Ultimas Noticias

En pleno rearme, Europa se ha dado cuenta de un detalle sin importancia: no tiene suficientes balas

La industria europea de defensa vive un momento decisivo tras décadas de desmilitarización, externalización de procesos clave y una dependencia creciente de proveedores que parecía asumida como estructural hasta que la invasión rusa de Ucrania reveló sus debilidades. En ese contexto, el del rearme, un compuesto químico con más de un siglo de historia militar ha reaparecido como un eslabón crítico: no hay TNT.

El resurgimiento estratégico. Sí, la escasez amenaza la capacidad del continente para sostener su producción de munición. El panorama es tan simple como inquietante: Europa, con gigantes como Rheinmetall, BAE o KNDS, solo cuenta con una planta de TNT operativo (Nitro-Chem, en Polonia), mientras que Rusia fabrica millones de proyectiles anuales y recibe apoyo directo de Corea del Norte. 

Esta combinación ha creado una asimetría estratégica que la UE intenta corregir con inversiones masivas y nuevos actores industriales, entre ellos una start-up sueca que pretende romper un bloqueo histórico con una fábrica moderna y plenamente europea. En el centro de esta historia aparece Joakim Sjöblom, un emprendedor que abandonó el fintech para levantar la primera planta sueca de TNT en 30 años y contribuir, según explica, a que su hija crezca en un continente capaz de defenderse.

La urgencia geopolítica. Aunque su origen fue casi anecdótico (un tinte amarillo producido en Alemania a finales del siglo XIX), el TNT se convirtió en una pieza fundamental de la guerra moderna desde que se descubrieron sus propiedades explosivas. Hoy es indispensable para casi cualquier munición que supere el tamaño de una bala: proyectiles de artillería, granadas, bombas aéreas y un sinfín de cargas militares requieren este compuesto que, paradójicamente, casi ya no se fabrica en Occidente. 

La brecha entre capacidades es evidente: mientras Rusia produce entre 4,5 y 5 millones de proyectiles al año, Europa apenas alcanzó 600.000 en 2024, una cifra que se elevó a 1,2 millones sumando la producción estadounidense, pero todavía muy lejos de lo necesario para una disuasión equilibrada. Cada proyectil requiere unos 10 kg de TNT, así que igualar el ritmo ruso exigiría cerca de 50.000 toneladas anuales del explosivo.

La gran dependencia. Nitro-Chem fabrica una parte significativa de ese volumen, pero gran parte la exporta fuera de la UE, y el resto del mercado europeo depende de India y China, proveedores que quedarían automáticamente fuera de la ecuación en un conflicto entre bloques. Para Sjöblom, esta dependencia es un riesgo intolerable: cualquier crisis diplomática o militar podría cortar de inmediato el suministro, igual que ocurrió con las vacunas durante la pandemia.

D

La apuesta sueca. Contaba en Insider que Swebal, la empresa fundada por Sjöblom tras vender Minna Technologies a Mastercard, aspira a producir 4.500 toneladas de TNT al año en una instalación situada a pocos kilómetros de la histórica fábrica de dinamita de Alfred Nobel. El proyecto (que prevé arrancar en 2028) pretende emplear únicamente materias primas suecas y del Báltico, creando una cadena de suministro completamente europea y reduciendo de forma drástica los tiempos de entrega que hoy dependen de barcos desviados por el Cuerno de África. 

Aunque su capacidad no cubre ni remotamente la brecha continental, el propio Sjöblom sostiene que será una contribución significativa durante al menos una década, porque incluso sumando todos los proyectos previstos en Finlandia, Grecia, la República Checa y Estados Unidos, Europa seguiría lejos de equilibrar el pulso industrial con Rusia. El renacimiento del TNT no es una excentricidad histórica, sino la reconstrucción de una capacidad que Suecia tuvo hasta 1998 y que desmanteló porque la desmilitarización hacía innecesario mantener una industria química peligrosa, costosa y para la que no había incentivos comerciales.

Ua 44th Bgd Fh70 02 2

Un proceso peligroso. La construcción de una planta de TNT exige superar un laberinto regulatorio que Suecia aplica con rigor incluso en plena era de rearme. Para obtener el permiso ambiental, Swebal ha tenido que realizar 14 estudios sobre fauna protegida, restos arqueológicos, impacto acústico y análisis de riesgo, además de garantizar un perímetro aislado por bosques que actuarían como barrera natural en caso de explosión. 

La propia arquitectura de la planta refleja lo delicado del proceso: tanques de ácido conectados a una torre de concentración, reactores químicos encerrados en un recinto de muros de tierra de seis metros, control por vídeo, vallado electrificado y un equipo de seguridad permanente. 

Zu 23 2 Belarus Scaled 2

La automatización. El objetivo es que el 90% del proceso sea automatizado, de modo que los trabajadores solo entren en un laboratorio final de pruebas y en una sala de control blindada. Mezclar tolueno con ácido sulfúrico y nítrico implica gestionar temperaturas extremas y gases tóxicos, y cualquier error puede generar vapores letales o una detonación espontánea. 

Además, producir TNT genera “redwater”, un residuo carcinógeno que Swebal enviará a una planta externa para su incineración, evitando repetir prácticas contaminantes del pasado. Todo esto requiere entre 80 y 90 millones de euros de inversión, muy por encima de la financiación inicial de 3,5 millones que la empresa ya ha cerrado.

El dilema europeo. Detrás de esta apuesta industrial hay un argumento económico que trasciende al TNT. Europa gasta 200.000 millones de euros anuales en defensa, pero más del 60% de ese dinero se destina a proveedores estadounidenses. Para Sjöblom, relocalizar cadenas de suministro generaría millones de empleos y reforzaría la autonomía estratégica, dos objetivos alineados con el plan ReArm Europe 2030, que podría movilizar hasta 800.000 millones en inversiones y préstamos para la industria de defensa. 

Con todo, el sector sigue enfrentándose a un obstáculo estructural: los pedidos no llegan con la rapidez que las empresas necesitan para asumir riesgos. Esta inercia (sumada a la falta de interoperabilidad entre armamentos europeos, que obliga a mantener múltiples calibres y estándares) es, según Sjöblom, uno de los mayores peligros para la defensa del continente. Si Europa no unifica criterios y no construye una base industrial robusta, acabará dependiendo de otros para sostener su propia doctrina de seguridad, un recordatorio que sintetiza en una frase que considera esencial: “o tienes un ejército, o tienes el ejército de otro en tu país”.

Las tensiones locales. Qué duda cabe, la fábrica, situada cerca de un conjunto de casetas estivales junto a un lago, ha despertado reticencias entre los habitantes de Nora, que temen el tráfico de camiones, la tala de árboles y la proximidad a una instalación explosiva. Para amortiguar la oposición, Swebal se ha integrado en la comunidad patrocinando clubes locales y explicando el proyecto puerta a puerta, pero el malestar persiste. 

Duforce, cofundador de la empresa, replica que la distancia entre la planta y las viviendas (entre 700 y 1.000 metros) supera los requisitos de seguridad, y que el bosque absorbería gran parte del impacto en caso de accidente. Aun así, Sjöblom reconoce que el desarrollo industrial tiene un coste visible y polémico: pérdida de entorno natural, molestias logísticas y una transformación radical del paisaje. En cualquier caso, insiste en un argumento que, para él, eclipsa todo lo demás: si Europa no se rearma, las implicaciones para la población serían “infinitamente peores” que el ruido de unos camiones o la reducción del número de ardillas en el bosque.

TNT como símbolo de cambio. Lo que comenzó como la visión casi personal de un emprendedor se ha convertido en un síntoma de una transición mayor: Europa abandona definitivamente la idea de que “la guerra es cosa del pasado” y vuelve a reconstruir capacidades perdidas durante 30 años. El TNT, un explosivo antiguo y tóxico, reaparece así como emblema de una industria que se moderniza para recuperar autonomía, asegurar su defensa y responder a un entorno geopolítico que ya no permite dependencias ingenuas. 

Swebal, Finlandia, Nitro-Chem, los proyectos en Grecia y la entrada de fabricantes estadounidenses forman parte de la misma tendencia: reconstruir la retaguardia industrial que permite sostener un conflicto en caso de necesidad. Para Sjöblom, el objetivo último es casi moral: reducir las posibilidades de que su hija crezca en un continente vulnerable. 

Para Europa, el desafío es estratégico: decidir si quiere tener capacidad propia o seguir confiando en cadenas globales que se desmoronan en cuanto empieza la tensión. El retorno del TNT no es solo un proyecto químico: es el síntoma de una era en la que la seguridad vuelve a ser un pilar económico, político y tecnológico en el corazón del continente.

Imagen | Operational Command “West”, rawpixel/ U.S. Forest Service, Serge Serebro 

En Xataka | EEUU ya no se tiene que preocupar ni de España ni de la factura del rearme en Europa. Alemania tenía un plan B 

En Xataka | La guerra en Ucrania está durando tanto que está afectando a sectores impensables: la construcción y la vivienda 

source

Mostrar más
Botón volver arriba