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La historia más rocambolesca de SpaceX: una explosión, un francotirador y la enemistad entre Elon Musk y Mark Zuckerberg

La mañana del 1 de septiembre de 2016, SpaceX sufrió uno de los incidentes más calamitosos y polémicos de su historia. Un cohete Falcon 9 que estaba en vertical en la plataforma de lanzamiento explotó de repente con el satélite israelí Amos-6 a bordo. Elon Musk acusó a la competencia.

Una explosión violenta. Era una de las primeras veces que SpaceX operaba el cohete Falcon 9 con propelentes criogénicos, una técnica que consiste en superenfriar el combustible y el oxidante para maximizar su rendimiento.

Antes del lanzamiento, SpaceX había previsto una prueba de encendido estática, un procedimiento rutinario en el que se prueban los motores con el cohete anclado a la plataforma, pero todo se torció ocho minutos antes de la ignición. Una explosión violenta transformó lo que era un cohete en una enorme bola de fuego. La carga útil salió disparada.

El enfado de Mark Zuckerberg. El satélite Amos-6 no era una carga cualquiera. Con un coste de 200 millones de dólares, tenía un cliente poderoso: Mark Zuckerberg. Meta, entonces Facebook, había llegado a un acuerdo para proporcionar acceso gratuito a Internet en África gracias al satélite.

Tras la explosión, Zuck expresó públicamente una «profunda decepción» por la explosión del cohete, comentarios que no sentaron nada bien en SpaceX, donde la moral estaba por los suelos. Según Ars Techcnica, este incidente fue uno de los puntos de origen de la mala relación entre Elon Musk y Mark Zuckerberg, que años más tarde llevaría al primero a eliminar las páginas de Facebook de SpaceX y Tesla.

La teoría del francotirador. Lo más tróspido del incidente fue, sin embargo, la teoría impulsada por Elon Musk sobre la posible intervención de un francotirador. Teoría en la que SpaceX insistió durante toda la investigación oficial del incidente, según una documentación que acaba de hacerse pública.

Aunque los ingenieros de SpaceX barajaron cientos de hipótesis, Elon Musk promovió la idea de un sabotaje externo: el disparo de un francotirador. Suena descabellado, pero Musk vio convincentes los dos principales indicios: la ruptura empezó a unos 60 metros de altura, en el lado del cohete que miraba hacia un edificio arrendado por su principal competidor, United Launch Alliance.

Un supuesto disparo de ULA. El edificio de ULA, una empresa conjunta de Boeing y Lockheed Martin, se encontraba a kilómetro y medio de la plataforma de lanzamiento de SpaceX, una distancia razonable para un francotirador. Puestos a creer, incluso pareció verse un destello en el tejado del edificio, coincidiendo con el tiempo que tardaría un proyectil en llegar al cohete.

La rivalidad entre SpaceX y ULA había alcanzado por entonces su punto álgido. ULA aún dominaba el mercado de lanzamientos militares y gubernamentales, los más lucrativos, pero SpaceX acababa de ganarle una batalla en los tribunales para competir por estos contratos. No obstante, acusar a un competidor de sabotaje sin pruebas era una acusación grave.

El FBI llegó a intervenir. Azuzados por Musk, los ingenieros de SpaceX investigaron a fondo la teoría del francotirador. Intentaron acceder al tejado de ULA y realizaron pruebas de disparo contra tanques de helio presurizados para ver si explotaban de forma similar al Falcon 9.

La insistencia fue tal que la Administración Federal de Aviación tuvo que intervenir con una carta que negaba la implicación de terceros. No hubo ningún francotirador, a pesar de que, según ha revelado la documentación del periodista Eric Berger para su libro Reentry, hasta el FBI investigó el caso.

Los agentes federales revisaron el análisis de SpaceX y el material en vídeo, pero llegaron a la conclusión de que «no había indicios que sugirieran que el sabotaje o cualquier otra actividad criminal jugaran un papel en la explosión del Falcon 9». Con esto, la FAA consideró el asunto cerrado.

Qué pasó entonces. La causa real de la explosión del cohete y, con él, del satélite Amos-6, fue el proceso de carga de propelentes. En su afán por acelerar el proceso de repostaje con queroseno y oxígeno líquido superenfriados, los equipos de SpaceX llenaban los tanques de helio demasiado rápido, calentando el revestimiento de aluminio del cohete y provocando su deformación y ruptura.

SpaceX pondría los pelos de punta a la oficina de seguridad de la NASA por su procedimiento «load and go», que proponía subir a los astronautas al cohete antes de cargar combustible. Con el tiempo, no solo demostraría la fiabilidad del Falcon 9 (el año pasado completó 137 lanzamientos frente a los cinco de ULA), sino que se convertiría en el principal proveedor de lanzamientos tripulados de la NASA a la Estación Espacial Internacional.

Imagenes | Y Combinator, USLaunchReport, CNN Money (YouTube)

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