Gibraltar seguirá siendo de Reino Unido, pero España se ha asegurado una revancha: que volar hasta allí les salga más caro
Desde su construcción durante la Segunda Guerra Mundial sobre la estrecha franja que separa el Peñón del istmo, el aeropuerto de Gibraltar ha sido mucho más que una pista de aterrizaje: un enclave militar de la RAF, un punto neurálgico para la logística británica en el Mediterráneo y, a la vez, una fuente constante de fricción diplomática con España.
Hoy, y tras el Brexit, esa vieja tensión resurge con nuevas formas.
Más restricciones. El Reino Unido ha confirmado que las restricciones impuestas por España al sobrevuelo de aeronaves militares británicas siguen vigentes, afectando a los vuelos que llegan o parten desde la base aérea de la Royal Air Force (RAF) en Gibraltar. A pesar de ello, el Ministerio de Defensa británico insiste en que la medida no tiene impacto operativo y que la base continúa funcionando como un aeródromo militar soberano bajo plena autoridad del Reino Unido.
Así lo reiteró el subsecretario de Estado para las Fuerzas Armadas, Alistair Carns, en respuesta a una serie de preguntas parlamentarias formuladas por la diputada liberal-demócrata Helen Maguire, quien pidió aclaraciones sobre las consecuencias logísticas y financieras de esta situación. Carns aseguró que las aeronaves de la RAF simplemente trazan rutas alternativas para evitar el espacio aéreo territorial español, de conformidad con las restricciones impuestas por Madrid, y que la capacidad operativa de Gibraltar no se ha visto comprometida.
La gran duda. No obstante, admitió que no se ha realizado ningún estudio formal sobre los costes económicos derivados del desvío de los vuelos a través de otras regiones internacionales de información aérea, pese al aumento del gasto en combustible y tiempo de vuelo que ello implica.
La dimensión del bloqueo. El debate sobre los sobrevuelos militares refleja un conflicto histórico entre Londres y Madrid que ha sobrevivido a todas las etapas diplomáticas, desde la Guerra Fría hasta el Brexit. España, amparándose en el derecho internacional y en su reivindicación de soberanía sobre Gibraltar, mantiene que toda actividad militar británica en la zona debe ajustarse a sus normas de tránsito aéreo.
Para el Gobierno español, las restricciones de sobrevuelo no son una sanción, sino una expresión legítima de su jurisdicción sobre el espacio aéreo que considera propio.

Un Hawk de la RAf en el aeropuerto
Qué dicen los ingleses. Desde la óptica británica, en cambio, estas limitaciones son una herencia de las tensiones que rodean la soberanía del Peñón y un obstáculo técnico más que político. En el Parlamento de Westminster, la cuestión sigue siendo un tema recurrente, reactivado periódicamente por diputados especialmente combativos que ven en cada gesto español una amenaza a la integridad británica del enclave.
Ante ellos, los sucesivos gobiernos del Reino Unido han respondido siempre de la misma manera: reafirmando su plena soberanía sobre Gibraltar y el derecho de sus habitantes a la autodeterminación, sin abrir resquicio alguno a una negociación territorial con España.

Un Lockheed Hudson del nº233 Squadron RAF aterriza en Gibraltar, en agosto de 1942
Gibraltar tras el Brexit. El Brexit introdujo un nuevo marco de relaciones que afectó de lleno a la posición de Gibraltar. Tras meses de negociación, España, el Reino Unido y la Comisión Europea alcanzaron un acuerdo que estableció un sistema conjunto de control aduanero y fronterizo. En virtud de este pacto, España asumirá los controles del lado europeo en el puerto y aeropuerto del Peñón, lo que permitirá un tránsito más fluido hacia destinos dentro de la Unión Europea.
Sin embargo, la cuestión militar quedó fuera de esos entendimientos. La liberal-demócrata Helen Maguire volvió a poner sobre la mesa este punto sensible al preguntar si se había evaluado el impacto de las restricciones españolas sobre las operaciones y costes del Ministerio de Defensa británico. La respuesta de Carns fue tajante: las limitaciones aéreas continúan, las aeronaves evitan el espacio español y la base mantiene su estatus soberano. Pero, como decíamos antes, la ausencia de un cálculo oficial sobre el gasto adicional refleja la voluntad política de minimizar públicamente cualquier consecuencia derivada del diferendo, preservando la narrativa de autonomía y control absoluto sobre Gibraltar.
Impacto estratégico. Aunque Londres sostiene que el veto español no interfiere en su libertad operativa, el desvío de rutas militares supone un esfuerzo logístico considerable. En lugar de cruzar la península ibérica, las aeronaves deben bordearla por el Atlántico, prolongando los trayectos desde las Islas Británicas hasta Gibraltar y complicando el aprovisionamiento en un punto de valor estratégico para las operaciones británicas en el Mediterráneo y el norte de África.
La base de la RAF en Gibraltar, junto al puerto utilizado por la Royal Navy, constituye un eje esencial para las misiones de vigilancia, abastecimiento y tránsito militar hacia África y Oriente Medio. El Reino Unido no ha revelado cifras sobre el impacto económico de los desvíos, pero fuentes parlamentarias reconocen que los costes de combustible y planificación son inevitables, sobre todo en ejercicios de despliegue rápido o emergencias. Aun así, el Ministerio de Defensa evita reconocer oficialmente estos perjuicios, consciente de que admitirlos implicaría conceder a España una ventaja política en un asunto donde cada gesto diplomático tiene peso simbólico.
Un símbolo geopolítico. Si se quiere también, el conflicto en torno al espacio aéreo de Gibraltar condensa siglos de fricción entre ambas naciones y se proyecta como una microdemostración del equilibrio de poder en el Mediterráneo. A pesar de los acuerdos pos-Brexit y de la cooperación en materia fronteriza y económica, la defensa del Peñón continúa siendo un terreno de máxima sensibilidad política.
La base de la RAF y el puerto de Gibraltar son más que simples infraestructuras militares: representan el último vestigio de la proyección británica en el sur de Europa, una plataforma simbólica de soberanía en territorio disputado. Las restricciones españolas no impiden el funcionamiento de esa presencia, pero obligan a un esfuerzo constante de adaptación logística y a un cuidadoso equilibrio diplomático.
En ese contexto, Reino Unido mantiene la línea de siempre: negar cualquier impacto operativo y reafirmar que Gibraltar sigue siendo, tanto en el aire como en tierra, una pieza inquebrantable de su identidad estratégica.
Imagen | Dicklyon, Harry Mitchell
En Xataka | El estrecho de Gibraltar era muy distinto hace ocho millones de años. Tan distinto que había dos








