POR: EL HUSMEADOR

El As Bajo la Manga: Cancún, el Hub Invisible del Mundial 2026
En el ajetreo de preparativos para el Mundial de Fútbol 2026 –ese mega evento que une a México, Estados Unidos y Canadá en una fiesta de 104 partidos y millones de almas apasionadas–, los reflectores apuntan a los estadios de la CDMX, Guadalajara y Monterrey. Pero, ¿y si les digo que el verdadero MVP logístico, (Most Valuable Player, o Jugador Más Valioso) podría estar en la arena blanca de Quintana Roo? Sí, hablo del Aeropuerto Internacional de Cancún (CUN), ese gigante turístico que, sin ser sede oficial, se perfila como el único en el hemisferio con vuelos directos a las 16 ciudades anfitrionas del torneo. Mientras el AICM y el AIFA se remueven en su complicada saturación crónica, Cancún emerge como un oasis de conectividad.
Vamos a ventilar esto paso a paso, porque en el mundo del fútbol –y de los negocios–, los detalles aéreos son los que marcan el gol de oro. Primero, aclaremos dueños y pedigrí. El Aeropuerto de Cancún no es un capricho del gobierno federal ni una ocurrencia faraónica de última hora; pertenece al Grupo Aeroportuario del Sureste (ASUR), un consorcio privado que administra no solo CUN, sino también los puertos aéreos de Mérida, Cozumel, Villahermosa y más en el sureste mexicano. ASUR, pionero en la privatización aeroportuaria mexicana desde 1995, cotiza en la Bolsa Mexicana de Valores y es presidido por Fernando Chico Pardo, un empresario que maneja un imperio con una fortuna estimada en 2.8 mil millones de dólares. No es de extrañar que bajo su tutela, Cancún ha pasado de ser un modesto terminal en 1974 a un coloso que en 2023 manejó más de 30 millones de pasajeros, convirtiéndose en el segundo aeropuerto más importante de México –solo por detrás del AICM– y el principal punto de entrada aérea al país por turismo internacional.
Suena a cliché caribeño, pero CUN no es solo playas y margaritas; recibe la mayor variedad de aerolíneas extranjeras en México, con rutas a más de 100 destinos en 30 países, desde hubs gringos como Dallas o Nueva York hasta la remota Vancouver o el bullicioso Miami. Es el puente aéreo del Caribe mexicano, el motor de la Riviera Maya y un imán para low-cost como VivaAerobus y Volaris, que lo usan como base para devorar el mercado norteamericano. Ahora, ¿por qué Cancún es el rey indiscutible de la conectividad para el Mundial? Las 16 sedes –de Atlanta a Seattle, pasando por Toronto, México y las tres tricolores– están dispersas como un rompecabezas transcontinental, con distancias que superan los 5,000 km entre extremos. Ahí entra el as de CUN: según análisis aéreos recientes, es el único aeropuerto en el hemisferio occidental con vuelos directos a todas ellas, gracias a su red turboalimentada por aerolíneas como Aeroméxico, American Airlines y Delta, que lo posicionan como hub de escape para fans con itinerarios locos. Imagínese: un aficionado europeo llega a Cancún, conecta directo a Los Ángeles para ver a su equipo, regresa para un chapuzón en Tulum y vuela a Monterrey sin escalas eternas. Es logística pura, no suerte.
¿Y por qué el AICM (Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México) y el AIFA (Felipe Ángeles) se quedan cortos? No es conspiración, es realidad cruda. El AICM, el hub histórico con 322,427 operaciones anuales en 2024, es un coloso saturado: opera al límite con solo 44 vuelos por hora, y aunque Qatar Airways lo surca directo a Doha (su único lazo fuerte con Oriente Medio), le faltan spokes directos a sedes como Kansas City o Filadelfia sin escalas en EE.UU.
Se remodela con 8,000 millones de pesos para el Mundial, pero su edad y congestión lo condenan a ser un cuello de botella, priorizando rutas domésticas y a las tres sedes mexicanas. El AIFA, esa promesa moderna inaugurada en 2022 con 6 millones de pasajeros en 2024, es aún peor: enfocado en carga y low-cost, carece de la red internacional para conectar directo a todas las sedes. Su gran talón de Aquiles es la conectividad terrestre –un dolor de cabeza para turistas que llegan de Santa Lucía y deben pelear con tráfico para llegar a la CDMX–, y ni hablemos de vuelos a Doha o Vancouver: cero directos confirmados.
Ambos son «Aeropuertos FIFA» por decreto, pero en la práctica, Cancún los eclipsa como el hub turístico que redirige flujos a las sedes reales. El premio gordo: la derrama económica. El Mundial 2026 promete inyectar 7,000 millones de dólares a México, superando los 7,600 millones que dejó Qatar 2022 en su sede (un 11% de su PIB entonces).
Para Cancún, esto no es migaja: se estima que el aeropuerto capturará al menos 1,000-1,500 millones de dólares en ingresos indirectos, vía pasajeros extras (hasta 5 millones adicionales), hotelería y charters. ¿Por qué? Porque los fans –especialmente los 7 millones de turistas esperados en las sedes mexicanas– usarán CUN como «puerta de entrada turística»: llegan, ven un partido en el Azteca vía conexión rápida, pero extienden la estadía en Riviera Maya, gastando en tours, spas y tequila. ASUR ya invierte en expansiones (Terminal 4 crece con 9 millones de capacidad extra), y el Tren Maya lo une al interior, multiplicando el efecto. En Qatar, el turismo y la construcción se llevaron el 70% de la derrama; aquí, Cancún podría replicarlo, posicionando a México no solo como sede futbolera, sino como paraíso post-partido.
En fin, mientras el gobierno pule el AICM y el AIFA para no colapsar, Cancún –bajo el mando astuto de ASUR y Chico Pardo– juega en otra liga. No es sede, pero será el conector invisible que haga fluir dólares y sueños. ¿El mensaje? En el Mundial 2026, el gol no solo se anota en el césped: a veces, despega desde el Caribe. ¿Listos para el pitazo inicial? Yo ya reservo mi boleto a CUN.












