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Un dron agujereó el escudo del reactor 4 de Chernóbil. Ahora es oficialmente un problema: ya no puede contener la radiación

El 14 de febrero de 2025 un dron explosivo Shahed 136, de fabricación iraní y posiblemente lanzado por Rusia, perforó la estructura de confinamiento del reactor 4 de Chernóbil, considerada una de las mayores proezas de la ingeniería moderna y diseñada para contener la radiación del peor desastre nuclear de la historia. Poco después, Europa confirmaba un secreto a voces: tapar el “boquete” iba a llevar mucho tiempo.

La consecuencia ha llegado ahora: Chernóbil vuelve a ser un problema

El impacto y el deterioro. La estructura que debía garantizar un siglo de seguridad nuclear en Chernóbil ha entrado en una fase crítica tras el ataque con dron que perforó y quemó el Nuevo Confinamiento Seguro, el gigantesco arco metálico instalado en 2016 para sellar definitivamente el reactor número cuatro y contener cualquier fuga de polvo o gases radiactivos. 

La misión del OIEA, tras examinar el estado del revestimiento exterior, ha confirmado que la estructura ha perdido su función esencial: ya no confina la radiación como fue diseñada. El incendio posterior al impacto, que se mantuvo activo durante semanas al arder una membrana interna impermeable, obligó a los equipos de emergencia a abrir centenares de orificios en la cubierta para localizar las brasas, multiplicando las vías de fuga potencial y comprometiendo aún más la integridad de un sistema concebido para ser hermético durante generaciones. 

Lo “bueno”. Que no se han registrado aumentos en los niveles de radiación en los alrededores, aunque la pérdida de estanqueidad implica que un incidente interno, incluso menor, podría generar dispersión ambiental en un complejo donde subsisten toneladas de material radiactivo encapsulado dentro del viejo sarcófago soviético, ya agotado en su vida útil y nunca completamente sellado.

El New Safe Confinement perforado

El sarcófago perforado

La fragilidad de un coloso. El sarcófago no es una estructura cualquiera: es la mayor instalación móvil jamás construida, un arco metálico tan alto como un edificio de 30 plantas y pesado como un acorazado, financiado por más de cuarenta países para permitir (por fin) el desmantelamiento seguro del reactor destruido en 1986. 

Su misión era doble: contener el legado tóxico del pasado y proporcionar un entorno estable para retirar, pieza a pieza, los restos del núcleo fundido. Pero el ataque de febrero abrió un boquete de quince metros cuadrados, dañó la grúa principal y expuso un problema más profundo: reparar un escudo de este tamaño y sensibilidad es extraordinariamente difícil. 

Lo urgente. Las zonas más comprometidas están en áreas donde la radiación impide trabajar con normalidad, y desplazar el arco para intervenir desde el exterior conlleva riesgos estructurales y de exposición que aún no tienen solución técnica clara. 

Los expertos del OIEA insisten en la necesidad urgente de controlar la humedad, reforzar los programas anticorrosión y planificar reparaciones permanentes antes de que un deterioro progresivo convierta la situación actual en un riesgo acumulativo.

Una amenaza ambiental. El impacto del dron, que Ucrania atribuye a Rusia, no sólo ha dejado secuelas físicas en la estructura: ha introducido un nuevo vector de vulnerabilidad en una zona que ya fue ocupada en 2022, cuando las tropas rusas cruzaron la exclusión nuclear durante su avance hacia Kiev. Desde entonces el enclave se ha convertido en un símbolo de hasta qué punto la guerra puede reabrir peligros que Europa creía contenidos para siempre. 

La pérdida de función del escudo no implica un desastre inmediato, como subrayan tanto el OIEA como especialistas independientes, pero sí aumenta la probabilidad de que un accidente interno o un incidente futuro provoque la liberación de polvo radiactivo hacia un exterior que ya no está herméticamente aislado. 

Plus. La ausencia de fugas detectadas hoy no reduce la gravedad de un deterioro que, si no se corrige, puede amplificar cualquier problema operativo en una instalación donde los trabajos de desmantelamiento llevan años retrasados precisamente por la guerra. El equilibrio entre estabilidad técnica, riesgo ambiental y vulnerabilidad ante ataques queda así profundamente alterado, en un contexto en el que restaurar la seguridad no será rápido, barato ni sencillo.

El desafío técnico. Las recomendaciones del director general del OIEA, Rafael Grossi, insisten en una restauración completa y urgente que detenga la degradación del escudo y recupere la función de confinamiento. Sin embargo, la intervención es complicada: la manipulación de materiales dañados en un entorno radiactivo requiere condiciones que la guerra no garantiza, y mover la estructura para trabajar sobre ella puede generar tensiones mecánicas y riesgos indeseados. 

Así las cosas, la autoridades ucranianas y los equipos internacionales deberán decidir cómo actuar sobre un sistema diseñado para ser inamovible durante cien años, ahora debilitado por incendios, perforaciones y exposición prolongada. Mientras tanto, Europa asiste a un recordatorio contundente de que la infraestructura nuclear no sólo es vulnerable al paso del tiempo, sino también a las dinámicas de un conflicto que ha traspasado todas las fronteras posibles, incluida la de un desastre que marcó para siempre la memoria del continente.

Imagen | State Nuclear Regulatory Inspectorate of Ukraine, Picryl

En Xataka | Un dron ruso ha abierto una de las mayores obras de ingeniería. El problema: era el sarcófago del reactor 4 de Chernóbil 

En Xataka | Europa construyó un escudo para contener la radiación de Chernóbil. Un dron ruso lo perforó, y desde entonces está abierto 

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