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Ese olor a café recién hecho que tanto te gusta podría esconder una trampa: disruptores hormonales que engañan a tu organismo

El gesto es automático para millones de personas que se levantan por la mañana: coger una cápsula de café, introducirla en la cafetera y pulsar el botón para tener un café caliente en pocos segundos. Sin embargo, esta comodidad puede tener un coste oculto para nuestra salud. Esto es algo a lo que concluye Nicolás Olea, catedrático emérito de la Universidad de Granada, que ha lanzado una alerta sobre la alta exposición a la que nos enfrentamos de disruptores endocrinos

Qué son los disruptores. A fin de cuenta son sustancias químicas que la verdad están presentes en una gran cantidad de productos que consumimos en el día a día. Como su propio nombre indica, tienen una relación directa con el sistema endocrino al alterar su funcionamiento. En concreto su objetivo son las hormonas, esas sustancias que actúan como mensajeros dentro del organismo para dar mensajes entre células, y que con estos disruptores se puede acabar dando señales que no son ciertas. 

Están presentes en muchos productos. Productos alimentarios, botellas y vasos de plástico, bolsitas de té, palomitas de microondas, los táper o incluso las cremas solares cuentan con este tipo de sustancias que ahora mismo están a la orden del día y que atentan de manera directa contra nuestro organismo. 

Las consecuencias. Para el catedrático los efectos están claros: alteran la tiroides, impulsan la obesidad, la dietes o incluso la infertilidad. Todo esto documentado con diferentes ensayos en el que se apunta directamente a que la falta de fertilidad en Europa se podía deber justamente a esta mala calidad del semen o de la reserva ovárica a raíz de la alta combinación de diferentes disruptores endocrinos que tenemos en nuestro organismo. 

Y es que precisamente las mujeres se pueden ver más afectadas debido a la gran variabilidad hormonas que tienen en su organismo a lo largo de su vida, puesto que no es lo mismo el ciclo hormonal en una adolescente que en un embarazo. 

El problema del café. Una vez tenemos todo esto claro, volvemos a la clásica cápsula de café que usamos todas las mañanas. En este caso lo preparamos con alta presión y alta temperatura para obtener un buen resultado. El problema es que con esta alta temperatura el plástico del que está formada la cápsula se puede derretir y acabar con un café plagado de microplásticos que contribuyen a la exposición a disruptores endocrinos. Un plástico que suele ser poliestireno y resina epoxi que hace de pegamento. 

Pero no es algo que se limite al consumo de cápsulas de café, sino que también puede ocurrir con los vasos de plástico si se vierte un líquido muy caliente o en botellas de plástico que se van reutilizando. 

¿Por qué se permiten? Si es tan malo consumir este tipo de productos la pregunta es obligada. En este caso el catedrático apunta a que ahora mismo no hay una regulación clara sobre disruptores endocrinos. Donde se hace mucho hincapié es si un compuesto químico concreto se categoriza como cancerigénico, donde si se aplica una prohibición rápida. Pero si hablamos de disruptores la verdad es que hay más vacíos legales, salvo si se decreta como tóxico para la reproducción donde si se puede optar por su limitación en el mercado. 

El efecto cóctel. Aunque la industria argumente que las cantidades liberadas por una sola cápsula son mínimas y están dentro de la legalidad, los expertos como Olea advierten sobre dos problemas clave: la acumulación y el «efecto cóctel». Y es que los efectos de estas sustancias se ven sobre todo a largo plazo en el organismo y con una exposición crónica. Es por ello que apunta a que la legislación actual no tiene en cuenta este efecto combinado de todas las fuentes de exposición para aplicar una regulación. 

Porque no solo es una cápsula de café de manera aislada, sino que también se suman los pesticidas que pueda tener una comida, los químicos de los cosméticos que nos ponemos en el rostro o incluso el plástico del túper donde nos calentamos los macarrones para comer. 

Otras situaciones peligrosas. Porque efectivamente, la cápsula del café no es lo más llamativo que ha comentado el experto en este caso, ya que el interior de un coche recién estrenado también es peligroso para nuestro organismo. Aunque mucha gente adora el olor que se queda en el habitáculo cuando está recién estrenado, la realidad es que está cargado de diferentes sustancias químicas como ftalatos, fosforeros o bisfenoles. Sustancias muy volátiles que aparecen sobre todo cuando el coche ha estado al sol durante mucho tiempo y que pueden acabar en nuestro organismo.

Imágenes | Jisu Han Robina Weermeijer 

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