Baches sin fondo: el eterno hoyo negro de las calles del Estado de México.

Durante años, tanto los gobiernos municipales como el estatal y el federal han hecho promesas de mejorar la infraestructura vial. Sin embargo, ninguna administración ha logrado revertir el abandono. Primero se responsabilizó a los ayuntamientos, después se dijo que la Junta Local de Caminos asumiría la tarea. Más recientemente, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció que también se atenderían las carreteras estatales y federales en la entidad.
Por: STAFF
El deterioro de las calles y carreteras en el Estado de México se ha convertido en un verdadero viacrucis para millones de ciudadanos. La situación del pavimento en los municipios mexiquenses es crítica: baches por todos lados, obras inconclusas y vialidades que parecen haber sido olvidadas por las autoridades.
A pesar de los anuncios y programas de reparación vial, el problema no solo persiste, sino que empeora con el paso de los años. Los automovilistas sortean cada día auténticos cráteres en avenidas principales y carreteras estatales que deberían estar bajo constante mantenimiento. El reclamo ciudadano es unánime: ¿qué pasa con los recursos públicos destinados a la rehabilitación del asfalto?
Durante años, tanto los gobiernos municipales como el estatal y el federal han hecho promesas de mejorar la infraestructura vial. Sin embargo, ninguna administración ha logrado revertir el abandono. Primero se responsabilizó a los ayuntamientos, después se dijo que la Junta Local de Caminos asumiría la tarea. Más recientemente, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció que también se atenderían las carreteras estatales y federales en la entidad.
Pese a las declaraciones, la realidad es evidente: los trabajos se limitan a rellenar algunos baches de forma superficial. Los materiales usados son de baja calidad, las obras duran semanas y los contratos de mantenimiento, muchas veces, quedan en manos de empresas improvisadas o favorecidas políticamente.
Los recursos públicos asignados al mantenimiento vial parecen perderse entre trámites burocráticos, licitaciones cuestionables y obras mal ejecutadas. El resultado es el mismo en casi todos los municipios: calles destruidas, colonias incomunicadas y ciudadanos hartos de ver cómo sus impuestos no se reflejan en mejoras palpables.
Las consecuencias son múltiples. Además del deterioro de vehículos y del riesgo de accidentes, los baches afectan la economía local, retrasan el transporte público y agravan los problemas de movilidad en las zonas metropolitanas. Cada bache representa un símbolo del abandono institucional y de la falta de rendición de cuentas en el manejo de los recursos.
El problema no se resolverá con brigadas improvisadas ni con fotografías de funcionarios tapando hoyos frente a las cámaras. Se requiere una estrategia integral, con planeación técnica, materiales de calidad y seguimiento puntual de cada obra. Los mexiquenses merecen vialidades seguras y duraderas, no promesas recicladas ni soluciones temporales.
En el Estado de México, los baches se han vuelto parte del paisaje urbano y un reflejo de la descomposición administrativa. Mientras no exista voluntad política y transparencia en el uso de los recursos, las calles seguirán siendo un laberinto de omisiones, donde los únicos que pagan los platos rotos son los ciudadanos.












