Ante los precios imposibles de la vivienda, una alternativa está ganando peso: vivir en una autocaravana

Si consultas el diccionario online de la Real Académica Española verás que, al menos para los académicos, una autocaravana es un «vehículo con motor propio acondicionado para hacer vida en él». En la España de 2025, la de la crisis de la vivienda, el déficit de pisos y la escalada de precios, las caravanas tienen cada vez más de lo segundo y menos de lo primero. Siguen siendo vehículos, pero sobre todo son espacios en los que sus inquilinos hacen vida: duermen, desayunan, cocinan, se asean, estudian o pasan el rato leyendo o viendo pelis.
No lo hacen por vocación (no al menos en todos los casos), sino por necesidad. Aunque trabajen, tengan un empleo estable y un sueldo, el dinero no les alcanza para acceder a un mercado inmobiliario cada vez más tirante, con lo que optan por hacer su día a día en los escasos metros cuadrados de una autocaravana.
La vivienda, imposible. Que la vivienda está encareciéndose (mucho) no es nada nuevo. De hecho su precio es uno de los temas que más quita el sueño a los españoles y ha motivado ya multitudinarias protestas, alguna con amago de huelga de inquilinos incluida. Sin embargo viene bien repasar unos cuantos datos para entender el alcance de la crisis habitacional que vive el país. Según Idealista, los alquileres se han disparado un 96% en solo una década, un porcentaje que se queda corto si se analizan mercados como el de Palma, Tenerife o Málaga.
La situación en el mercado de compraventa no es mucho más boyante. El encarecimiento del metro cuadrado, que tontea ya con los valores previos a la burbuja del ladrillo, han complicado el acceso al mercado, obligando a las familias a dedicar años de sueldo al pago de la vivienda. Resultado: hogares que superan la «tasa de esfuerzo» económico recomendada y jóvenes a los que solo les queda una opción si quieren convertirse en propietarios: herencias o donaciones.

¿Y si me mudo a una caravana? A la vista de todo lo anterior, cada vez más gente se hace esa pregunta: si el mercado se ha vuelto tan draconiano, si impide cualquier capacidad de ahorro y exige asumir precios desorbitados, ¿por qué no cambiar los pisos por caravanas? No hay datos que ayuden a seguir la tendencia, pero llega una búsqueda en Google o bucear por YouTube para comprobar que abundan las noticias de gente que se muda a casas rodantes. Ocurre en Baleares y Canarias, lugares muy turistificados, pero también en ciudades como Madrid.
Por necesidad, por estrategia. Aunque el precio de la vivienda es (casi) siempre el telón de fondo, no todo el mundo que se instala en una caravana lo hace por la misma razón. Hay quien da el paso por pura necesidad, porque su salario no les da para arrendar una vivienda al uso, y quienes deciden pasar una etapa de su vida viviendo en una roulotte para así ganar capacidad de ahorro y dar el salto en algún momento (sin presiones ni prisas) al mercado de compraventa.
Ese es el caso de Antonio, un funcionario de 37 años que contaba estos días a El País cómo es vivir en una caravana en Madrid. Pese a que tiene un trabajo estable con un sueldo de unos 1.900 euros al mes, Antonio, oriundo de Alcoy, vive en una autocaravana desde 2020. La fórmula le da flexibilidad cuando debe desplazarse por trabajo, le permite disponer de más espacio privado del que disfrutaba cuando compartía piso y sobre todo se le antoja la opción más inteligente hoy por hoy.
«Yo vivo en una autocaravana ahora mismo porque quiero, no por necesidad. Aunque evidentemente si los precios de la vivienda fueran otros me marcharía a una casa, mi proyecto de futuro. Lo que pasa es que después de esta experiencia satisfactoria me he vuelto más exigente y no estoy dispuesto a estar ahogado como hice durante 10 años», relata. Su hogar rodante, una Fiat Ducato Carioca de 2003 de segunda mano, le costó 22.000 euros y al vivir en ella los gastos de suministros se han recortado de forma notable. Ahora mismo no llegan a 100 euros al mes.
¿Hay más casuísticas? Por supuesto. Los perfiles varían mucho de un caso a otro. También de una región a otra. Hay quien reside en autocaravanas porque es «la única solución» que encuentra en un mercado de precios disparados, quienes se ven obligados a optar por esa salida mientras trabajan temporalmente en destinos turísticos y quienes prefieren disfrutar de «su» puñado de metros cuadrados antes de compartir un piso convencional y más grande con otros compañeros.
«Tengo todo en cuatro metros, pero es mía y no tengo que compartir piso», confesaba en abril a La Vanguardia Begoña, una mujer de 61 años que reside en una autocaravana en Baleares. «Aquí tengo mi cocina, junto a ella tengo el horno y el frigorífico y la campa. Pago el aparcamiento, pero es infinitamente más barato que vivir de alquiler», concordaba en 2023 durante una charla con La Sexta Carlos, un ingeniero murciano de 23 años al que le surgió una oportunidad laboral en Madrid. Cuando se puso a ver pisos decidió que lo mejor era una roulotte.
¿Hay datos? Uno de los grandes problemas para rastrear la tendencia es que carece de datos oficiales como tal. El censo del INE muestra que en España hay 7.200 personas registradas en chabolas y caravanas, pero esa categoría no tiene por qué encajar exactamente con la de gente que opta por vivir en autocaravanas y el propio instituto estadístico reconoce que al elaborar el censo se encontró con «cierta limitación», por lo que el dato global es probablemente mayor.
A modo de referencia, en 2024 la prensa local apuntaba que solo en Ibiza había casi una treintena de asentamientos de caravanas. Incluso se hablaba de lugareños con casas que optaban por mudarse a caravanas en temporada alta para alquilar sus casas a turistas. El objetivo: conseguir unos ingresos extra en verano.
Más matriculaciones. Otro dato sugerente es el de matriculaciones de autocaravanas, aunque de nuevo se trata solo de una referencia, parcial y no necesariamente representativa. Al fin y al cabo no todo el mundo que compra una roulotte lo hace para convertirla en su hogar. Según datos de Aseicar (la Asociación Española de la Industria y Comercio del Caravaning) citados por el diario El País, el número de propietarios de autocaravanas y campers se ha disparado en los últimos años: en 2015 se matricularon 2.491, en 2024 eran ya 6.459.
«Estamos vendiendo entre cinco y ocho al mes. Antes el promedio eran una o dos. Una gran parte de los clientes la quieren para dejar sus alquileres y vivir aquí. La semana pasada vino una mujer con sus perros y esta mañana ha llamado un chico joven. En Madrid no es todavía un fenómeno de miles de personas, pero sí puedes encontrar bastantes casos», explica al mismo diario José Talaván, colaborador de una empresa dedicada a la compraventa de autocaravanas en Humanes.
Imágenes | JPC24M (Flickr) Y Spanish Coches (Flickr)
En Xataka | Carísimas y cada vez más escasas: hacerse una camper en España se ha convertido en tarea imposible





