La OMS ha pedido revisar Ozempic y Mounjaro: aunque funcionan, dejan una inquietante duda

Son los medicamentos del momento y sin duda la gallina de huevos de oro de la industria farmacéutica. Fármacos como el Ozempic, el Wegovy o el Mounjaro han demostrado ser un arma muy eficaz para conseguir importantes pérdidas de peso en los pacientes, lo que los hace indudablemente muy atractivos para aquellas personas que padecen obesidad. El problema es que al ser tan recientes no conocemos exactamente sus efectos adversos a largo plazo. Y esto es un grave problema.
Aunque estos fármacos ahora mismo se encuentran disponibles en el mercado, la ciencia tiene la obligación de seguir investigando su eficacia y también los efectos secundarios a largo plazo. Por ello, tres nuevas y exhaustivas revisiones científicas de Cocharne, solicitadas por la propia OMS, lo confirman: funcionan y logran una pérdida de peso significativa, aunque luego hay un efecto rebote. Pero más allá de esto hay varios problemas que seguramente no se comentan tanto.
Las mismas revisiones que alaban su eficacia lanzan una advertencia contundente: la fuerte implicación de las compañías farmacéuticas en la práctica totalidad de los estudios analizados genera serias inquietudes. La evidencia sobre la seguridad a largo plazo, los efectos secundarios y cómo los vínculos financieros podrían estar influyendo en los resultados sigue siendo, según los investigadores, «limitada o incierta».
La cara A. El análisis hecho por Cochrane evaluaron tres de los principales agonistas del receptor GLP-1. Estos fármacos, que originalmente se pensaron para el tratamiento de la diabetes de tipo 2, imitan a una hormona natural que secreta nuestro cuerpo que es la GLP-1. Al incrementar su concentración, lo que se logra es que el paciente se sienta lleno durante mucho más tiempo, y por ende no ingiera tanta comida.
Los resultados de estos fármacos son realmente positivos. La estrella indiscutible es el Mounjaro, que consiguió de media reducir el 16% del peso corporal con la toma tras 12 a 18 meses. Pero el Ozempic, que sin duda es el más famoso, no se queda atrás, ya que reduce el peso en torno a un 11% en un periodo de 24 a 68 semanas, y lo más importante es que el efecto persiste durante dos años.
La cara B. A lo largo de la investigación surgen varios puntos ciegos que a veces no se cuentan, ya que los pacientes se quedan en la maravillosa pérdida de peso casi milagrosa. Y es que su toma no es un camino de rosas, pues tiene efectos secundarios como las nauseas o las molestias digestivas que son muy frecuentes.
Pero además, y esto es clave, los estudios no encontraron prácticamente ninguna diferencia entre los fármacos y el placebo en cuanto a eventos cardiovasculares mayores, mortalidad o calidad de vida. Es decir, con la evidencia actual, te hacen perder peso, pero no hay pruebas de que te hagan vivir más tiempo o ser más feliz.
Conflictos de interés. Este es el punto central de la advertencia que ha lanzado la revisión científica, ya que han visto que la mayoría de los estudios en las revisiones fueron financiados por las propias empresas que fabrican los fármacos, por lo que puede existir un importante sesgo en los resultados. No se puede comparar lógicamente a los resultados que ofrecen los resultados completamente independientes, que es lo que demandan en esta revisión.
Grandes desconocidos. Como decimos, de estos fármacos se conoce el efecto que tienen a corto plazo que es la reducción de peso significativa. Pero la pregunta que suscita es… ¿Qué ocurrirá en un futuro entre los pacientes que lo toman de manera asidua? Aquí es donde todavía faltan muchos datos.
Estos son los efectos que conocemos como ‘Reacciones Adversas Medicamentosas de tipo C’. Precisamente por ser crónicas. Hay ejemplos muy claros, como por ejemplo que las benzodiacepinas producen tolerancia o dependencia a largo plazo.
Además, la mayoría de los ensayos se realizaron en países de ingresos medios y altos, con una representación escasa o nula de regiones como África, América Central o el Sudeste Asiático. Dado que la composición corporal y la dieta varían globalmente, los autores advierten que no se sabe cómo funcionarán estos fármacos en poblaciones más diversas.
Un sabor agridulce. Los fármacos GLP-1 son prometedores, pero la base científica sobre la que se asientan las decisiones clínicas y políticas está construida, en gran medida, por sus propios fabricantes. Esto se suma también a la necesidad de tener que esperar a que vayan surgiendo las posibles complicaciones a largo plazo que determinen la no recomendación de usar este tratamiento.
Pero esto no es algo que frene a los países de apostar por este tratamiento como ocurre en Estados Unidos donde Donald Trump llegó a un acuerdo con diferentes empresas farmacéuticas para rebajar el precio de estos medicamentos a un buen porcentaje con el objetivo de hacerlos más accesibles.
Imágenes | David Trinks






