturas vayan a dar tregua. Las calles se vacían, los parques públicos quedan desiertos, y los ventiladores resoplan día y noche como si intentara marcar el ritmo de estos días insoportables. Pero mientras la vida se adapta como puede a este nuevo calor, bajo la superficie —donde late la red invisible que sostiene la vida moderna— el calor también ha puesto a prueba los límites del sistema eléctrico.

Demanda al alza. Mientras millones de personas buscan refugio bajo el aire acondicionado, el sistema eléctrico español empieza a mostrar señales de saturación. El calor extremo dispara la demanda, reduce la eficiencia de algunas fuentes de generación renovable y genera desequilibrios en la red eléctrica.

Como recoge el Operador del Mercado Ibérico de Energía (OMIE), el pasado 1 de julio el precio del megavatio hora alcanzó un pico de 167 euros a las 21:00, una cifra poco habitual para una franja nocturna. El aumento coincide con una demanda elevada y una producción renovable reducida al final del día, lo que obliga al sistema a apoyarse en tecnologías más caras como el gas natural, según datos de Red Eléctrica España (REE).

Más calor, más presión en la red. A todo esto se suma un fenómeno urbano que agrava la presión sobre la red: la isla de calor. En las ciudades, el asfalto, el hormigón y la falta de vegetación hacen que el calor acumulado durante el día se mantenga durante la noche, elevando varios grados la temperatura respecto a zonas rurales. Como resultado, el consumo energético no desciende tras la puesta de sol, sino que se mantiene alto durante más horas. Los hogares siguen encendiendo ventiladores y aparatos de aire acondicionado hasta bien entrada la madrugada, lo que tensiona el sistema cuando las renovables ya han caído del mix.

Pero con más sol… Lo lógico sería pensar que con más horas de sol, la energía solar bastaría para cubrir la creciente demanda. Y en parte, lo hace: según datos de REE, el 1 de julio las renovables aportaron el 50,6 % de la electricidad generada en España, frente al 49,4 % de las fuentes no renovables. Pero esa media diaria oculta lo que ocurre en las horas críticas.

A partir de las ocho o nueve de la tarde, la fotovoltaica desaparece del mix energético, justo cuando la demanda se mantiene elevada y la temperatura apenas cede. A esa hora, son los ciclos combinados —centrales que queman gas natural— los que sostienen el sistema, con más de 14.000 megavatios generados en algunos momentos de esa misma noche, según datos de REE.

Hay un problema añadido. La solar no siempre rinde como se espera: como ya hemos explicado, los paneles pueden tener pérdidas de eficiencia de entre un 10 y un 25% por culpa de las altas temperaturas. Por cada grado adicional, pueden perder hasta un 0,5 % de rendimiento. Tampoco la eólica ayuda demasiado: las olas de calor suelen venir acompañadas de situaciones de estabilidad atmosférica que reducen el viento, lo que también lastra la producción.

¿Habrá algún apagón? Hablar de apagones generalizados puede parecer exagerado, pero la comparación con otros países, como Estados Unidos, obliga a tomarse la amenaza en serio. Sin embargo, el sistema español ha demostrado tener cierto margen de maniobra. Tras el apagón del 28 de abril, se activaron los servicios de ajuste para equilibrar la red en caso de colapso del sistema en momento críticos. Aunque evita el colapso, estos mecanismos tienen un coste: han encarecido la parte regulada de la factura, sobre todo para quienes están en la tarifa PVPC.

A partir de ese momento, REE ha mantenido un margen de seguridad adicional, operando con centrales de respaldo activas incluso cuando no están en uso, lo que encarece de forma estructural el funcionamiento del sistema. Más allá del episodio puntual, ese apagón dejó al descubierto las carencias de un sistema que necesita más almacenamiento, microrredes y mayor capacidad de respuesta local ante perturbaciones.

Un sistema bajo estrés. Este verano no solo está rompiendo récords de temperatura: también está poniendo a prueba los márgenes del sistema eléctrico. La combinación de calor prolongado, picos de demanda nocturna y una generación renovable más vulnerable de lo esperado está tensionando la red en momentos críticos.

Las renovables son el presente y el futuro, pero no son infalibles. Su comportamiento también depende del clima. Y cuando las olas de calor se vuelven la norma y no la excepción, la resiliencia del sistema depende de otros factores: del refuerzo de las redes, del almacenamiento, de la gestión de la demanda y, sobre todo, de preparar a las ciudades para resistir sin que los más vulnerables paguen el precio.

Imagen | Unsplash

Xataka | En un intento desesperado por evitar el apagón, REE intentó arrancar una central de gas siete minutos antes del desastre

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