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Estamos descubriendo cómo el cerebro nos "hackea" para darnos hambre. Y es un paso clave en la carrera hacia el adelgazamiento

Ahora mismo, los tratamientos para conseguir adelgazar están al orden del día, con un claro protagonista como es Ozempic. El problema es que más allá de los efectos estéticos que se consiguen, hay muchas dudas tanto de los efectos secundarios así de cómo todos los efectos que tiene sobre el organismo. Pero poco a poco la ciencia va entendiendo mucho mejor cómo consiguen su efecto, que parece un auténtico milagro para muchos. 

Lo que sabíamos. De manera general, estos tratamientos son ‘copias’ de GLP-1 que es una hormona que producimos de manera normal en nuestro organismo y hace que tengamos la sensación de saciarnos. En el momento que la aumentamos de manera exógena tenemos una mayor sensación de saciedad que permite que los pacientes puedan adelgazar (aunque con un riesgo de rebotar cuando se deja el tratamiento). 

Pero más allá de este efecto, la acción que podía tener de manera directa en el cerebro era algo que solo se había explorado en los animales. Ahora, un nuevo estudio publicado en Nature ha cruzado esta frontera gracias al equipo de Casey Halpern que ha aprovechado una «oportunidad única»para observar, por primera vez en humanos, el impacto del Mounjaro (tirzepatida) directamente en el centro de recompensa del cerebro. 

Por qué es importante. El descubrimiento de cómo el cerebro puede ‘hackear’ a nuestro organismo para comer mucho menos nos abre muchas puertas en el campo de la farmacología para poder seguir trabajando en el tratamiento definitivo contra la obesidad, porque estamos viendo que es algo muy demandado por muchas personas que ven necesario tener esta ayuda (aunque no es un milagro) para poder reducir su peso. E incluso ya vemos como en Estados Unidos cada vez es más accesible su compra

Y decimos que es un milagro, porque Ozempic o Mounjaro hace parte del trabajo, pero no debemos dejar de lado el cambio de los hábitos alimentarios para ajustar la dieta y poder mantenerlo tras dejar el tratamiento. El problema es que hay personas que tras dejar el tratamiento siguen comiendo con normalidad, y lógicamente ven que no había milagro de por medio. 

Cómo se hizo. El estudio se centró en una mujer de 60 años con obesidad resistente al tratamiento y diabetes tipo 2. Esta paciente ya estaba tomando Mounjaro para la diabetes, y casualmente, participaba en otro ensayo para tratar la alimentación desregulada. 

Esta casualidad permitió a los investigadores hacer algo inédito: usar los electrodos, ya implantados en su núcleo accumbens (NAc), para escuchar la actividad cerebral mientras el fármaco hacía su efecto. Y este núcleo cerebral es realmente importante al ser el centro del placer en los humanos y la recompensa, es decir, es el punto que se puede modular para restringir el consumo de alimentos. 

La señal del antojo. Esos antojos que tenemos por comer un poco de chocolate, una pizza grasienta o una hamburguesa es algo que tenemos todos porque es lo que nos da placer. En este caso se vio que la señal fue cambiando con el paso de los meses, en concreto la banda de frecuencia delta-theta. 

En los primeros meses de tratamientos con Mounjaro, la paciente no tenía ninguna apetencia por la comida en ese sentido de antojo. Algo que se correspondía con una señal nula en este núcleo, por lo que se podía decir que el medicamento estaba silenciando este ‘ruido’ que se genera en el centro del placer. 

El problema es que en los meses quinto a séptimo, a pesar de estar con la dosis máxima de medicación, la paciente volvió a tener preocupación severa por la comida. Y aquí nuevamente la señal en el núcleo se había disparado hasta equipararse con aquellas personas que no tenían tratamiento. 

Una ventaja a futuro. El hallazgo más importante en este caso es que el cambio en el cerebro precedió al comportamiento. Es decir, antes de tener una recaída esta señal fue en aumento como si fuera una señal de alerta. Es decir, un futuro donde un sensor pueda detectar esta firma cerebral y alertar al paciente o al médico de que la eficacia del fármaco está disminuyendo, antes de que la persona vuelva a sentir los antojos de forma descontrolada.

Mucho por delante. Esto es un estudio con una única persona, y eso tiene muchas limitaciones y sus conclusiones lógicamente no pueden condicionar la actividad clínica del uso de estos medicamentos. Lo que para que sí sirve (y mucho) es para entender que el cerebro tiene mucho que ver en esta pérdida de peso como si fuera un auténtico botón para controlar los hábitos alimentarios. 

Quizás silenciando este núcleo cerebral de manera muy específica y mantenida puede ser el ‘santo grial’ que busca la ciencia del adelgazamiento para controlar estos antojos que pueden arruinar una dieta impuesta por los especialistas. Aunque todavía queda mucho por delante que investigar y es solo una primera puerta para otros medicamentos que puedan complementar a Ozempic o Mounjaro que ha dado grandes resultados. 

Imágenes | Shawn Day Victoria Shes 

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