Llevo recibidas más de cincuenta felicitaciones navideñas automatizadas. Todas mienten
Me encantaría que mi próxima frase fuese una inocentada, pero es completamente factual: llevo más de cincuenta felicitaciones navideñas recibidas por correo electrónico. No escritas a mí en concreto, sino automatizadas por parte de empresas que han pensado que es una excelente idea.
Todas dicen lo mismo con palabras distintas, todas fingen una cercanía que no existe. Y lo más llamativo no es que lo hagan, sino que quien las envía sabe que los receptores sabemos que es mentira, y aun así las envía. Bienvenido al teatro de la cordialidad obligatoria, donde todos somos actores conscientes de estar actuando.
Estos christmas suelen venir firmados por el departamento de comunicación, pero no es ‘comunicación’, es mantenimiento de infraestructura social. Como regar una planta de plástico: el gesto no tiene ningún sentido, pero hacerlo te hace sentir mejor. La empresa que te felicita no siente nada por ti. El contacto de LinkedIn que no te ha escrito en 364 días, tampoco. Pero ambos han calculado que el coste de enviarte ese mensaje (cero) es inferior al riesgo de que te olvides de ellos. Es cálculo que se disfraza de calidez.
Funciona porque hemos aceptado un pacto tácito: vamos a fingir que estos mensajes significan algo si tú finges que los aprecias. Nadie se cree nada. Pero todos participamos. El mensaje real no es «te deseo una Navidad brutal» sino «sigo existiendo en tu radar». No te desean nada, solo marcan territorio en tu atención.
Y esto contamina incluso las felicitaciones reales. Hemos convertido un gesto de afecto en una señal tan degradada que ya no comunica nada. Como cuando repites una palabra muchas veces hasta que pierde significado:
Feliz Navidad.
Feliz Navidad.
Feliz Navidad.
Feliz Navidad.
Ya no significa nada. Solo es ruido.
Lo chungo del sistema es que genera sus propios incentivos para perpetuarse. Si tú no envías tu felicitación masiva, alguien interpretará tu silencio como desdén. Así que lo haces. Y al hacerlo, contribuyes al ruido que tú mismo odias. Cada mensaje individual parece inocuo, pero el efecto agregado es la destrucción del significado de las palabras.
Y luego está la escalada absurda. Porque como todos saben que es mentira, algunos intentan diferenciarse añadiendo capas de producción. Vídeos con empleados sonriendo, GIFs animados, diseños de Canva. Como si el problema fuera de packaging.
El spam navideño no es un problema de volumen. Es que hemos olvidado que el silencio también es válido. Que no decir nada es mejor que decir algo vacío. Pero vivimos aterrados al silencio, preferimos el ruido constante. Y si te niegas a participar, serás el raro.
Es lo triste: sabemos que es mentira, que contamina la comunicación real. Pero seguimos haciéndolo. Feliz Navidad.
En Xataka | Llamar sin avisar ha pasado de ser lo más normal a ser de mala educación. Y en ese cambio hemos perdido algo
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