Opinión

Por:El Husmeador

La llama que se apagó en Uruapan: el final de Morena

En la plaza principal de Uruapan, donde las velas titilan como ojos de los muertos que regresan cada noviembre, Carlos Manzo encendió la llama simbólica del Festival de las Velas. Era el 1 de noviembre de 2025, Día de Muertos, y el alcalde independiente cargaba a un niño disfrazado de catrín, sonriendo para las cámaras. «Que Dios los bendiga a este hermoso pueblo», dijo en su transmisión en vivo. Minutos después, un hombre de sudadera blanca y pantalón negro se acercó entre la multitud, sacó una pistola 9 mm y disparó siete veces. Tres balas perforaron el abdomen de Manzo, una el brazo. Cayó mientras tomaba fotos con familias, con su hijo en brazos. A las 20:50, en el Hospital Fray Juan de San Miguel, el corazón del «alcalde del sombrero» dejó de latir.

No fue un asesinato al azar. Manzo, electo en septiembre de 2024 como independiente tras romper con Morena, se había convertido en la pesadilla del gobierno estatal y los cárteles que extorsionan el oro verde de Michoacán: el aguacate. Uruapan exporta millones a Estados Unidos, pero cada huerta paga «cuota» al Cártel Jalisco Nueva Generación o a sus rivales. El alcalde exigía «mano dura»: reuniones semanales con el Ejército, decomisos de 50 camionetas monstruo, 840 minas y drones explosivos. «No abrazos a delincuentes, chingadazos cuando atenten contra inocentes», gritaba en entrevistas. En septiembre, suplicó a Omar García Harfuch: «Tengo miedo, pero no doy un paso atrás».

Tenía protección: policías municipales de confianza y 14 elementos de la Guardia Nacional en la periferia. Pero en un evento público, con miles de almas festejando a los difuntos, los sicarios aprovecharon la vulnerabilidad. Uno abatido en el lugar, dos detenidos. El fiscal Carlos Torres Piña incautó el arma y siete casquillos. Hace un año, en la misma plaza, mataron al periodista Mauricio Cruz Solís tras entrevistar a Manzo. El patrón es claro: quien alza la voz en Tierra Caliente termina en el panteón.

Claudia Sheinbaum, como en eventos pasados condenó el «vil asesinato» y convocó al Gabinete de Seguridad. «Reafirmamos el compromiso por la paz», tuiteó. Pero Manzo había criticado su estrategia de «abrazos, no balazos» como un fracaso. El gobernador Alfredo Ramírez Bedolla prometió justicia, mientras regidores como Víctor Hugo de la Cruz explotaban: «Estamos hartos del Gobierno y de Morena». En Uruapan, el hartazgo despertó al tigre que Manzo advertía. Manifestantes irrumpieron en el Palacio de gobierno; el pueblo llora a un líder cercano, que caminaba sin miedo entre su gente.

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Este es el sexto alcalde ejecutado en 2025, el tercero en Michoacán. Desde 2018, más de una docena en el estado, ninguno con sentencia firme. La impunidad es el verdadero cártel. Manzo, posible presidenciable, apodado «el Bukele mexicano» por su mano dura, representaba la oposición que incomoda al poder. Su muerte no es solo un crimen: es un mensaje de los narcos al Estado. Y el Estado, con su Guardia Nacional y sus promesas, responde con condolencias.

Pero en este Día de Muertos, la bala que mató a Manzo perforó también el corazón de Morena. El partido que prometió transformación pacífica ve cómo sus exaliados, hartos de la inacción, se convierten en mártires de la resistencia. Manzo rompió con la 4T porque vio el engaño: abrazos a criminales mientras el pueblo sangra. Su ejecución en plena fiesta nacional es el epitafio de un régimen que prioriza el discurso sobre la seguridad. Morena muere con él en esa plaza, ahogada en la sangre de sus traicionados. El tigre despierta, y ya no ruge por el guinda, sino contra él.

Y aquí viene el comentario que duele: las elecciones intermedias de 2027 se perfilan como el entierro definitivo de Morena. Con encuestas que ya muestran un rechazo masivo por la inseguridad —el 70% de los mexicanos considera al crimen el principal problema—, el partido guinda podría perder no solo curules, sino el control de estados clave como Michoacán. Sin mayoría absoluta, Sheinbaum quedaría maniatada, y la oposición, inspirada en figuras como Manzo, capitalizaría el descontento. Pero cuidado: si Morena huele a derrota, los cárteles redoblarán la violencia para imponer candidatos a modo, como han hecho en Sinaloa, Guerrero o Tamaulipas. Más atentados, más masacres, un espiral que convierta las urnas en campos minados. Es increíble, sí, que una pandilla de pillos armados —el CJNG, Viagras, Templarios— controle todo un estado: política (infiltrando ayuntamientos), economía (extorsionando el aguacate que llena supermercados gringos), hasta la vida cotidiana (toque de queda impuesto por balas). Michoacán no es un estado fallido; es un feudo narco con bandera tricolor.

Tal vez, en esta hora oscura, sea necesario que Estados Unidos entre a ayudar. Así como la 4T trajo médicos cubanos para aplaudir su «humanismo», ¿por qué no invitar a militares expertos en contraterrorismo —SEALs, Delta Force— para poner orden? Operaciones quirúrgicas contra capos, inteligencia compartida, drones que no fallen como los mexicanos. Ya quedó más claro que el agua: este gobierno lleva más de seis años dejando que los narcoterroristas impongan su ley. Abrazos a «jóvenes desviados» mientras entierran a alcaldes valientes. Si no actuamos, el final de Morena no será en las urnas, sino en un México balcanizado, donde el cártel dicta y la presidenta tuitea condolencias.

En Uruapan, la plaza huele a copal y a sangre. Carlos Manzo regresa como ánima, recordándonos que en México, alzar la voz contra el crimen organizado cuesta la vida. ¿Cuántas velas más tendremos que encender antes de que el gobierno encienda la luz? 

Y ayer, en su mañanera del 3 de noviembre, la presidenta Sheinbaum dedicó la conferencia a este «vil asesinato», pero en lugar de asumir la falla estrepitosa de su estrategia —esa que Manzo denunció hasta el final—, optó por el guion gastado: culpar a la «guerra contra el narco» de Calderón y Peña, llamar «buitres» a la oposición que exige resultados, y advertir que no politicen el dolor. «La fuerza del Estado es la justicia», repitió, mientras promete protección a la familia y cero impunidad, como si siete años de abrazos no hubieran llenado panteones. Es indignante: cancela eventos frívolos por «sensibilidad», pero investiga redes para cazar «llamados violentos» de manifestantes legítimos, en vez de desmantelar cárteles. ¿Qué propone la derecha?, pregunta con sorna, rechazando intervención extranjera o mano dura. Pues proponemos lo que Manzo: chingadazos a delincuentes, no discursos. Su actitud es cínica, evasiva, un insulto a las viudas y huérfanos. El final de Morena no es un rumor: es un cadáver en el altar de los muertos, y Sheinbaum lo adorna con culpas ajenas. ¿Quién encenderá la siguiente llama, o solo quedarán cenizas?

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