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Europa tiene un problema con el precio del diésel: hasta un incendio en una refinería remota de Nigeria lo dispara

Los precios del diésel en Europa han vuelto a encender las alarmas. En cuestión de días, el mercado ha vivido un repunte brusco que no puede interpretarse como un sobresalto puntual, sino como el síntoma de un sistema energético frágil que, frente a una cadena global de incidentes, ha dejado al continente sin defensas.

Una cadena de interrupciones críticas. El origen inmediato está en una sucesión de parones en refinerías y tensiones internacionales. Según Financial Times, los operadores europeos reaccionaron con preocupación después de que varias instalaciones en Kuwait, Estados Unidos y Nigeria se vieran obligadas a detener o reducir su producción por incendios o problemas técnicos, justo cuando Europa contaba con inventarios muy bajos y una demanda más fuerte de lo previsto.

A esta inestabilidad se sumó la activación inmediata de las sanciones de Estados Unidos contra Lukoil y Rosneft, que bloquean operaciones vinculadas a sus activos internacionales. Al mismo tiempo, el crudo ruso ha caído a mínimos de dos año, según Bloomberg, ante la pausa de compras asiáticas y la entrada en vigor de las sanciones. La UE también ha endurecido controles sobre productos refinados rusos reexportados desde India o Turquía, un flujo que había servido para aliviar la falta de diésel europeo.

Un mercado extremadamente vulnerable. Europa ha perdido capacidad de refinado durante la última década. Según datos citados por Financial Times, el continente ha cerrado unos 400.000 barriles diarios desde 2024. Esta reducción significa que depende cada vez más de combustibles importados y de un mercado global que se ha vuelto más volátil e imprevisible.

La crisis industrial europea amplifica este problema. En base a datos de la industria petroquímica, los elevados costes energéticos y la competencia asiática han provocado cierres masivos de plantas en Países Bajos, Alemania y Reino Unido. Este deterioro industrial afecta también a la infraestructura vinculada al procesamiento de combustibles. Para el analista Benedict George, el resultado es claro: «Los precios europeos son mucho más sensibles a cualquier interrupción porque Europa ha cerrado muchas refinerías en los últimos años».

Un mundo tensionado. Aunque el precio del diésel se ha disparado, el mercado global de crudo presenta una paradoja. La Agencia Internacional de la Energía prevé un superávit récord en 2026, impulsado por el aumento de producción de la OPEP+ y por el renacimiento del offshore estadounidense. Sin embargo, esta futura abundancia no está aliviando la tensión actual. Como apunta Bloomberg, el mercado sigue atrapado entre sanciones, temores de desabastecimiento puntual y cambios bruscos en los flujos globales.

A ello se suma un contexto geopolítico especialmente delicado para Europa. El plan de paz propuesto por Estados Unidos para Ucrania ha generado una «tormenta diplomática» en Bruselas y Kiev por su aparente alineamiento con posiciones favorables a Moscú. Esta incertidumbre diplomática —que afecta a sanciones, energía y seguridad continental— añade presión a una UE que ya depende del exterior para garantizar su suministro de diésel tras dos años de guerra.

Un impacto directo. Europa afronta un problema estructural: tiene poca capacidad propia de refinado, inventarios bajos y una dependencia creciente de importaciones. Cada incidente global llega al consumidor europeo casi sin amortiguación. Y esto afecta directamente a España por tres motivos:

  • El transporte español depende mayoritariamente del diésel. Camiones, furgonetas logísticas, autobuses y buena parte del transporte rural siguen utilizando gasóleo.
  • La escalada se traslada a los precios de los bienes. Alimentos, productos importados, materiales de construcción… Todo lo que se mueve por carretera se encarece cuando lo hace el diésel.
  • Los picos de precios se amplifican. Al ser importadora neta, España sufre especialmente la volatilidad internacional.

La rapidez con la que ha subido el diésel demuestra que Europa «no tiene margen»: cada shock se convierte en un latigazo directo para consumidores y empresas. Para un depósito estándar de 55 litros, llenar un coche diésel ronda ya los 79 euros, mientras que con gasolina 95 el coste se aproxima a 82 euros, según los precios medios actuales.

¿Hay alivio a la vista? A corto plazo, los analistas citados por Financial Times creen que el repunte podría moderarse durante los meses de invierno, cuando las refinerías evitan paradas programadas para maximizar la producción. Pero advierten de que el mercado seguirá «vulnerable a cualquier interrupción».

A medio plazo, la perspectiva es contradictoria. Por un lado, la Agencia Internacional de la Energía anticipa un superávit global en 2026 y un aumento de producción tanto en Estados Unidos como en la OPEP+. Por otro, China —que ha comprado más de 150 millones de barriles para reservas— podría frenar sus adquisiciones en cualquier momento, liberando un exceso capaz de hundir los precios globales o tensar aún más las cadenas si decide seguir acumulando.

El aviso de un sistema débil. Europa se enfrenta a una evidencia incómoda: ha construido un sistema energético frágil en un momento de máxima tensión global. La combinación de parones en refinerías, sanciones a Rusia, tensiones diplomáticas y pérdida de capacidad industrial ha dejado al continente expuesto. Como resume el medio londinense, «los inventarios son extremadamente bajos y la demanda es mejor de lo esperado». Una mezcla explosiva.

Mientras el mundo navega entre un futuro superávit y crisis geopolíticas constantes, el presente demuestra que cualquier chispa —un incendio, una sanción o un desencuentro diplomático— puede volver a encender el mercado del diésel europeo. Y Europa, por ahora, parece tener pocas herramientas para evitar que el próximo shock golpee aún más fuerte.

Imagen | FreePik y Unsplash

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